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      Samuel Arbiser

       El grupo interno

       Psiquis y cultura

Ediciones Biebel

      A mi mujer, Esther

      A mis hijas, Florencia y Violeta

      Agradecimientos

      Deseo expresar mi gratitud a todas aquellas personas que colaboraron para hacer posible la publicación de este libro. Al doctor Ricardo Horacio Etchegoyen, en especial, en tanto me ha insistido en la necesidad de publicar mis trabajos dispersos en muchas publicaciones. Y por el privilegio de contar con su amistad y su predisposición a hacer de nuestras charlas informales, que mantenemos regularmente desde hace más de treinta años, un manantial entusiasta de creatividad. Le debo al doctor Ricardo Bernardi, prologuista de este libro, el aval que necesitaba para desalentar a los fantasmas de la inseguridad. Lo cuento como un interlocutor de jerarquía, abierto al pensamiento psicoanalítico contemporáneo y afirmado en un agudo e informado espíritu crítico. La Licenciada Fernanda Longo, con una dilatada y destacada experiencia como editora, leyó el primer manuscrito con una eficacia profesional y comprensión psicoanalítica admirable. Gracias a ella pude reafirmarme en mi convicción de que no es necesario utilizar en psicoanálisis un estilo literario rebuscado ni críptico. También Alejandro Katz, ensayista y editor, me iluminó con su aguda inteligencia, en temas del mundo editorial; me ayudó a encontrar un título apropiado al contenido del libro y a la receptividad del público. Finalmente, a Daniel Biebel y Norma Cerrudo debo la concreción de esta publicación. Daniel, destacado colega, tuvo la paciencia de reunirse periódicamente por más de un año en charlas que considero “elaborativas” para decidir este emprendimiento. A todos ellos, muchas gracias.

      Prólogo

      En este libro Samuel Arbiser nos relata distintas experiencias y nos transmite sus reflexiones sobre los temas que convocaron su interés a lo largo de una destacada trayectoria como psicoanalista, atento a la realidad en la que se desempeñaba su trabajo. El lector encontrará que el libro no sólo le transmite esa rica experiencia, sino que lo lleva a reflexionar sobre nuestro pasado y nuestro futuro psicoanalítico. Samuel Arbiser logra esto manteniéndose cercano a su experiencia clínica y a las reflexiones que a partir de un sólido apoyo en ella puede realizar sobre diversos tópicos de interés social, teórico o cultural. No busca desarrollar ideas en boga y diría que ni siquiera busca utilizar un lenguaje demasiado técnico o sofisticado: confía más en aquella forma de expresión que le permite mejor reflejar su experiencia clínica y la forma en la que a partir de esa experiencia se le hacen inteligibles diversos problemas, utilizando un lenguaje técnico cuando es necesario, pero sin ocultar detrás de él al psicoanalista y al hombre que está pensado sobre las situaciones que le tocó vivir y resolver. Esto constituye un desafío para el lector, que se ve invitado también a relacionarse con sus propias experiencias con el psicoanálisis y a dejarse interpelar por las certezas e incertezas sobre las cuales Arbiser, con lenguaje personal y directo, le va proponiendo reflexionar. ¡Y vaya si esta forma de plantear la experiencia analítica tiene poder de interpelación!

      A través de las páginas vemos reaparecer ideas fundamentales que forman parte de los aspectos más creativos y originales que tuvo el desarrollo del psicoanálisis en nuestra región rioplatense. En este volumen encontramos el diálogo de Arbiser con maestros y predecesores, tales como Pichon Rivière y David Liberman, entre otros. Asimismo nos cuenta qué conceptos tuvieron especial resonancia en él, cómo los utilizó y a qué nuevos desarrollos lo llevaron. Quisiera destacar la importancia de este diálogo interior entre nuestros orígenes y filiación local y las influencias que nos llegan desde múltiples centros de producción teórica psicoanalítica.

      Si prestamos atención a la evolución de las ideas psicoanalíticas en el Río de la Plata, podemos observar a grandes rasgos un primer momento de clara hegemonía kleiniana, hasta las décadas de 1970 (Montevideo) o 1980 (Buenos Aires), seguido por un período de pluralismo teórico y técnico, con una visible presencia del pensamiento francés, y en especial lacaniano. Pero esta caracterización no es exacta, pues pasa por alto lo más original y creativo que se dio en nuestra tradición psicoanalítica y que tiene que ver con el surgimiento de autores profundamente originales, como los mencionados más arriba y muchos otros. Lo que ocurre es que el predominio kleiniano no fue sustituido por un pluralismo verdaderamente abierto al diálogo teórico y a la confrontación con la evidencia clínica, sino a la sustitución de una influencia dominante por múltiples influencias con vocación hegemónica, cada una de las cuales tendía a conservar incuestionadas e incuestionables sus propias premisas, reproduciendo ortodoxias excluyentes de las ideas que no se ajustaban a esas premisas. Las enseñanzas de los autores más innovadores, como Pichon Rivière, Bleger, Liberman y tantos otros, fueron sin embargo incorporadas por muchos analistas, cuyo pensamiento y modelos operativos se vieron influidos por aquella obra, pero más desde el lado de sus teorías implícitas o privadas, como las llamó Sandler, que desde las teorías oficiales o que se hacían públicas en las instituciones. Este libro tiene la virtud de sacar a luz esas ideas que suelen quedar implícitas y mostrar su valor y su relevancia para el momento actual. Marca también un camino hacia el futuro, pues no es posible desarrollar un pensamiento propiamente rioplatense o nacional si no somos capaces de reencontrarnos con nuestra tradición y decir en qué y por qué la abandonamos, o la mantenemos y desarrollamos.

      Los trabajos que nos presenta Arbiser son un ejemplo de lo que he dicho más arriba, pues nos muestran que es posible mantenerse abierto a nuevas ideas provenientes de otras latitudes, conservando a la vez un firme anclaje en nuestras raíces históricas, haciendo que viejas tradiciones y nuevas ideas entren en un diálogo fecundo, generador de nuevos desarrollos. Este modo personal de hacer “trabajar” la teoría psicoanalítica es el que aparece a lo largo de este libro y se destaca en los materiales clínicos, en los que el autor convierte situaciones difíciles de resolver en un desafío para encontrar nuevos caminos que permitan reflexionar sobre nuestro trabajo clínico desde un nuevo ángulo. Quisiera a continuación relatar algunos puntos donde me parece que el autor logra con especial fuerza de convicción mostrar cómo algunas reflexiones que estaban presentes desde el comienzo del psicoanálisis argentino continúan vigentes hoy e incluso enriquecen ideas actuales de gran interés a nivel de toda la comunidad psicoanalítica.

      El concepto de “grupo interno”, desarrollado en forma fragmentaria y en diversos lugares por Pichon Rivière, es retomado por Arbiser para mostrar que constituye un instrumento útil para comprendernos a nosotros mismos y a nuestro trabajo analítico. Somos “personas en situación”, nos recuerda Arbiser, e internalizamos ecológicamente nuestros vínculos que sólo pueden ser comprendidos en la dialéctica entre el mundo interno y el mundo externo. A partir de estas ideas Arbiser desarrolla una perspectiva vincular del psicoanálisis que va más allá de lo que propiamente podría denominarse psicoanálisis del vínculo, para aportar una perspectiva que abarca el conjunto de nuestra práctica y de nuestro campo teórico. Desde esta perspectiva vincular se hace evidente hasta dónde estamos interrelacionados con los otros pero también necesitamos discriminarnos de ellos y reconocer nuestras diferencias. La alteridad no es solo un fenómeno externo sino también interno, ya que en cierto sentido somos un “otro” para nosotros mismos. En el grupo interno, nos recuerda, se juegan los diferentes roles fundamentales (padre, madre, hijo) así como las diferencias que nos integran/separan a/de los demás (especularidad versus alteridad, nivelación generacional versus brecha generacional, simetría sexual versus diferencia de sexo, e inmortalidad versus mortalidad). Samuel Arbiser muestra también cómo la noción de grupo interno puede combinarse con la noción de complementariedad estilística propuesta por D. Liberman. La forma en la que nos hablamos a nosotros mismos en nuestro grupo interno no puede separarse del estudio, emprendido por D. Liberman, de la forma en la que nos comunicamos con los demás. Hablar de comunicación es también hablar de la forma en que la psicopatología y los movimientos de curación se hacen carne en nuestro lenguaje. Como nos recuerda Arbiser, uniéndose en esto a Horacio Etchegoyen, el papel de las palabras está intrínsecamente unido al de los afectos que nos ligan al mundo, no sólo a nivel inconsciente, sino también preconsciente y consciente.

      Estas nociones que Arbiser rescata de nuestra tradición y a las

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