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el todo por el todo en un enfrentamiento directo, que podía causarles numerosas bajas e incluso la derrota, y se decantaron por una presión intermitente que, incluso, permitía otras aventuras militares. Para Ross Hassig, «La perspectiva de guerras prolongadas con pocas ganancias inmediatas era, sin embargo, problemática para un imperio en el que la pérdida de tributos amenazaba el poder del rey», de ahí el uso de estos conflictos pactados.118 Ambos contendientes mandaban al combate fuerzas escogidas, generalmente nobles bien entrenados en el uso de las diversas armas, en forma de contingentes con igual número de hombres, que eran los únicos que se enfrentaban. De esta manera, si los mexicas vencían, sus contrarios debían capitular y aceptar las condiciones de vasallaje tributario impuestas. Si el sistema no funcionaba, poco a poco se iba virando a un tipo de guerra convencional cada vez más dura, más cruel, de desgaste, con tendencia a ir conquistando los enclaves que rodeaban a las ciudades más remisas a aceptar la derrota.

      Para Marco Cervera Obregón, las guerras floridas se emplearon contra Tlaxcala, Huexotzinco, Cholula, Atlixco, Tecóac y Tiliuhquitepec. Por tanto, sería lícito pensar que este tipo de conflicto era parte de la estrategia bélica, en el sentido de que se usaba contra vecinos poderosos y se buscaba el desgaste, insisto; era mejor la cautela que no sufrir una derrota. Por otro lado, la nobleza participaba en unos enfrentamientos meritorios, muy especializados, en los que no todo el mundo podía sobresalir con facilidad. De hecho, en el reinado de Tizoc, según afirma Isabel Bueno, se obligó a los macehualtin a sobresalir en las guerras floridas para escalar socialmente, a sabiendas que no lo tendrían fácil. No se les cerraban las puertas, pero eran difíciles de atravesar. Así, se contaba con soldados de élite –bien entrenados– en todo momento y, además, se enviaba un mensaje a todos los vecinos del poderío de los ejércitos mexicas. Por otro lado, la ideología transmitida sugería el carácter sagrado de la guerra, pues se recibían prisioneros para ser sacrificados a los dioses, y, por ello, el ejército y, dentro del mismo, la élite noble era imprescindible para la sociedad mexica. Con su estatus mantenido a salvo, la fama y la gloria obtenidas eran fundamentales, incluso en caso de muerte heroica, que para los mexicas era, más bien, una muerte afortunada (o xuchimiquiztli).

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      Fray Diego Durán afirma en sus crónicas que el xochiyáoyotl, las guerras floridas, fue instituido por Tlacaelel durante la gran hambruna de Mesoamérica de 1450-1454. Estas narran que Tlacaelel, junto con los dirigentes de Tlaxcala, Cholula y Huexotzingo, organizó batallas rituales para ofrecer suficientes víctimas y apaciguar a los dioses.

      Ahora bien, al hablar de guerras floridas se podría caer en la tentación de pensar que todo el fenómeno bélico mexica giraba en torno a una guerra ritual o ritualizada, cuando, como hemos señalado, contaba con suficientes elementos pragmáticos. De hecho, se puede hablar de la existencia de unas leyes de la guerra en el mundo mexica que no servían, precisamente, para limitar la acción de sus guerreros en el campo de batalla. En todo caso, existieron tribunales de guerra formados por cinco capitanes que solo dirimían asuntos de dicho calado y que actuaban in situ, en el propio campo de batalla, para tratar de cualquier delito que se produjese e imponer una condena inmediata. La mayoría de dichas faltas –desobediencia, cobardía, deserción, robo de un cautivo, traición, cautiverio o el uso indebido de los símbolos– se sancionaba con la pena de muerte. Pero no fueron extraordinarios, sino relativamente comunes, algunos comportamientos muy duros, propios de una civilización en la que el peso de lo militar fue muy importante. Por ejemplo, los mexicas masacraron a la población no combatiente de algunas ciudades en las guerras tepanecas, según relató fray Diego Durán, tras vencerlos. También mutilaron prisioneros, cortando orejas y narices, por ejemplo en el caso de Xochimilco, cuando los mexicas eran mercenarios de Culhuacan. La esclavitud de mujeres y niños, que eran repartidos por diversas localidades del imperio, demuestra que no todo el prisionero de guerra acababa sacrificado de inmediato. Asimismo, el padre Durán informó de la ejecución de 500 prisioneros de Chalco en la hoguera, pero una vez que les había sido extraído el corazón, es decir, se les práctico la cardioectomía ritual.

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      FORMACIÓN MILITAR

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