Скачать книгу

total. En un momento dado, a elección de los sacerdotes de acuerdo con un calendario de actos, el prisionero era trasladado de nuevo a un templo principal, donde era inmolado. Era habitual que el capturado hiciera referencia a la honra de su localidad de procedencia y se regocijaba por tener un final digno, el mejor, de hecho, aparte de morir en combate. Tanto en un caso como en otro, el destino final era morar en el cielo mexica, en un llano cerca del sol. Después del ritual sacrificial, el guerrero captor disponía de los restos y los trasladaba a su calpulli. Según fray Juan de Torquemada:

      […] llegaba con sus deudos y amigos el que lo había cautivado y preso y llevábanselo con grandes regocijos y solemnidades y hacíanlo guisar, y con otras comidas hacían un muy solemne y regocijado banquete; y si el que hacía esta fiesta era rico, daba a todos los convidados mantas de algodón.

      Por último, se realizaban ciertos ritos post mortem donde toda la comunidad, pero sobre todo el guerrero captor, los huesos de la víctima y su alma tenían un rol importante que desempeñar.

      El guerrero exitoso, capturador de enemigos, es decir aquel que contribuía a mantener a los dioses vivos gracias a la muerte de los capturados en batalla, recibía como premio poder gozar de un número variable de mujeres. De entrada, cuando un guerrero joven regresaba con un primer prisionero era el momento en que podía desposarse. Declercq cita al cronista Hernando de Alvarado Tezozómoc, que señalaba que existía una ley entre los mexicas según la cual:

      […] el varón que más fuere y valiere en las guerras, en premio les concedemos que de nuestras hijas y nietas y sobrinas, al que mereciere, conforme a su valor y valentía, tenga en su casa dos o tres o cuatro mujeres suyas y los más valerosos podían tener ocho o diez mujeres si las podían sustentar.

      LAS GUERRAS FLORIDAS

Скачать книгу