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y no tener injerencia directa en la gestión pública, no tiene en sus manos la implementación de estas recomendaciones. Sí tiene en cambio el deber de acompañarlas, hacer el seguimiento de lo que pase con ellas, continuar reflexionando y ampliando el trabajo realizado en vistas de aportar de todas las maneras posible a que tales propuestas se concreten. Sin duda, una de esas maneras está anclada en la difusión del trabajo realizado. Por eso la publicación física y digital de las recomendaciones, y la intención de compartirlas y hacerlas circular.

      Al recordar mi trayectoria en el campo de la cultura, pienso cómo fue ser mujer en mis espacios laborales: un clavo. Me suena horrible responder así, le sigo dando vueltas, tratando de responder desde otro lugar, pero no deja de impactarme cómo al volver sobre lo recorrido vienen a la memoria tantas situaciones en las que ser mujer fue vivido como un peso a la hora de hacer lo que hago, cómo tantas veces implicó tener que hacer el trabajo en sí y a ese trabajo sumarle un otro “trabajo” tantas veces desgastante; es decir, el de lidiar con el macro y micromachismo cotidiano.

      Cierta y felizmente hubo excepciones, ámbitos y momentos en los que tuve la fortuna de trabajar en contextos más justos, pero aun al día de hoy en muchos aspectos, seguimos lidiando con situaciones de maltrato, destrato, inequidad, distintas formas de abuso y acoso.

      Si me pregunto qué queremos transformar, diría todo. Y creo que sería para el bien de todxs. Si me pregunto cómo será en diez años… ojalá trabajemos en contextos muchos más justos, amorosos y respetuosos, y lleguemos más lejos de lo que hoy podemos imaginar.

      1 Pueden descargarse en el link https://drive.google.com/open?id=1GuKmEGUhaIMjFSPzBC7zrrzcLKURXk5U).

      Espacios socioculturales

      Feminismo sindical: revolución desde las emociones

      Bibiana Quagliotti

      Nos propusimos mirarnos, abrazarnos, enlazarnos y resistir pero también conquistarnos a nosotras mismas en esta etapa neoliberal que se extendió entre 2015 y 2019.

      La libertad que ya no íbamos a tener para construir políticas sociales, ni educativas, ni culturales teníamos que lograrla desde nuestros sindicatos y organizaciones. Esto es, poder armar una estrategia que nos permitiera respirar, suspirar y seguir construyendo desde la resistencia, cada una desde el lugar que ocupaba. Y sabíamos que la única revolución era la de la ternura; era la salida a tanta nada, tanta violencia y tanta destrucción que estaba sucediendo en nuestro país y que a nosotras nos tocaba verlas y sentirlas muy de cerca.

      Poner en agenda la convocatoria a todas nuestras compañeras y transformar nuestros sindicatos, era la tarea. El feminismo era parte de esa necesidad, de esa construcción. Un derecho que teníamos ganado, que debía ser puesto en acción y práctica cotidiana.

      Sabíamos que teníamos “la poción mágica”, de todas las que habían luchado con anterioridad, de las compañeras que habían logrado instalar el feminismo en agenda dentro del Estado, y que esa etapa era muy reciente, muy fácil para poder convocar, contagiar y seguir en la búsqueda de nuestros derechos, alegrías y libertades. Ir por nuestros deseos y acompañar fuertemente a las compañeras que tenían ansias de conducir y que habían elegido eso como su proyecto de vida.

      El mundo sindical es patriarcal, vertiginoso, “revolucionario/cauteloso”. Las formas de construcción son diferentes a las que conocemos desde el feminismo.

      El feminismo es revolucionario y tiene un cambio en la construcción de los vínculos y la tarea. Tiene un quehacer y un reencuentro con los sentidos que nos permite otra representación de nuestras vidas. Y es, sin duda, el resultado de un trabajo colectivo de varias generaciones. Es el paradigma de lo simple, que no tiene fórmulas ni estereotipos ni modelos acabados: es a partir de nuestras propias experiencias y tiene un permanente aprendizaje.

      La pedagogía de la ternura es la que transforma, es la que emociona, es la que genera desconectarte y conectarte al mismo tiempo, permitiéndote proyectar. Es la que te da el latir del corazón y pensarte, es la que te posibilita destruir la tristeza, la angustia de las desigualdades, es la que combate ante las injusticias. Es la fuerza del amor colectivo. Es el derecho que tenemos como práctica y herramienta ante las violencias, ante la agresión, ante el machismo, ante las perturbaciones, ante las cofradías.

      La ternura como práctica pública, la ternura como política del hacer, la ternura como transformación de nuestras cuerpas y vida.

      El feminismo y la ternura van de la mano emancipando compañeras/eres desde la simpleza y la práctica de la tarea cotidiana. Y es, sin dudar, la alegría y la libertad a la que ninguna de nosotras/es que toma conciencia, resiste. Es ese abrazo que necesitamos todos los días cuando amanecemos y decidimos conquistar nuestras vidas y la de otras, otres…

      Así fue que comenzó el proyecto de cambiar y modificar nuestra manera de vernos, de circular, de participar y de protagonizar dentro del sindicato.

      Vamos a contar junto a nuestras compañeras dos experiencias sindicales (ATE Capital-UTE) en las que decidimos modificar la manera de comunicarnos y encontrarnos desde lo visual. Un dispositivo afectivo y de sensibilidad, una manera de acercarnos, una forma de representarnos. Un entendernos desde nuestras inteligencias.

      Durante los últimos meses de 2015, en ATE Capital se designa la apertura del área de géneros y nos comenzamos a juntar algunas compañeras/es de algunos sectores. En aquel momento considerábamos la idea loca de transformar y multiplicarnos con las/es compañeras/res, teniendo perspectiva de géneros en todo lo que esté relacionado con nuestras vidas. En el Estado éramos mayoría las empleadas estatales y, por lo tanto, así seguramente creíamos que sucedía en el sindicato.

      En esos meses decidimos organizar la parte visual. Ahí comenzamos a pensar el logo y otras imágenes que acompañarían a futuro, tenía que ser diferente a las representaciones sindicales estereotipadas (si existían) de mujeres, travestis, gays, trans y lesbianas.

      Era necesario simbolizar una mirada de nosotras/tres desde lo que éramos, desde lo que somos. Las imágenes tenían que transmitir confianza, emoción, fortaleza, alegría, libertad, astucia, capacidad, inteligencia, mirada de a dos, de a muchas, de construir entre todas/es. Una mirada de calor, de empatía. Necesitábamos hermanarnos, multiplicarnos, convocarnos, darnos un rato de felicidad. Y, a la vez, era necesario que estas imágenes tuvieran sutilezas, complicidad, cosas que se digan y que no; es decir, una comunicación metafórica desde el lenguaje visual. Que esas imágenes hablaran con nuestras compañeras, que se pudieran contar cosas entre ellas, que se aflojaran, pero sobre todo, que estuvieran cerca.

      El 8 de marzo del 2016 se lanzó el logo del área y este se multiplicó en afiches con algunos imanes que acompañaban frases como “Defendamos la Democracia, Ni un Derecho Menos”; “Sin Igualdad de Géneros No hay Justicia Social”; “Vivas nos Queremos”.

      Así fue que ese afiche y otros fueron circulando en todas las entidades estatales nacionales, provinciales y municipales. Es el día de hoy, en 2020, que todavía algunos de esos afiches siguen en los sectores.

      Luego vino el #NiUnaMenos y se lanzó la campaña sobre las violencias con una imagen que representaba a muchas /ches compañeras/res.

      Y más tarde, ese mismo año, en el Encuentro de las Mujeres de Rosario, decidimos hacer las pancartas, la bandera y el pañuelo. Los tres tuvieron su sentido y manera de encontrarnos dentro del Encuentro y dentro de la marcha pero el pañuelo tuvo y tiene una representación afectiva especial en cada una de las compañeras/eres, un protagonismo individual y colectivo.

      Ese pañuelo que tuviera cada una pero que nos representara a todas/es. Un pañuelo que nos identificara como sindicato, un pañuelo que nos llenara de luz, un pañuelo en el que quepamos todas/des. Y así fuimos construyendo esa pertenecía visual que hizo que esa imagen se identificara con las/es estatales. Las cabezas, cuellos, hombros, espaldas, cintura, zurdos, bombos enlazadas por el pañuelo de géneros de ATE Capital.

      En los años siguientes, esa imagen ya tenía su propio protagonismo. En las marchas, en las luchas y en el sindicato, ya

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