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un surgimiento irreverente

      Soledad Asurey, Julieta Carunchio, Julieta Hantouch, Abril Sanguineti

      Colectivo FIERAS

      Por qué nacimos fieras

      Los espacios culturales –o incluso en un sentido más amplio, la comunidad artística o el sector cultural–, batallan desde hace tiempo en la búsqueda de romper con las lógicas impuestas de pensamiento.

      Quienes elegimos el hacer cultural como forma de vida, sabemos de su potencia transformadora, potencial vehículo de emociones y reflexiones que, de otra manera, no lograrían atravesarnos. A la vez, el efecto de esa emoción en otres, muchas veces ha sido motor para seguir trabajando aunque las jornadas sean siempre dobles y el presupuesto, a veces nulo.

      Sin embargo, como sucede en el ámbito de la política, esa pulsión de transformar la sociedad, esa necesidad de ser constructorxs de sentido, esa mirada crítica y reflexiva que entrenamos quienes hacemos y consumimos cultura, no queda por fuera de las dinámicas de poder comúnmente establecidas, de la desigualdad en el acceso y las posibilidades de crecimiento. Tampoco, de esa “mano invisible” que ordena las tareas y direcciona el devenir de las personas que hacen al sector o permite en mayor o menor medida su desarrollo según su sexo, su género, su orientación sexual, su etnia o su pertenencia de clase, por nombrar algunos de los aspectos que entendimos que nos atraviesan y que tratamos de repensar.

      Nuestros lugares de trabajo son diversos: algunos espacios son más grandes, otros apenas logran recibir más gente que el living de una casa amplia. Algunos abren de lunes a lunes y otros, según lo que vayan programando. Algunos son multiespacios que reciben y producen cultura en todos sus sentidos, otros se abrazan fuerte a alguna disciplina muy querida y casi casi no se mueven de ahí. Pero seguro todos ellos comparten algo común: no importa cuanta trayectoria feminista (con o sin marco teórico) tengan, atravesades por el patriarcado estamos todes. La enumeración es muy amplia: desde la prevalencia de dueñes de los espacios (la mayoría, varones cis heterosexuales), pasando por la falta de conciencia que tenemos sobre cómo están compuestos nuestros equipos de trabajo (con conformación mayor o totalmente cis, blanca, nativa, de cuerpos moldeados por los patrones hegemónicos de belleza, muchas veces con prevalencia numérica cis-masculina) o qué tipo de contenido llena la grilla de programación, hasta la naturalización de nuestras dinámicas de trabajo, de las formas en las que aprendimos a trazar nuestros vínculos (o a no trazarlos) y los modos de solucionar (o no) los conflictos que pudiesen aparecer en nuestro quehacer cotidiano laboral.

      Seguramente parezca extraño, porque hay un sentido común arraigado en la sociedad que entiende a los espacios culturales como una vanguardia social que ya superó todas las contradicciones, las vicisitudes y las prácticas patriarcales que en el resto de la sociedad se sostienen. Sin embargo, una de las cosas interesantes que produjo la masificación de los feminismos, es la imperiosa necesidad de revisar todos los espacios, de posibilitar el cuestionamiento de todos los sectores, grupos, organizaciones, establecimientos e instituciones. Y lo que encontramos, cuando movemos un poco esos cimientos, es que tanto colectiva como indivualmente estamos trazades bajo normas y sentires que producen sistemáticamente exclusión y desigualdad.

      Y por esto nació FIERAS. Desde la irreverencia, desde el mismísimo silencio, desde el cansancio acumulado de años de tareas no remuneradas asociadas al género, desde la invisibilización y las violencias perpetuadas sobre nuestras identidades lesbianas, desde el hartazgo de la discursividad trans en boca de todes pero la falta de ofertas concretas de trabajo y de representación tanto en los escenarios como en las oficinas. Desde distintos posicionamientos identitarios y sociales, surge la necesidad de empezar a (de)construirnos en nuestros espacios como personas con voz, con voluntad y con vocación de poder.

      Nació con voz porque queremos decidir en nuestros espacios. Buscamos echar luz a nuestras realidades, hacer visibles las opresiones, poner en palabras necesidades y opinar sobre nuestras potencias y posibilidades.

      También nació con voluntad, porque somos sujetxs políticxs y sujetxs de derecho, que queremos y deseamos construir nuestros espacios de trabajo desde una necesidad amorosa, y conscientes de la responsabilidad histórica. Decimos “desde una necesidad amorosa” porque no concebimos posible esta transformación sin que se vean atravesadas nuestras sensibilidades, nuestras maneras de vincularnos, nuestras discursividades y los territorios donde las producimos y donde las compartimos. Y una conciencia de la responsabilidad histórica porque como productorxs de sentido –también, como sector en disputa con y pasible de ser captado por los lenguajes de la hegemonía (en este tiempo y territorio en donde también hay feminismo hegemonizado)– nos proponemos cuestionarnos y discernir sobre las acciones que hacia adentro de nuestras construcciones y en la programación del contenido de nuestros espacios puedan acompañar el proceso histórico que estamos viviendo. Y a la vez, proponemos que esas acciones hagan nuestros ámbitos de trabajo más equitativos, más amplios, y sobre todo más vivibles para todes quienes los habitan o quieran habitarlos. No nos queremos ver desde afuera, sino desde adentro, decidiendo, discutiendo e impulsando proyectos para potenciar nuestros lugares en su diversidad. Todos los espacios del colectivo son distintos y en cada uno de ellos cumplimos funciones diversas: en FIERAS hay dueñes, hay coordinadorxs, programadorxs, algunes están en la barra, otres administran, pero todes tenemos la misma voluntad de querer deconstruir y transformar los espacios de los que formamos parte, en una relación simbiótica también con nuestro propio proceso y el de nuestres compañeres.

      Y, por último, hablamos de vocación de poder: somos sujetxs políticxs a lxs que han oprimido y reprimido a lo largo de años, a lxs que han silenciado, que recibieron y siguen recibiendo agresiones y violencias de un sistema que naturaliza el odio y pone en valor unos cuerpos por sobre otros. Por todo esto entendemos que el momento es AHORA y el motivo, URGENTE.

      Así como entendemos que en el medio de la masificación de los feminismos (al menos en nuestro territorio) los espacios culturales no pueden quedar por fuera de la necesidad de cuestionarse internamente, también entendemos que no hay representación posible ni expresión que refleje nuestras necesidades y deseos, si no hay posibilidad de que seamos parte de los espacios en donde se discuten y se toman las decisiones, dando lugar a compañerxs mujeres, lesbianas, bisexuales, travestis, trans, no binaries, e intersex. Seguimos aprendiendo cotidianamente a ejercitar una práctica de poder que hable “con” y no “por” las diversas identidades que conformamos este movimiento y más particularmente este sector.

      Por esto nos levantamos más FIERAS que nunca un 23 de mayo de 2018 para reunirnos, encontrarnos, escucharnos y contenernos en un micromundo en el que pocas veces se dieron estas discusiones.

      Necesitamos darlas. Necesitábamos y necesitamos tenernos. FIERAS vino a cuestionar un sector muy cómodo en su lugar y en su posición. FIERAS llegó a abrirnos lugares, a brindarnos apoyo, a acompañarnos en un proceso de transformación de la misma sociedad y a incomodar e incomodarnos para transitar una nueva página de la historia que estamos escribiendo.

      Un colectivo urgente

      Cuando el tratamiento de la ley de interrupción voluntaria del embarazo se vuelve titular en las noticias –terminando de masificar un movimiento feminista que tiene historia de décadas y venía tomando carrera hace años–, esta conciencia del patriarcado nos despabila como un baldazo de agua helada. Nos reunió la necesidad de activar, no solo para acompañar el tratamiento de esa ley hasta convertirla en un derecho para todas, todos y todes, sino también la voluntad de aprovechar esa grieta por la cual el feminismo se colaba en todos lados para atender otras batallas necesarias y relegadas durante años. Esa fue la excusa y el primer objetivo.

      Por esos días, un grupo de gestoras culturales nos sentimos movilizadas para ir a firmar en apoyo a esta ley juntas, con la identidad que nos une. Se juntaban las cineastas, las escritoras, las periodistas, las músicas. Sentimos en ese momento que había algo que nos unía como gestoras de la cultura, como trabajadoras de espacios culturales, y después de algunos llamados telefónicos y un grupo de Whatsapp, nos encontramos a firmar.

      En la cola, ya habíamos puesto fecha para la primera asamblea. Y una noche medio fresca de mayo, en Feliza, fuimos más de 40 mujeres cis y lesbianas trabajadoras de espacios

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