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más de la red EnFamilia pero no tiene suficiente tiempo, aunque siempre ha estado presente y apoyando.

      Los hijos crecen y las preguntas cambian. Pasa el tiempo y descubrimos que lo más importante no estaba en lo académico, sino en la formación que ofrecemos a nuestros hijos, en la compañía y el ejemplo que les hemos dado para que lleguen a ser seres humanos responsables y sensibles, tolerantes y compasivos; personas que puedan aportar y mejorar el mundo desde el lugar en el que se encuentren.

      Como conclusión, la educación en casa, en familia o sin escuela puede ser vista como una opción más de educación que, en mi opinión, es positiva para todos los niños. Aunque tal vez no lo sea para todas las familias. Sin embargo, si los padres logran desescolarizar sus mentes, el proceso y los resultados pueden ser maravillosos.

      ¡Lo anterior lo escribí hace cinco años! ¡Guau! El tiempo sigue pasando. Ahora ya tengo dos hijos mayores de 21 años. Cada uno realizó su validación del bachillerato cuando sintió la necesidad. Fueron dos procesos muy parecidos aunque no simultáneos. Cada uno hizo el proceso de inscripción para presentar el examen, se preparó por su cuenta, sin apoyo de profesores, con la información y contenidos que encontraron de forma gratuita por internet, y sí, con la incertidumbre de si esto sería suficiente. Y así fue, pues en ambos casos lograron su meta, que era conseguir la validación del bachillerato, aunque ninguno de los dos obtuvo un puntaje muy espectacular en el examen, no era ese su objetivo.

      Veo en mis hijos una mirada distinta frente a la vida universitaria y las posibilidades laborales. Tienen claro que pueden seguir aprendiendo por su cuenta tanto como quieran, estando o no dentro de una universidad. A veces me preocupa que no sean tan ambiciosos o tan competitivos como era yo a su edad, tal vez sí lo son pero de una manera diferente que me cuesta trabajo comprender. Aunque sea difícil para mí no ver aún un futuro claro y definido para ellos, estoy segura de que tienen muchas herramientas para seguir construyendo su vida adulta, muchas más de las que yo tenía a mis 21 años. Son personas bonitas, inteligentes, con criterio, y me emociona ahora la posibilidad de observarlos mientras siguen creciendo, a nuestro lado o, tal vez pronto, lejos de nosotros.

      1 Ana Paulina Maya Zuluaga vive en Bogotá, Colombia. Es autora del libro Si el colegio no existiera. Homeschooling, la libertad de educar en casa, publicado en 2020 por Penguin Random House. Es ingeniera electrónica, bloguera y mamá de cuatro hijos que comenzaron a educarse en casa en el 2007. Lleva más de trece años viviendo la educación en familia e investigando su evolución en Colombia y el resto del mundo. Es cocreadora y coordinadora nacional de la Red EnFamilia. Ha participado en diversos eventos, proyectos, procesos de investigación y conversaciones sobre educación alternativa, homeschooling y unschooling. Sus sitios web son: www.anapaulinamaya.com, grandemedianopequeno.blogspot.com.co, lamamagallina.blogspot.com.co, www.enfamilia.co.

      2 El examen de ICFES (Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior) es una evaluación que rinden todos los jóvenes colombianos en su último año de bachillerato, ante una institución gubernamental. El puntaje de este examen es determinante a la hora de ingresar a una universidad, ya que cada carrera exige un puntaje mínimo como condición obligatoria para realizar el proceso de admisión.

      Alternativas educativas:

       qué es y cómo funciona el unschooling

      por Yvonne Laborda 1

      Si lo que más nos preocupa e interesa es el bienestar físico, emocional e intelectual de los niños y las niñas, y que puedan llegar a ser las personas que han venido a ser, nos daremos cuenta de que, para conectar con su ser esencial más profundo, necesitarán de una mamá y un papá conectados emocionalmente con ellos, y también de un entorno lo suficientemente seguro donde se les ayude a desplegar sus intereses, pasiones y talentos.

      Educar es extraer del otro, dejar salir y florecer, y no introducir conocimientos académicos. Los niños ya son un todo y lo ideal sería permitir que ese todo se manifieste. Ellos ya vienen conectados a su sí mismo. Somos los adultos y el entorno quienes los desconectamos de su verdadero ser. Salirse de sí mismo es un gran esfuerzo para el alma infantil, ya que el niño debe reprimir aquello que es genuino: sus intereses, pasiones, ritmos, e incluso su necesidad motriz.

      Las emociones también son muy importantes a la hora de aprender. De hecho, las emociones afectan toda la vivencia infantil: el juego, la alimentación, las relaciones con iguales y, posteriormente, al aprendizaje formal. Las emociones pueden generar la guerra o la paz. Para que un niño pueda aprender libremente, necesita sentir que sus necesidades son respetadas, satisfechas en la medida de lo posible y escuchadas por los adultos referentes.

      El sistema límbico, o lo que es lo mismo, el cerebro emocional, necesita ser estimulado para poder aprender y hacer las conexiones neuronales necesarias. Cuando un niño está estresado, preocupado, siente ansiedad, miedo, culpa, o no se siente feliz ni está a gusto, los niveles de cortisol y adrenalina se disparan y suben. Por tanto, hay una pérdida de riego sanguíneo en la base pre frontal cerebral que bloquea la conexión neuronal y el niño siente que no puede o no vale. Dicho de otro modo, cuando un niño se siente feliz, valorado, tenido en cuenta, escuchado, seguro, los niveles de betaendorfina suben y hay más riego sanguíneo en la base pre frontal; por tanto, aprender es más fácil al estar conectados con la creatividad y el ser esencial. El médico español Mario Alonso Puig lo explica muy bien y en una resonancia funcional magnética se pueden comprobar dichos niveles y sus efectos. En resumen, para poder tener acceso al ser esencial de cada niño y a sus talentos innatos, es necesario permitirles conectar con sus propios ritmos y pulsos, además de propiciar un ambiente seguro, emocionalmente hablando. Esto es, acompañarlos desde quienes ya son, desde el lugar de donde vienen y permitirles llegar a donde quieran llegar.

      La enseñanza formal tradicional hace que el niño tenga que reprimir dichos ritmos, ya que debe adaptarse al grupo o al profesor: todos deben hacer lo mismo al mismo tiempo y del mismo modo; la enseñanza es dirigida y forzada. Esta despersonalización lo aleja totalmente de su verdadero ser, de sus verdaderos intereses, deseos, ilusiones, pasiones y talentos; en definitiva, lo desconecta de su propósito de vida. Y así, muchos niños llegan a la adolescencia totalmente desconectados y sin saber quiénes son, de dónde vienen y, mucho menos, a dónde quieren ir.

      Los centros de enseñanza convencionales están organizados para el día a día de los adultos, no del niño. No favorecen el despliegue de la creatividad; más bien la reprimen. Los centros culpan a los padres y los padres se quejan de los centros. Y los niños son los rehenes. En realidad, nadie mira al niño ni a sus verdaderas necesidades. Hay que buscar soluciones a favor del desarrollo de los niños y no en su contra. Es urgente darles más voz y mirada. Tenemos que empezar a mirar por fuera del rebaño si realmente queremos que lleguen a donde quieren ir. Se trata de, por fin, escuchar la voz del niño que nadie oye. Cada vez hay mayor distancia entre la vivencia interna real de los niños y lo que se espera de ellos. Cuanta más distancia emocional haya entre la experiencia y la vivencia del niño y su entorno, menos podrá conocerse, comprenderse y desarrollarse.

      ¿Cómo aprende realmente un niño? Para poder aprender, tenemos que tener interés, pasión y motivación intrínseca; es decir, la que nos viene de dentro, del corazón y no la motivación externa que depende de premios, amenazas y castigos. Los niños desconectados son los que no podrán saber qué les gusta o qué les interesa. Donde hay un verdadero interés, hay aprendizaje. No se puede aprender sin interés, sino más bien solo memorizar, y lo memorizado se acaba olvidando. Los niños aprenden más y mejor cuando están interesados en aquello que quieren o necesitan aprender. Para interesarse por algo, un niño necesita ver, experimentar, preguntar a su propio ritmo.

      Aprender

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