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la diversidad es una esperanza para este mundo. La propia, la ajena. La de cada criatura viva de este planeta. La diversidad es esencial para el equilibrio de la vida. Allí donde hay diversidad, hay salud. En lo biológico, a menor diversidad, mayor desequilibrio. Lo vemos en la salud de nuestras bacterias intestinales, lo vemos en ecosistemas como los bosques. Pero la escuela tradicional sigue ajena a esta idea y aún ahora se empeña en uniformizar a cada criatura que pasa por sus manos.

      Cada ser humano es único, irrepetible. Es de vital importancia que empecemos a tomar consciencia de lo importante que es permitir que cada bebé que llega a este mundo sea escuchado en sus necesidades (físicas, afectivas, mentales) y que no tenga que adaptarse imperiosamente a las necesidades de esta sociedad capitalista. Ni que seamos los adultos quienes recortemos a cada criatura para que encaje en este mundo desequilibrado según nuestras limitadas expectativas.

      Este libro es un valioso reflejo de familias y experiencias de profundo cuestionamiento ante lo establecido. Y yo desde aquí solo puedo celebrarlo y sumarme. Estamos juntxs construyendo un mundo mejor, más diverso, donde caben otras formas de aprender, mucho más en contacto con las necesidades genuinas de la infancia. Gracias a ti por sumarte también.

      1 Cristina Romero es autora, entre otro, del libro Una revolución en la Escuela, despertando al Dragón Dormido y es coautora, junto a Laura Gutman, de Mi hijo no quiere ir a la Escuela. ¡Y tiene razón! Ambos libros fueron publicados por la editorial Ob Stare.

      Cuarentena

      andamos con la emoción en los pasos

      abrimos el corazón y los abrazos

      aprendemos y enseñamos

      sentimos disposición a lo nuevo

      agradecemos estar aquí

      cantamos

      la lluvia limpia cada uno de nuestros rincones

      el viento cosecha nueces

      los más pequeños nos enseñan a confiar

      sus ojos sonríen

      aprobando nuestras intuiciones

      dando cuerpo a nuestro caminar

      estamos en cuarentena

      en familia, en red, en comunidad

      Educando en familia a cuatro hijos, trece años después

      por Ana Paulina Maya Zuluaga 1

      Somos una familia formada por papá, mamá, una hija de veintidós años, un hijo de veintiuno, una hija de quince, un hijo de trece y tres gatos (que han llegado a ser siete y estuvieron acompañados, en alguna época, por una hermosa golden retriever que fue nuestra compañía, caballito y niñera por doce años).

      Nos salimos del sistema escolar en 2007, y durante todos estos años he escrito mucho sobre la educación en familia y sobre nuestra experiencia, principalmente en los dos blogs que creé para ese fin. Decidí construir este texto aprovechando trozos de los relatos, experiencias y reflexiones creadas vividas durante todos estos años.

      Una de las primeras preguntas que nos hace la gente es: ¿por qué razón tomaron la decisión de desescolarizar? Ahora tengo muy claro que hay unas razones por las que tomamos la decisión y otras muchas, que vamos descubriendo en el camino, que nos hacen mantenernos educando en familia. Lo que sigue es lo que escribí al respecto cuando llevábamos solo un año educando en casa.

      Junio de 2008 - ¿Por qué educar en casa a nuestros hijos?

      Esta es la pregunta obligada cuando contamos a alguien que nuestros hijos mayores no van al colegio. Hay muchos motivos que hemos ido descubriendo sobre la marcha pero, si vamos a ser sinceros, fueron dos los que nos animaron a “lanzarnos al agua”:

       el disfrute del aprendizaje compartido en los momentos de responder a las preguntas de los niños, consultar en un atlas, investigar en internet. Siempre quedaba la sensación de ¿por qué no hacemos esto más seguido? Y si yo estoy dedicada a ellos de tiempo completo ¿por qué no educarlos yo misma?;

       el factor económico. El colegio en el que estaban María Alejandra y Juan José era cada vez más costoso, y entonces ¿cómo íbamos a hacer cuando los cuatro fueran al colegio? Probablemente tendríamos que cambiarlos a uno más barato, pero ¿qué tan satisfechos estaríamos con la educación del nuevo colegio?

      Ahora que cumplimos un año desde que salieron de “vacaciones indefinidas” vemos muchos cambios positivos que han sucedido en nuestros hijos:

       se ven felices y tranquilos, hacen lo que quieren y lo hacen porque les gusta, durante todo el tiempo que ellos quieran hacerlo;

       comen mejor, más saludablemente, pues de nuestro mercado desaparecieron los paquetes y los jugos de cajita; obviamente se aumentó el consumo de frutas, yogurt y queso;

       están alejados de esa presión consumista a la que estaban sometidos en el colegio, no andan pendientes del juguete o la ropa de moda, ni piensan que se van a morir si todos lo tienen y ellos no;

       han descubierto la libertad de seguir el ritmo de descanso que su cuerpo les demande: acostarse a dormir cuando sientan sueño o cansancio y levantarse en la mañana porque ya han dormido suficiente, y no porque tienen que correr o los deja el bus.

      Y así podría seguir enumerando aspectos positivos. En conclusión, creo que hemos encontrado nuestro rumbo.

      Hoy, a 2020, veo muchas fallas en el sistema escolar y sus prácticas, que no había visto cuando escribí lo anterior. Tengo claro que casi ninguna escuela tiene las condiciones necesarias de respeto y libertad que deben rodear a los niños durante su etapa de crecimiento y formación. Mi lista de motivos para preferir la educación en casa es muy, muy larga.

      A medida que el tiempo pasa, seguimos aprendiendo, los hijos crecen y con ellos se superan unos miedos y aparecen otros.

      Hablando de miedos, hay uno que parece bastante omnipresente y que genera una gran pregunta, tal vez la más repetida y que más nos cansamos de responder es: ¿qué pasa con la socialización? Ahora, con toda la experiencia acumulada, me sorprende que la gente pregunte esto de manera mecánica, que estén tan convencidos de que si los niños no van al colegio, no socializan; es como si creyeran que al no ir al colegio van a convertirse en jóvenes desadaptados y antisociales. ¿Se habrán preguntado alguna vez qué significa socializar? Sobre esto escribí cuando llevábamos dos años por fuera del sistema escolar y mis hijos mayores estaban comenzando su preadolescencia y adolescencia.

      Agosto de 2009 - Socialización

      Creo que, después de dos años sin colegio, ya puedo atreverme a hablar sobre la famosa pregunta que todos hacen: “¿Y la socialización?” Y es que, aunque había leído mucho sobre lo inquietante que resulta el tema para los que no conocen esta opción de educación, cuando tomamos la decisión de sacar a nuestros hijos del colegio, eso no me preocupaba tanto. Ahora puedo ver los cambios en mis hijos, sus progresos en el trato con los demás, y pienso que lo mejor que le pudo haber pasado a su socialización fue desarrollarla fuera del colegio, en el mundo real.

      Para mí, la socialización que se da en el colegio es totalmente artificial: los niños son agrupados por edades, para comodidad del adulto, no porque sea lo mejor para el niño y su desarrollo. En la vida real estamos rodeados de personas de todas las edades, profesiones, temperamentos, niveles socioculturales, color de piel, acentos. Esa es la verdadera socialización y es la que les ofrecemos a nuestros hijos día a día al incluirlos en la vida cotidiana de la familia. De ninguna manera están encerrados en casa todo el día, ni les negamos

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