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humana y la no humana. Hay reflexiones de orden epistemológico, que se preguntan acerca del sujeto y el objeto del conocimiento, (quién y cómo se produce conocimiento), acerca de los humanos y los procesos artificiales, y acerca de la manera en la cual el conocimiento siendo equivalente con la vida, está siendo producido actualmente por software húmedo, el cual podría ser considerado como vida liminal. Es una epistemología maquínica, que rebasa la epistemología humana. Es también una amplitud de la idea de conocimiento. (Hernández et al., 2018).

      Tal vez estos seres semi-vivos podrán desarrollar conciencia, capacidades, al haber emergido como novedad en lo vivo. Es el caso de HeLA: Helacyton Gartlieri, la cual fue descrita de esta manera por el científico Leigh Van Valen. Se trata de una célula que no proviene de un cromosoma humano, lo cual la hace incompatible con nosotros. Fue nombrada a partir de Stanley Gartler. Su nicho ecológico la hace dependiente de la tecnología, pero posee una gran capacidad para persistir y expandirse, lo cual la hace superar los límites de la decisión o del control y la imaginación de los humanos, quienes la cultivaron.

      La vida es cuestión de grados (Bedau y Cleland, 2016). Más allá de la tendencia a clasificar separadamente lo vivo y lo no vivo, se puede plantear cuál es la relación que tenemos con los diferentes grados de la vida y cómo esta nos transforma. ¿Cuál es nuestra comprensión frente a estas formas de vida distinta? Quizás, deberíamos plantearnos una mirada en espejo que permita vernos también como una vida en grado relativo y no como la referencia absoluta de toda vida. Así, podríamos ser concebidos como una expresión de la idea de “adaptación flexible”, planteada por Bedau y Cleland (2016) en la cual la vida es un proceso con estas características, más que una esencia. Apoyándonos en las ciencias cognitivas, la vida que creamos tecnológicamente sirve para mirarnos y continuar el proceso de transformación de identificación hacia nuevas aperturas. La “vida parcial” plantada por Catts y Zurr, si bien emerge de cuerpos de vida conocida, no vuelve a ellos, ni es su objetivo. En cambio, se mantiene viva fuera de ellos y puede tomar formas diferentes, conforme continúa su crecimiento. En ese sentido es una vida emergente, no producida. Al observarla, queda cuestionada la percepción, la identidad y la vida como la conocemos, como garantes únicos de conocimiento. Esta plantea escenarios de vida desconocida, similares a aquellos propuestos por el software algorítmico de la simulación computacional (Humphreys, 2004), dotados de diversos grados de vida, extraños en sus formas y comportamientos. Autónomos frente a nosotros, pero dependientes parcialmente de la tecnología, lo cual también es el caso de la vida humana y de otras especies. En este sentido, hemos nombrado con el término “paisajes artificiales” a estas formas de vida emergentes. La obra Residual Memory de Gail Wight (1993) plantea ideas relacionadas, donde la artista cultivó chips y bacterias juntas, en placas de Petri (López del Rincón, 2015, p. 90). Con ello, subrayó la cercanía de dos materiales, el silicio y el carbono, aparentemente disimiles. Esta obra muestra la importancia de la reunión de materiales para que la vida, orgánica o artificial, de forma a esperar o producir la hibridación. Es una invitación a pensar las relaciones intrínsecas existentes entre materiales separados por una historia de representación humanista, ahora vueltos a reunir a través de procesos poshumanos y ecologías artificiales que explican la intersección e interacción entre los materiales de una química orgánica e inorgánica. En estos mundos bioinmersivos se reúnen ambas formas de vida. (Hernández, 2016a). Ellos ponen en escena para la interacción un conjunto de elementos de naturalezas distintas en cuanto a su conformación física, espacial, sensorial, material y de sentido, haciendo un proceso de síntesis. De lo cual emergen posibilidades de vínculo, opciones insospechadas que construyen nuevas aperturas frente a lo que cada uno era al origen.

      Estamos en presencia de una gama de paisajes virtuales, artificiales, vivos, y con un sentido de autoproducción, crecimiento y no-linealidad. Se ofrecen como entidades vivas, abiertas, inacabadas, dependientes de la tecnología y libradas al azar. Estos paisajes no pueden ser previstos de antemano, en el sentido más radical posible, pues no se asemejarán a formas de vida conocidas o que respondan a definiciones previamente establecidas de identidad, selección, valor o taxonomía. La pregunta que se genera es: ¿cómo emerge una teoría estética sobre estos paisajes poshumanos a partir del tipo de trabajo que se produce en los laboratorios de ingeniería biológica y de simulación computacional y que van más allá de la taxonomía establecida por la biología? La relación entre arte, ciencia y tecnología ha organizado un paisaje artificial que implica un cambio fundamental en la comprensión de la vida, pues esta ya no se concibe únicamente a partir de lo que conocemos de ella en sus estructuras esenciales, sino en su comportamiento dinámico e impredecible, el cual cambia también su origen. La superación de la taxonomía heredada sería uno de los primeros horizontes para construir un paisaje abstracto de conceptualización y hallazgos de cómo la vida podría ser. Las categorías clásicas acerca de la vida conocida constituyen solo un ejemplo de sus posibilidades, pero que se restringe solo a una parte de la vida, e incluso solamente a aquella que observamos o detectamos con la tecnología a disposición hasta este momento.

      La computación, más exactamente la vida artificial, ofrece preguntas y dinámicas morfológicas que permiten pensar en nuevas formas de vida que generan la necesidad de una estética poshumana, capaz de aceptar relaciones sociales entre humanos y no humanos, en particular, teniendo en cuenta la pequeña escala de la vida microbiana que domina el planeta. Ahora bien, ¿cómo puede la computación ser un camino para comprender la sensibilidad no humana de la vida artificial y biológica en una perspectiva indeterminada? ¿Cómo esta puede mostrar niveles de creatividad más complejos? Los paisajes poshumanos de los mundos bioinmersivos permiten que los participantes experimenten una relación con las formas vivas que emergen de procesos de hipercomputación. El propósito es reconocerlas y comprometerse con ellas en una relación endo y ecosimbiótica. Se trata de considerar microbiontes y holobiontes como poshumanos actuando sin jerarquías.

      Es necesario superar la mirada humanista. Para ello es necesario imaginar biosferas de conocimiento y econosferas capaces de ir más allá de los límites restrictivos de la aproximación humana, los cuales coinciden con aquellos establecidos entre el arte, la ciencia y la tecnología. Una nueva propuesta debe emerger para combatir el Antropoceno, que ha generado la extinción de los recursos, la contaminación y explotación de la naturaleza (Latour, 2013). Estas opciones pueden surgir del uso de materiales artificiales y tecnologías vivas. El Neoceno implica innovaciones científicas, tecnológicas y artísticas, incluso para la resiliencia de los ecosistemas. Ellos podrían producir su propio ambiente para la adaptación y complejidad a partir de las lógicas de los mundos bioinmersivos.

      Existe la necesidad y la posibilidad de construir una articulación entre la ecología y la tecnología en relación con los entornos computacionales. No obstante, urge proponer horizontes posibles para entender el mundo en el que vivimos en la conexión —ya inseparable— entre paisajes biológicos y sintéticos. La unión de estos conforma paisajes artificiales que actúan como mundos de información programada a través de la computación y producidos a través de la Vida Artificial. Dichos paisajes de datos se experimentan como entornos habitables, perceptibles, y experimentables a través de la inmersión y la participación.

      En el Antropoceno, esta era geológica donde los humanos hemos expoliado la naturaleza hasta denominarla nuestro recurso, también estamos siendo parte de un conjunto planetario en proceso de originar otra forma de vida, una nueva especie que nos sucederá y de la cual desconocemos su morfología. Al parecer, todas las especies mamíferas tienen un tiempo específico de permanencia, para luego bifurcarse hacia nuevas creaciones evolutivas. Las cianobacterias en los orígenes de la vida produjeron oxígeno sin saberlo, a través de la metabolización de la glucosa, creando de esta manera una atmósfera donde se podía respirar. Con ello hicieron posibles nuevas especies, incluida la humana. De manera análoga, nosotros creamos y estamos participando de una red de ecologías artificiales, donde los demás seres vivos también están interconectados, y dando paso a la especiación. Otras condiciones, tales como la gravedad, la temperatura o la información harán emerger otros tipos de vida, a través de procesos de emergencia y autoorganización. Desde los microbios hasta los humanos, estamos habitando horizontes no predeterminados gracias a las acciones que llevamos a cabo tanto en la investigación como en la vida cotidiana. Los seres vivos nos comportamos como lo hace la memoria química, a partir

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