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En los días de borrascas. Lucas Guiastrennec
Читать онлайн.Название En los días de borrascas
Год выпуска 0
isbn 9789878709444
Автор произведения Lucas Guiastrennec
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
Si el 80% del crecimiento demográfico en la ciudad entre 1855 y 1885 se debió a tal variable y la incrementación porcentual de los extranjeros paso de un 35, 3% a un 52,8 % (véase cuadro 1), 25 el impacto sociocultural que produjo el fenómeno en la ciudad fue rotundo. Para 1870 en sus calles de la ciudad se oían incomprensibles y estrafalarios dialectos, se asistía a modalidades, costumbres e incluso regímenes impensados. Muchos criollos se sentían molestos ante los recién llegados y trataban de marginarlos. A su vez los inmigrantes buscaban integrarse entre ellos mismos, conformando un circulo hermético, como reacción defensiva, demostrando que el mismo desprecio que el criollo sentía por ellos lo experimentaba el inmigrante ante la nueva sociedad.26 Estas escenas cotidiana son redactadas por testigos de época, como Antonio Samper quien relataba que si bien había muchos parques, estos eran ocupados siempre por los inmigrantes recién llegados que esperan colocación; de manera que las personas aseadas o delicadas, no pueden frecuentar esos lugares.27
El contingente de extranjeros en la ciudad de Bs. As.:
Cuadro 1: Distribución porcentual de la población por nacionalidad
Año | argentinos | extranjeros | Total |
1855 | 64,7% | 35,3 | 100% |
1869 | 50,4% | 49,6% | 100% |
1887 | 47,2% | 52,8% | 100% |
Estos datos se tornan interesantes al compararse el desmesurado crecimiento demográfico con la reducida expansión arquitectónica de la ciudad.
Hacia 1870 la ciudad de Buenos Aires tenía dimensiones urbanas mucho más modesta en comparación con su vertiginosa demografía. El centro se limitaba entre las calles Piedras (Bartolomé Mitre) hacia el norte y Potosí (Alsina) hacia el sur, es decir lo que hoy es la plaza de Mayo y sus alrededores más próximos. A ese centro se le sumaban catorce pequeños fragmentos geográficos cuyos puntos centrales eran sus parroquias: Catedral al Sur, Catedral al Norte, San Nicolás, El socorro, San Miguel, Monserrat, Concepción, San Telmo, La Piedad, Balvanera, Pilar, Barracas al Norte, San Juan (La Boca) y San Cristóbal. La planta urbana tenía una estructura con forma más o menos triangular, su base sobre el Rio de la Plata, entre Retiro al norte, y plaza constitución al sur, que se iba haciendo angosto a medida que se acercaba a Plaza Once. El censo de 1869 indica que esa ciudad se componía de 20.838 casas, y se descomponía en 18.507 de un piso, 2.078 de dos pisos y 253 de tres pisos. La planta urbana no se extendió al ritmo de esa población que la habitaba, de forma irregular, concentrándose en barrios cuyas características poseían verdaderos rasgos étnicos.28
El impacto inmigratorio provocará de manera lenta pero constante movimientos poblacionales en el interior mismo de la ciudad, que serán intensificados luego con la epidemia. Hasta el derrocamiento de Rosas el barrio sur (Concepción y San Telmo), era un barrio señorial pero un lento éxodo de las familias “más respetadas” comienza, y se acelera a partir de 1860. La principal causa de este fenómeno fue los nuevos gustos modernos de las familias más pudientes. La arquitectura de las casonas coloniales ya no reunía esas cualidades estéticas que a las pupilas de aquellas familias representaba lo bello y majestuoso; como tampoco ya el barrio lo hacía. Esto motivó que Catedral Norte, San Nicolás o el Socorro, parroquias donde florecía una arquitectura moderna, se conviertan en nuevos puntos de atracción. En el imaginario social si el Sur representaba lo atrasado, en tiempos de azote epidémico ese constructo se profundizará y vinculará con otros. La zona Sur era a la vez el principal punto de destino de los inmigrantes, cuestión que también se alista a las causas del éxodo de familias solventes que no deseaban la vecindad.
Empero, el rechazo y resistencia a los indeseables huéspedes tenía sus límites lucrativos, que doblegaba cualquier linaje aristocrático. Los criollos, dueños de las casonas vejadas, de numerosas habitaciones, no dudarían en alquilarlas a precios módicos a los recién llegados, o vendérselas a un inmigrante que, asentado social y económicamente, generalmente por su extensa estadía en el país, se transformaba en líder de su grupo (en el caso de los italianos conocidos como Padrone). Una vez adquirida, este se las alquilaba a sus connacionales recién llegados y casi siempre atraído y llevado por él a través de un mecanismo conocido como cadena migratoria,29 dando origen y proliferación a un tipo de vivienda colectiva que estará entre las cejas de los médicos e higienistas contemporáneos: Los conventillos.
Los conventillos se caracterizaban por su promiscuas divisiones, cuyos pocos metros cuadrados servían de dormitorio, comedor y sala, y de escasa o nula ventilación motivaba la resistencia y mezcla de efluvios. Hacinamiento, suciedad y desidia eran los conceptos que se vinculaban con esta vivienda popular, donde hasta el agua para lavarse era difícil de obtener.
El exiguo estado sanitario de la ciudad
Pero el problema del agua no era sólo puertas adentro del conventillo. Las exigencias modernas para una ciudad que se pretendía como tal, reclamaba la urgencia de contar con los servicios de agua corriente y cloacas. Ya en 1862 se estudió la posibilidad de que la población de la ciudad contara con aguas corrientes, pero recién en 1867, en el gobierno de Alsina, se puso en práctica dicho proyecto. Dirigido por el ingeniero Coghlan, se importaron los elementos necesarios de Gran Bretaña y recién en 1869 Buenos Aires inauguró su primer tramo de aguas corrientes, escasos 20.000 metros de cañería, con filtros en la Recoleta. Evidentemente el servicio era mínimo y por ende los beneficiados; y si a la exigüidad agregamos la total interrupción del proyecto, no resta más que señalar su real fracaso.
A su vez, el aprovisionamiento de agua era por entonces más que complicado, peligroso. Podía ser comprada por pocos centavos a los aguateros, quienes las ofrecían en un tonel sucio y extraída en el mismo sector del rio donde las lavanderas emergían las sucias prendas y donde pululaban las deyecciones de equino. José Wilde comenta que las autoridad señalaban el sector de donde los aguateros debían sacar su provisión del río, pero esta disposición era burlada muy frecuentemente, sacando de donde más les convenía, aun cuando estuviera revuelta y fangosa.30 La Otra manera, escatológicamente peor, era obtenerla de pozos cuyas aguas se mezclaban con las fecales debido a su proximidad con los pozos negros de las letrinas.
Por otro lado, la recolección de basura se limitaba al centro y los carros tardaban días en recolectarla, incitando la fermentación de la basura en detrimento de la salud. La insuficiencia numérica de los carros, y su mezquina capacidad eran escollos para brindar un servicio apto. Pero la recolección de la basura no garantizaba el deshacerse de ella, ya que esta misma era empleaba en el relleno de terrenos y calles para su nivelación y futura urbanización. El magma era luego emparejado, apisonado y cubierto por el empedrado “a bola”. Allí abajo, en verano, la basura fermentaba en gran escala y dejaba sentir su presencia, despidiendo una sinfonía de olores mefíticos por las juntas del pavimento.31 A ello sumémosle que, ante la carencia de desagües para el desecho de aguas servidas o de lluvias, hacia que vaya a parar también a la calle:
“hasta hace no muchos años se veían aun en los puntos más centrales de la ciudad, inmensos pantanos que ocupaban a veces cuatros cuadras enteras. Los pantanos se tapaban, con las basuras que conducían los carros de policía. Estos depósitos de inmundicias, estos verdaderos focos de infección, producían, particularmente en el verano, un olor insoportable, y atraían millares de moscas que invadían a toda hora las casas inmediatas. Muchas veces se veían en los pantanos animales muertos aumentando la corrupción.”32
El problema del aire era más profundo aun, tratándose, según el Dr. Rawson, de una ciudad poco oxigenada desde su nacimiento:
“la ciudad de Bs. As., que tomaremos como modelo en nuestro estudio sobre la higiene pública, dará a nuestra observación los elementos más evidenciados de que sus fundadores no tuvieron suficiente previsión para hacerla un centro saludable. Sus calles tan estrechas que impiden la circulación amplia