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en un determinado tiempo y lugar. Expresado ello, resulta importante volver sobre la crítica realizada a la Historia de las mentalidades. Fundamentalmente la pasividad irracional de los actores sociales y su connotación interclasista que esos estudios encierran, al unir el adjetivo «colectiva» al de «mentalidad».5 Atento a ello, consideramos que el análisis de los imaginarios sociales puede ser un camino posible para aproximarse a las aspiraciones, los miedos y las esperanzas de los actores sociales. En ellos se reflejan los enemigos, los conflictos sociales, los mecanismos de dominación y control, pero también se esbozan estrategias y tácticas6 de los actores sociales que sortean, en parte, los determinismos estructurales, de dominación y poder que se intentan imponer.

      Pero, ¿dónde está representado ese imaginario social?; ¿cómo, y a través de qué, nos podemos aproximar a él? Los discursos son los que los materializan.

      Lo real importa en cuanto excedente del lenguaje, rebasamiento que persiste y retorna por los intersticios de las construcciones simbólicas emergentes en los discursos que subyacen desde cierto ámbito que le da sentido: científico (la enfermedad se explica en virtud del método y leyes que ésta engendra), religioso (la enfermedad es así en virtud de las leyes divinas), artístico (la enfermedad se muestra así en virtud de las pasiones que atraviesan lo creativo) y periodístico (la enfermedad es así en verdad porque nosotros mostramos esa verdad).

      Las premisas delineadas hasta aquí resultan sugerentes, empero deben abordarse con debidas precauciones. Pretender analizar un fenómeno pretérito a partir de un procedimiento semiótico de las formas, puede arrojar como resultado una historia “descarnada” y unívoco en los signos o símbolos. Es decir, toda manifestación del imaginario social en los discursos despojado del ropaje contextual que lo reviste, determina que se pierde en ellos el despliegue de estrategias discursivas de actores sociales, dentro de los márgenes que disponen y permiten las posibilidades de acción.

      Es ineludible en este punto tener en cuenta las advertencias de Roger Chartier:

      Pues, si bien nuestro trabajo se alinea con la construcción discursiva de lo social, ello no supone abandonar el intento de aproximarnos a la construcción social de los discursos. Finalmente, si el mundo social es en buena medida un espacio de sentidos compartidos, parece clara la importancia que tienen las «prácticas discursivas» para el conocimiento y la comprensión de la realidad social.

      En balance, consideramos que el camino de establecer conexiones entre los discursos analizados y el espacio social que le han dado vida, ofrece posibilidades concretas de alcanzar nuestros propósitos.

      La obra se organiza en cinco capítulos:

      El primero invita recorrer ese escenario pretérito en el que tuvieron lugar los discursos e imaginarios sociales a analizar. Comienza describiendo los conocimientos que provee la medicina sobre la fiebre amarilla, desde la mirada de la bacteriología moderna, para luego transportarse al momento donde emerge la epidemia y las concepciones médicas centradas en las teorías miasmáticas. El contexto sociodemográfico, en los albores de la inmigración masiva, y sus consecuencias demográficas y culturales en la ciudad. El estado sanitario de una urbe que se pretendía moderna, con delicados problemas de aprovisionamiento de agua, la recolección de basura, los «pantanos urbanos», la escasez de hospitales y asistencia médica en general.

      Ya centrado en el análisis de los discursos e imaginarios sociales que se construyeron entorno a la epidemia, el segundo capítulo incursiona en los discursos médicos a través de tesis doctorales, revistas científicas y folletos. En estos se destaca las incertidumbres que han generado la enfermedad y el impulso de un imaginario médico renovado del miasma. El debate etiológico entre infeccionistas y contagionistas, la diversidad de tratamientos, y la individualización de responsabilidades.

      El tercer capítulo está atento a los discursos periodísticos a través de la prensa gráfica pero también folletos, revistas, memorias, comunicados y fuentes estadísticas oficiales sobre índice mortuorio. La reconstrucción del cruce discursivo entre los postulados provenientes del establishment médico con los denominados charlatanes, enriquece la complejidad de las prácticas discursivas en un contexto de expansión de la profesionalización del campo médico. Nos adentramos en el mundo de la medicina alternativa, no sólo señalando las esperadas diferencias con la medicina diplomada, sino sorprendentemente identificando saberes, prácticas y terminología compartida, y demostrando cómo se construye un imaginario social que asociaba al miedo como principal etiología de la enfermedad.

      Desde los periódicos se percibe una nueva representación del espacio físico agrupado en dos categorías metafóricas: la ciudad enferma, el campo saludable. Dentro de ese espacio los discursos no sólo se esforzaron por denunciar los focos de infección que originó la peste, como el Riachuelo, los saladeros, los conventillos y los inmigrantes, sino además enfatizaron sobre la ampliación de la ciudadanía social a través de la defensa de la salubridad pública por encima de intereses individuales. Al mismo tiempo se destaca la actuación del Estado para garantizar tales derechos, combinando un accionar tanto disciplinador como asistencialista.

      Vinculado a la cuestión de los conventillos se erigió un imaginario entorno a la «casa enferma» que contagiaba y por estas razones se priorizó el desalojo como acción necesaria e inmediata para detener la expansión devastadora del foco. Los inmigrantes, por otro lado se convierten en chivos

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