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justa las diferentes opciones, los investigadores tuvieron que calcular una dimensión de uso adicional: ¿Cuántos pares de manos secaría cada método durante su vida útil? Los investigadores usaron la garantía de cinco años, típica de las secadoras de manos eléctricas, como la duración de vida aproximada de estos productos y durante la cual una secadora puede utilizarse 350.000 veces.89 Con esa aproximación de uso establecida, el próximo paso fue medir los insumos de cada método y sus impactos ambientales: En el caso de las secadoras de mano, esto significó elaborar una detallada lista de todos los materiales utilizados para fabricar y operar las máquinas; desde el metal, plástico y adhesivos hasta los componentes electrónicos y empaques en que se transportan las máquinas.

      Cada método tenía diferentes problemas en la huella de su uso. Las toallas de papel requieren una fuente constante de papel, que podría incluir algo de contenido reciclado, y también necesitan de un cesto de basura y una bolsa plástica diaria para protegerlo. Los rollos de toallas de algodón duran un promedio de 103 usos antes de ser reemplazadas. Tanto para las toallas reutilizables como para las desechables, el combustible consumido durante la entrega de las toallas es responsable de una gran parte del impacto ambiental. Por sí misma la máquina Airblade, con su robusta construcción y electrónica de avanzada, tuvo una alta emisión inicial de carbono durante su proceso de manufactura en comparación con la simple caja metálica del dispensador de toallas de papel.

      Para los tres tipos de secadoras de mano eléctricas, la mayor parte de su huella de carbono provino de la electricidad consumida durante su uso (más de 91 por ciento en el caso de la Airblade90). Es aquí donde, como predijo Dyson, su producto superó a todos los demás. No solo la Dyson Airblade extrajo electricidad por menos tiempo que sus competidores, también extrajo menos electricidad cuando está encendida. La Airblade consumió 1.400 vatios91 durante su ráfaga de 12 segundos. El Xlerator extrajo 1.500 vatios por 21 segundos más 1.5 segundos de desaceleración de las aspas a media capacidad. La secadora de manos tradicional extrajo 2.300 vatios durante su ciclo de 31 segundos, casi cinco veces más que el total utilizado por la Airblade.

      Por último, el estudio encontró que la Airblade sí tenía el promedio más bajo de impacto de carbono. El estudio encontró que la huella de carbono por uso del modelo con carcasa plástica fue de tan solo 4.19 g CO2e; el modelo con carcasa de aluminio generó escasamente un poco más: 4.44 g por uso. El Xlerator tuvo una huella de carbono de 7.85 g por uso. Los rollos de toallas de algodón generaron 10.2 g por uso; las toallas de papel generaron 14.6 g por uso; y las secadoras eléctricas tradicionales generaron 17.2 g por uso.

      Al igual que con el ACV de la banana, las cifras aproximadas no cuentan toda la historia. En teoría, la clasificación por rango de estas opciones puede ser muy distinta si los valores numéricos (ej., la huella de carbono de la electricidad, tiempo que toma secarse las manos, número de manos secadas a lo largo de la vida del aparato) fueran distintos. Para poner a prueba esta posibilidad, los investigadores también realizaron un análisis de sensibilidad utilizando una simulación Monte Carlo que comparó los sistemas de secado de manos en un amplio rango de escenarios. Encontraron que la Airblade es ambientalmente superior que el Xlerator en 86 por ciento de los escenarios y mejor que cualquier otro de los tres sistemas de secado en 98 por ciento o más de los escenarios simulados.

      Como en el caso del proyecto de etiquetado de la huella de carbono de Tesco, el ACV de las secadoras de manos requirió de considerable esfuerzo. El equipo de investigación llegó a esta y otras conclusiones relacionadas luego de un estudio que tomó casi 10 meses-hombre. El reporte fue sometido a una revisión crítica por un grupo de expertos externos, cuya retro-alimentación fue incorporada en el reporte final. El reporte final de la evaluación consistió de 113 páginas, con 42 diagramas, 48 tablas, un apéndice de 40 páginas y 3 páginas de referencias. Dyson insistió en que se realizara una evaluación exhaustiva; aseverar vehementemente una sostenibilidad superior puede atraer alegaciones de imparcialidad o “lavado verde” de parte de ambientalistas escépticos (Ver capítulo 9). Dyson “quiso que el reporte fuera a prueba de bala”, dijo Jeremy Gregory, uno de los autores del reporte.92

      El producto envenenado: evaluando la toxicidad

      El policarbonato es un polímero termoplástico transparente inventado en 1898, si bien no fue comercializado hasta 1953. Es preciado por su fortaleza y resistencia casi irrompible y su resistencia al calor y la llama. Como resultado, el policarbonato es una opción más segura que el vidrio y otros plásticos, haciéndolo ideal para su uso en una amplia gama de productos, desde biberones hasta discos de Blu-ray.93 Cerca de un billón de kilogramos de policarbonato se producen anualmente. A pesar de que no es probable que el policarbonato se quiebre y cause daño físico a los usuarios de estos productos, no está claro si el plástico puede causarles daños químicos. El policarbonato puede contener trazas de bisfenol A (BPA) provenientes de su proceso de manufactura y que puede liberar ese BPA según envejece el plástico o es expuesto al calor, limpiadores y otras sustancias. El BPA también se encuentra en muchos otros productos, tales como resinas epóxicas utilizadas en las latas para alimentos y en muchas variedades de papel tal como el que utilizan los recibos de cajas registradoras.

      El BPA es un químico muy controversial, ya que en el cuerpo humano actúa como la hormona femenina: estrógeno. De esta forma, tiene el potencial de afectar el desarrollo de los órganos reproductivos en fetos, bebés y niños; afecta el rendimiento reproductivo de hombres y mujeres adultos y afecta la progresión de algunos tipos de cáncer. Ha sido catalogado como un disruptivo endocrino.94 Investigaciones demuestran que las personas que manejan estas clases de productos (ej., cajeros de tiendas al por menor) acumulan niveles detectables de BPA en su sangre.95 96

      Varios gobiernos, incluyendo el de Estados Unidos y la Unión Europea, han impuesto ciertas restricciones en los productos vinculados a los alimentos, si bien no han prohibido su uso completamente. Por ejemplo, el BPA ha sido prohibido en la fabricación de biberones y tacitas sorbedoras para bebés (en Estados Unidos, la Unión Europea y muchos otros países en la región).97 Aun así, los grupos activistas en pro de los consumidores como el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales y el Grupo de Investigación para el Interés Público de Estados Unidos, piensan que estas regulaciones no han sido suficientes y están presionando a las empresas a cesar por completo el uso de BPA.

      El BPA es solo uno de los muchos ejemplos de químicos de uso común y, sin embargo, controversial. Cada industria tiene su propia sopa de letras de químicos que despiertan las inquietudes de entes reguladores y ONG.98 Estos materiales potencialmente tóxicos en la cadena de abastecimiento pueden afectar la salud de plantas, animales y personas. Las toxinas incluyen emisiones liberadas al aire (ej., mercurio proveniente de plantas que queman carbón, partículas emitidas por camiones de motor diésel y emisiones de sulfuro provenientes de buques de carga marina), aguas servidas (ej., limpiadores, contaminantes del agua de lavado, solventes, ingredientes que causan eutrofia y la escorrentía de pesticidas) y desechos sólidos (ej., electrónicos, metales y plásticos).

      Estableciendo metas: de evaluación a compromiso

      Evaluar los impactos ambientales de una empresa sirve para propósitos muy diferentes. L’Oréal utilizó su evaluación para definir los parámetros de referencia de sus metas y luego medir el progreso contra esos parámetros. PepsiCo utilizó la evaluación para identificar “puntos críticos”, esas áreas en las actividades de la empresa, ubicaciones de su cadena de abastecimiento o productos que tienen impactos ambientales particularmente grandes, con el fin de priorizar sus esfuerzos de mejora. Tesco utilizó la evaluación para crear transparencia con respecto a la huella de carbono de forma que los consumidores pudieran tomar decisiones sostenibles. Dyson utilizó las evaluaciones para aseverar de forma inequívoca la sostenibilidad de su producto ante el mercado. Así, las evaluaciones asisten una combinación de mejoras (Capítulos 4 al 8), gestión de esfuerzos de sostenibilidad (Capítulo 10) y como mensaje con respecto a la sostenibilidad de la empresa (Capítulo 9). Implícita en estos usos de la evaluación está la suposición de que los impactos cuantificados importan.

      Materialidad: ¿a quién le importa?

      Por

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