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Belleza sin aura. Ricardo Ibarlucía
Читать онлайн.Название Belleza sin aura
Год выпуска 0
isbn 9788418095238
Автор произведения Ricardo Ibarlucía
Жанр Документальная литература
Серия Historia del Arte argentino y latinoamericano
Издательство Bookwire
Echando una ojeada retrospectiva al primer número de Littérature, Aragon sostiene que ninguna de las figuras de renombre que les habían prestado su apoyo podía entonces imaginar, por ejemplo, el lugar que se daría a Tzara. Reverdy mismo, que había sido el primero en otorgarle crédito cuando aún era un desconocido, “comenzaba a manifestar cierto malhumor con respecto al bullicioso director de Dada”.63 Todo lo que había estado dormido durante la guerra empezaba lentamente a despertar, pero el espíritu que le era propio todavía no se había manifestado:
Por eso André Breton fue a la Biblioteca Nacional y copió a mano las Poesías de Isidore Ducasse hasta entonces inéditas, simple curiosidad literaria, pero que a la luz de aquel espíritu aparecía como un texto fundamental, una especie de moral del lenguaje ataviada con toda la seducción del fuego que cayó un buen día sobre la cabeza de los apóstoles.64
Abarcando buena parte de los dos siguientes números de la revista, se publicó el texto íntegro de los dos fascículos de esta “publicación permanente” que Ducasse había dado a la imprenta poco antes de su muerte.65 La noticia preliminar de Breton se iniciaba con una analogía entre la guerra franco-prusiana y la Gran Guerra: “Los años 1870 y 1871, similares a lo que acabamos de vivir, vieron instruir las dos grandes demandas presentadas por el hombre joven al viejo arte”.66 Una era la “Carta del vidente” (1871) de Rimbaud, exhumada por La Nouvelle Revue Française en junio de 1912; la otra consistía en las inasequibles poesías i y ii de Ducasse, de cuyo único ejemplar existente habían proporcionado indicios Remy de Gourmont, Léon-Paul Fargue y Valéry Larbaud:
Littérature, en sus números 2 y 3, las reproduce para cortar de cuajo las insinuaciones de aquellos que, no temiendo una solución demasiado simple, clasifican al Conde de Lautréamont entre los locos. Si, como lo exige Ducasse, la crítica atacara la forma antes que el fondo de las ideas, sabríamos que en las “Poesías” está en juego una cosa muy distinta del romanticismo. En mi opinión, se trata sobre todo de la cuestión del lenguaje, mostrándose Ducasse capaz de revelar más el daño que le hacen las palabras (“¡Os pido un poco, mucho!”) que las figuras (hacer el vacío sin máquina neumática) que maneja a fondo la ciencia de los efectos (“¡Suene la música!”). Con conciencia, la necesidad de probar constantemente por el absurdo no puede ser tomada como un signo de sinrazón. Hace mucho tiempo Baudelaire reivindicó el derecho a contradecirse: admito que las “Poesías” de Isidore Ducasse a menudo refutan Los cantos de Maldoror. Añado que no le son en nada comparables, y por tanto no inferiores, ya que los dos fascículos impresos no constituyen más que su prefacio y no pueden tomarse más que por un Arte Poética cuyo florilegio permanece hasta hoy desconocido.67
La subversión estaba en marcha. Ducasse decía que reemplazaba “la melancolía por el coraje, la duda por la certeza, la desesperación por la esperanza, la maldad por el bien, las lamentaciones por el deber, el escepticismo por la fe, los sofismas por la frialdad de la calma y el orgullo por la modestia”.68 Se burlaba de los grandes nombres del romanticismo, sostenía que el progreso en literatura implicaba necesariamente “el plagio” y preconizaba que la poesía debía tener por fin la “verdad práctica” y “ser hecha por todos”.69 En las páginas de Littérature, todo esto sonaba como una declaración de propósitos y los números siguientes no hicieron más que confirmarlo. Junto con “Las manos de Jeanne-Marie”, poema inédito de Rimbaud, se publicaron las cartas de Vaché y las “Banalidades” con las que Apollinaire había colaborado en la revista Lacerba, órgano del futurismo italiano, desconocidas hasta entonces en Francia.70 En el quinto número, un aviso de la editorial Au Sans Pareil comunicaba a la vez la edición de Mont de piété de Breton y el lanzamiento en París del Bulletin Dada, y preludiaba la alianza con el movimiento liderado por Tristan Tzara que habría de producirse a comienzos de 1920.71 En los números 8 y 9 se publicaron finalmente tres largos escritos automáticos de Los campos magnéticos: “El espejo sin azogue”, “Estaciones” y “Eclipse”.72
La máxima de Ducasse sobre la poesía colectiva parecía materializarse en este “texto surrealista”, como lo calificó Aragon en 1921.73 Con todo, la práctica de la escritura automática, si no quedó del todo interrumpida, pasó por un tiempo a un segundo plano como consecuencia de la alianza con el dadaísmo o, según se ha dicho, “la cohabitación entre un movimiento extraoficialmente designado surrealista y un estandarte oficial, Dadá, que unificaba personalidades dispares a través de su creencia más o menos seria en los poderes de persuasión del nihilismo”.74 La convergencia se materializó después de la publicación de la encuesta “¿Por qué escribe usted?”, que ocupó buena parte de los números 10, 11 y 12 de Littérature.75 De acuerdo con Breton, en ella podrían distinguirse tres fases bien diferenciadas: la primera, “de muy viva agitación”, estuvo marcada por el arribo a París de Francis Picabia y Tristan Tzara y se desarrolló entre enero y agosto de 1920; la segunda, “más vacilante”, tuvo lugar entre enero y agosto de 1921; por último, debe hablarse de un período de “malestar”, donde el intento de regresar a las formas de manifestación iniciales decepcionó a los participantes y multiplicó las disidencias hasta agosto de 1922, fecha de extinción total de la actividad del movimiento en París.76 A lo largo de estas tres etapas, por absorbida que Littérature haya estado en el nihilismo dadaísta, jamás dejó de permanecer relativamente fiel a sus propósitos. No alteró en lo más mínimo su fisonomía, y los artificios tipográficos, que eran “la principal coquetería de Dada y 391”, la revista de Picabia, nunca tuvieron cabida en ella.77
Dadá en París
A finales de enero de 1920, decididos a no permitir que se pensara que con su silencio aprobaban “el pequeño espíritu pueril que dominaba las controversias literarias y eternizaba las discusiones técnicas” de los poetas cubistas, los integrantes de la revista organizaron el “Primer Viernes de Littérature”.78 El encuentro tuvo lugar en el Palais des Fêtes, donde Tzara, que había llegado a París la noche anterior, rompió con la costumbre y, tras anunciar que recitaría uno de sus poemas, leyó un discurso político de Léon Daudet, forzando su acento rumano, mientras Aragon y Breton activaban un timbre eléctrico tan estridente que ahogaba su voz.79 Semanas después, durante la presentación oficial de Dadá en el Grand Palais, para la que se había anunciado la participación de Charles Chaplin, unos cuarenta conferencistas declamaron simultáneamente distintos manifiestos ante un público que insultaba y arrojaba proyectiles. De pronto, comenta Breton, “en lugar del silencioso auditorio que habíamos perdido la esperanza de galvanizar, nos encontramos