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Belleza sin aura. Ricardo Ibarlucía
Читать онлайн.Название Belleza sin aura
Год выпуска 0
isbn 9788418095238
Автор произведения Ricardo Ibarlucía
Жанр Документальная литература
Серия Historia del Arte argentino y latinoamericano
Издательство Bookwire
Meses más tarde, al trazar un balance de la “Gran temporada Dadá” de 1921, Breton precisaría: “Al conjugar el pensamiento con el gesto, Dadá abandonó el reino de las sombras para lanzarse a un terreno firme”. Además, adujo que lo esencial de su experiencia no había residido en el escándalo mismo, sino en haber probado que las ideas poéticas y filosóficas podían tener, como las científicas, una aplicación concreta e inmediata: “El surrealismo, el psicoanálisis, el principio de la relatividad deben llevarnos a construir instrumentos tan precisos, tan bien adaptados a nuestras necesidades prácticas, como la radiofonía sin hilo”.104 Con este objetivo, los miembros de Littérature, que entre tanto habían trasladado su mesa de operaciones al café Certâ, en el Pasaje de Ópera, elaboraron un programa que buscaba diferenciarse expresamente de todo lo realizado hasta ese momento. Si la agitación dadaísta había sido, a lo largo de 1920, “completamente artística (o anti-artística, si se prefiere, ya que no se distingue entre las dos cosas)”, ahora se trataba de “elevar el debate y plantear la discusión sobre el terreno moral”: “Cualquiera que haya estudiado la historia de las ideas de la última mitad del siglo —argumentaba Breton— estará de acuerdo en que la irrupción del orden poético en el orden moral fue una conclusión obvia”.105
La “Gran temporada” prometía “Visitas-Salón Dadá-Congreso-Conmemoraciones-Óperas-Plebiscitos-Demandas-Acusaciones y Juicios”.106 La peregrinación a la iglesia de Saint-Julien-Le Pauvre, en el barrio medieval de París, fue presentada como la primera de una serie de excursiones a sitios que “no tienen razón de existir”, organizadas con el objetivo de encauzar el nihilismo dadaísta hacia una fase constructiva, promoviendo acciones colectivas capaces de crear formas de participación totalmente inéditas: “Tomar parte en esta primera visita es darse cuenta del progreso humano, de las destrucciones posibles y de la necesidad de continuar nuestra acción, que ustedes tienen que alentar por todos los medios”.107 Aunque la iniciativa no despertó gran interés en el público, que empezaba a dar signos de fatiga ante Dadá, los tres grupos que conformaban el movimiento —el de Breton, el de Tzara y el de Picabia— se sumaron a ella, como lo habían hecho a principios de aquel año en la interrupción de una conferencia sobre el “tactilismo” de Filippo Tommaso Marinetti y lo harían meses más tarde en la inauguración tumultuosa de la exposición de collages de Max Ernst en la librería Au Sans Pareil.108 En cambio, el juicio al escritor y político nacionalista Maurice Barrès, impulsado por Breton, generó resistencias y, poco después, provocó una crisis que desembocó en la disolución del movimiento dadaísta.
El proceso simbólico contra Barrès —de cuyo desarrollo informó el número 20 de Littérature, cerrando la primera etapa de la publicación—109 tuvo lugar en la Salle des Sociétés Savantes el 13 de mayo de 1921. Breton ofició como presidente del “tribunal revolucionario”, secundado por Fraenkel y Pierre Daval; Ribemont-Dessaignes obró de fiscal, y Aragon y Soupault conformaron la defensa. Barrès, representado por un maniquí, fue acusado de “crimen contra la seguridad del espíritu” y sentenciado por un jurado compuesto de doce espectadores, después de examinar las pruebas reunidas y de interrogar a diversos testigos, entre los que se contaban Rachilde, Giuseppe Ungaretti, Pierre Drieu de La Rochelle y Benjamin Péret, que compareció disfrazado de “soldado desconocido”, con una máscara de gas y marchando a paso de ganso. Tzara, que participó del simulacro solo para no ceder terreno a Breton, declaró que Barrès era “el hombre más antipático”, “el mayor granuja”, “el mayor canalla” con el que había tropezado en su vida, pero objetó: “No confío en la justicia, por más que se ejerza en nombre de Dadá. Estará usted de acuerdo conmigo, Señor Presidente, en que no somos más que una pandilla de sinvergüenzas, y en eso las diferencias de grado carecen de importancia”.110
Al término del proceso contra Barrès, los tres grupos dadaístas se dispersaron. Fue Picabia el primero en romper, con un artículo en L’Esprit Nouveau de junio de 1921, en el que acusaba a los directores de Littérature de haber logrado que Dadá tuviera “un tribunal, abogados y muy pronto probablemente gendarmes” y un gran burócrata, de modo de parecerse cada vez más al “antimilitarismo de Lenin que, para suprimir a un general, lo hace soldado raso y viceversa”.111 Poco después, en Le Pilhaou-Thibaou, “suplemento ilustrado de 391”, dedicó al tema varios textos. Bajo el seudónimo de Funny Guy, Picabia escribió que Dadá había sido invención suya y de Marcel Duchamp y que Richard Hüelsenbeck o Tzara solo “encontraron el nombre”; que los dadaístas que hoy disparaban sobre Barrès mañana lo harían sobre la estación terminal de Saint-Lazare, y que no quería oír hablar más de todos ellos.112 En las restantes páginas, Jean Crotti escribía que “los jóvenes dadá”, al montar ese juicio, “cometieron un crimen contra el espíritu dadá”; Clément Pansaers parodiaba el proceso, resaltando palabras del “Acta de acusación” de Breton (“Dictadura”, “conciencia”, “responsabilidad”, “razón moral”, “poder revolucionario”, “Poder Ejecutivo”, “No-Resistencia”); Jean Cocteau celebraba la “curación” de Picabia, que había contagiado la “enfermedad” dadaísta a Tzara y declaraba que Dadá había muerto y, por último, Dermée decía en un poema: “Dadá, convertido en suboficial, hace batir el paso de ganso a la clase joven”.113
Con el alejamiento de Picabia, Tzara apenas logró mantenerse firme frente a Breton. A principios de 1922, el líder de Littérature anunció la realización del Congreso Internacional para la Determinación de las Directivas y la Defensa del Espíritu Moderno, que debía congregar en París a los directores de las principales revistas francesas y artistas de diversas corrientes, y le propuso a Tzara participar como miembro del comité organizador.114 Este declinó la invitación, ridiculizando el tema de la convocatoria y alegando que el desfallecimiento espiritual del que daba testimonio, “resultado de la mezcolanza de tendencias, de la confusión de géneros y del reemplazo de las individualidades