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en las que el sí o el nosotros se reconcilian). En esta tensión se desarrolla el vínculo de lo voluntario y lo involuntario.

      Tal es la lucha que nuestro autor reconoce en la condición humana gracias a la influencia que ejercieron en su pensamiento los estudios sobre Karl Jaspers, los cuales afirmaron esta profunda valoración del estatuto paradojal de una historia esencial y exclusivamente humana, sin solución de continuidad predeterminada.

      30- “En virtud de su primer gesto, la filosofía de Jaspers será una filosofía de las grandes paradojas” (traducción propia).

      31- “Posiblemente el extremo de la paradoja se alcanza en la expresión “combate amoroso”, en la cual K. Jaspers resume la comunicación. En efecto, la paradoja de la creación mutua, que nace como de nada, se duplica de la paradoja de una lucha creadora que es al mismo tiempo un amor” (traducción propia).

      32- Al respecto puede verse una síntesis del tema en RIZO-PATRÓN, R. (2007). “Paul Ricœur, lector de Husserl: En las fronteras de la fenomenología”, en: Actas de las Terceras Jornadas de Fenomenología y Hermenéutica, pp. 8-9.

      33- “Si tal es la humanidad europea, significativa para la idea de filosofía, la crisis de Europa no puede ser sino un trastorno metodológico, que afecta no sus realizaciones parciales sino su intención central: no se trata de una crisis de la física, ni de las matemáticas, etc. sino una crisis del proyecto de saber, de la idea directriz que constituye el ‘carácter científico’ de la ciencia. Esta crisis es la del objetismo, la reducción de la tarea infinita del saber al conocimiento físico-matemático, que fue su realización más brillante” (traducción propia)

      34- . Al respecto puede consultarse CAPRA, F. (1987). El Tao de la física. Una exploración de los paralelos entre la física moderna y el misticismo oriental. Madrid: Luis Cárcamo Ed.

      35- HEISENBERG, W. (1994). La imagen de la naturaleza en la física actual. Madrid: Planeta-Agostini.

      36- Si bien el año coincide con otras publicaciones del autor, nos remitiremos a ‘1986’ —sin suborden de letras— para referirnos a la versión española de Lo voluntario y lo involuntario I. La segunda parte será referida igualmente por su edición española de 1988.

      37- En el Prefacio a Del texto a la acción, Ricœur reconoce que “la hermenéutica nunca ha terminado de explicarse mediante la fenomenología husserliana; parte de ésta, en el doble sentido del término, es el lugar de donde proviene y también el lugar que abandonó” (RICŒUR, 2000:11). Por lo mismo, en dicho texto declara que “conjuga con sus ascendencia husserliana” a personajes como Schleiermacher, quien veía en el sentimiento y la intuición los mejores caminos para relacionarse con lo trascendental. Ambos aspectos aparecen reflejados en el vínculo que Ricœur propone con la paradoja de nuestra encarnación.

      38- Entendemos la ‘falta’ como consumación histórica que realiza la condición falible del ser humano. Como tal, implica un acto no solo volitivo sino libre, y de allí que en el lenguaje religioso se hable de ‘pecado’. No es un mero ‘error’ sino una elección, aunque equivocada, por un sentido perjudicial y contraproducente de la acción.

      39- Dicho sintéticamente, cualquier animal puede equivocarse; pero ‘estar en falta’ es algo que sólo puede vivenciar el ser humano. La ‘falta’ pone de manifiesto una conciencia de algo que debió hacerse de otra forma o con una orientación distinta; e indica, por lo tanto, la conciencia de un sentido. A nadie le falta algo, ni falla en algo, sin la idea de que eso existe, o de que se debería ir en dicha dirección. Por ello, la falta y la trascendencia son ideas que van correlativas. Superar la falta es reconciliarse con la trascendencia.

      40- Es justo decir que encontramos muchas similitudes entre las reflexiones de esta autora (sobre todo de su obra The Human Condition) y nuestro filósofo, en esta etapa y en sus posteriores estudios sobre la semántica de la acción.

      41- Esta desmesura es tratada por Ricœur en relación a la mitología helénica sobre el origen del mal como parte de la visión trágica de la existencia. Puede verse al respecto Finitud y culpabilidad II: la simbólica del mal, cap. 2.

      Tras habernos imbuido de una mirada distinta desde el punto de vista epistemológico, veamos ahora cómo Ricœur sienta sus bases en la cuestión de la relación entre naturaleza y libertad, expresada en la problemática de lo voluntario y lo involuntario. Podemos aventurarnos a señalar que en los tres ciclos de la voluntad (decisión, moción y consentimiento, que hemos presentado de manera concisa aquí), vemos con mayor fuerza la marca propia de una herencia particular que va desde Maine de Biran y Ravaisson, hasta Marcel y Merleau-Ponty, pasando inevitablemente por E. Husserl. En ella, desde la filosofía del esfuerzo de Biran a la filosofía de la percepción de Merleau-Ponty, Ricœur encuentra sustento para su planteo de que la mediación de estos polos se desarrolla en el cuerpo propio.

      En el ciclo de la decisión, podemos leer la influencia de la lógica eidética de la filosofía husserliana, con su impronta sobre la intencionalidad del sujeto que al situarse en relación a su mundo puede decidir con mayor lucidez y realismo. Los motivos son en Ricœur las intenciones que apoyan la decisión y ofrecen a la acción humana el valor de la legitimidad (son nuestros actos con pertinencia sobre nuestra realidad). En el ciclo de la moción, la fuerza vectora la ofrecen, a nuestro entender, las intuiciones de Maine de Biran sobre su teoría del esfuerzo (en el cuerpo subjetivo) y el continuo resistente (del mundo), a la que Ricœur agregó una reflexión sobre la atención, marcando también ciertos límites que encontró en las teorías de Biran. Igualmente es inevitable la referencia a Félix Ravaisson y la continuidad que da al tratado sobre los hábitos (comenzado por Biran). Las tres formas que estudiaremos del involuntario relativo (saber-hacer-preformados, emociones y hábitos) muestran la importancia que éstas poseen para los poderes de la carne, a quienes confieren el valor de la eficacia. En el último ciclo, el del consentimiento, nos parece que es la marca de Merleau-Ponty la que señala la presencia irrecusable de la carne sobre la que no hay voluntad que se imponga como absoluta. De la percepción que asiente a la necesidad, la voluntad adquiere el valor de la paciencia.

      Así, de cada uno de estos legados fue nutriéndose no solo una precisión descriptiva de los momentos en los que nuestro autor hace dialogar la voluntad con su medio de desarrollo, sino que además le dieron ocasión a Ricœur de mostrar sus aportes más singulares y la profundidad de sus intuiciones, aun cuando su aparato conceptual neurofisiológico, médico y biológico no tenía el soporte científico del que hoy disponemos. Eso hace más interesante su estudio.

      Aquellos desarrollos le ofrecieron una base conceptual para comprender la persona humana en su integridad existencial, una ontología del ser existente, obrante y padeciente, que solo se despliega en su devenir histórico. He allí el lugar asignado al movimiento ternario al que ya hemos aludido. Se trata de una dialéctica ‘dialógica’, esto es, sin el imperativo de una síntesis definitiva, ni siquiera superadora. Por eso mismo declara, en las primeras páginas de la obra que seguimos:

      La tarea de una descripción de lo voluntario y lo involuntario reside en acceder a una experiencia integral del Cogito, hasta los confines de la afectividad mas confusa

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