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que Montse fuese capaz de vivir, en la actualidad, los acontecimientos que le producen excitación (cualquier tipo de excitación, no solo sexual, el trastorno obsesivo generaliza y siempre que hay excitación, sea cual sea su naturaleza, necesita de la respuesta compulsiva) de una manera adulta y natural. Y no como aconteció ese día de matanza (nunca mejor dicho) en el que quedó grabada en la memoria que después de una excitación, en este caso sexual, venía un castigo y una vivencia experiencial de que había cometido un delito extremo. A nivel racional seguro que Montse comprendería que podría tener relaciones sexuales pero, cuando esta pulsión de excitación se producía, lo que aparecía de manera súbita era la defensa obsesiva compulsiva, como si su cerebro siguiera temiendo el castigo de la tía. Natalia trabajó con Montse la diferencia de criterio entre la forma de procesar racional y la emocional; En el TOC (trastorno obsesivo compulsivo) se necesita que, a nivel intelectual, el paciente se dé cuenta del mecanismo defensivo para, así, dejar de realizar la compulsión, que es lo que realmente mantiene el trastorno. Es decir, si en vez de lavarse, realizara el deseo que en ese momento aparece, el trastorno mejoraría o, incluso, desaparecería. Si se encaminara hacia el extremo impulsivo, el paciente comenzaría un periodo donde, cada vez que sintiera el impulso, no podría posponerlo y tendría que realizarlo de manera inmediata, incluso, en situaciones poco naturales desde el punto de vista social.

      – ¿Puedes imaginarte de nuevo aquel día? –sugirió Natalia a Montse.

      – Sí, me siento fatal.

      – Ahora imagínate todo lo que aconteció cuando estabas con tu primo besándote y tocándote. Sólo cambia una cosa en tu imaginación. Tienes la edad actual, está pasando hoy. ¿Qué cambia? –preguntó Natalia.

      – Hoy no me estaría tocando y besando con mi primo. Hoy él es un chaval de 22 años, que tiene su novia, su carrera… imposible, no ocurriría –expresó Montse, toda convencida con los ojos cerrados.

      – ¿Te das cuenta? Aquello fue una cosa de niños y hoy no pasaría. Así que, ¿cómo algo que ya nunca pasaría puede estar tan presente en ti?

      – Es verdad, tengo presente algo que nunca va a suceder. Lo siento y siento mucho alivio.

      – Bien, ahora quiero que sigas explorando en tu imaginación –afirmó Natalia–. Imagínate que estás en la actualidad, con tus veintiún años, besándote y tocándote con un chico o una chica que te gusta y que eliges voluntariamente. Y en ese momento tu tía hace lo que hizo ese día. ¿Qué harías tú?

      – Yo no haría nada, sonreírla. Ella no me diría nada, se iría, se disculparía por haberse entrometido, no pasaría nada –infirió Montse con toda naturalidad.

      – ¿Te das cuenta? Tu cerebro racional te indica que ese castigo que tuviste nunca más volverá a suceder, ya que nunca más se dará la situación tal como ocurrió. Sin embargo, utilizas el lavado como si aquello siguiera presente –culminó Natalia hablando cada vez con voz más susurrada y firme.

      Montse miró a Natalia, comenzó a llorar pero, esta vez, no de pena; sentía como si la estuvieran apretando con fuerza el pecho y de pronto dejaran de hacerlo. Es el alivio del descanso, ese que se siente cuando la culpa y el asco dejan paso a la curiosidad y la admiración. Permaneció un momento en silencio y, después, le dio las gracias.

      Natalia respetó su silencio y le dijo que escuchara sin más, que ya no tenía nada que decir, aunque sí mucho que hacer. Ahora quería explicarle lo que le estaba pasando cada vez que tenía el impulso de lavarse las manos. Y que esto podría decírselo tantas veces como hiciera falta.

Lo importante, y por eso Natalia lo remarcó como fundamental para salir de cualquier memoria traumática, era que fuera consciente de que el pasado que pasó (y claro que pasó), ahora ya no pasa. Nadie puede mejorar si olvida o niega lo que pasó; lo que pasó, pasó. Y, es más, para que lo que pasó no pase ahora es necesario que grabemos en nuestra mente que, si pasara ahora lo que pasó, tal como somos hoy, tanto nosotros como los demás actores del suceso, haríamos cosas que no hicimos; o, quizás, dejaríamos de hacer cosas que hicimos. Nunca más va a pasar lo que pasó y, por lo tanto, no podemos sentir lo que allí sentimos. Todo este trabalenguas es lo más importante dentro de la fase de desencuadre y desplazamiento de la Terapia de Interacción Recíproca, que al final lo que intenta es que convirtamos las vivencias (lo que pasó) en experiencias (ahora pasaría de otra manera, ya que aprendimos). Para sentir otra emoción más adaptada, en este momento de nuestra vida, respecto al momento en que aconteció la situación traumática, grabando una nueva memoria que nos haga responder de manera sana, cuando de forma más o menos inconsciente, nos encontremos ante estímulos semejantes a los que estaban presentes en la situación realmente vivida.

      – Es alucinante lo tranquila que me siento Natalia, pero estoy muy cansada, tengo ganas de dormir –manifestó Montse–. Pero antes de que me duerma, una pregunta. ¿Por qué has dicho tocarme con un chico o una chica?

      – Bueno, son las dos posibilidades sanas, que te guste tener sexo con un chico o una chica, simplemente por ello; eso lo tendrás que saber tú. Y en cuanto a tu sensación de querer dormir y estar cansada es normal. Siempre ocurre esta sensación de cansancio y necesidad de dormir. En el sueño se activan mecanismos con los que todo lo comprendido y asimilado a nivel racional, también se asimila a otros niveles más profundos de nuestra mente. En la fase REM de nuestro sueño se producen todos los mecanismos neurológicos necesarios para metabolizar el cambio que hemos hecho en el cerebro emocional y en el del reptil.

      Vamos a hacer una cosa que he descubierto que va muy bien a muchos pacientes –sugirió Natalia–. Voy a seguir hablando como si te estuviera contando un cuento, aunque es una realidad científica y además durilla desde el punto de vista teórico, hasta que te duermas. Después me marcharé y ya nos veremos otro día. ¿Te parece, Montse?

      Montse asintió con la cabeza, buscó una postura para escuchar a Natalia, como si fuera una niña de diez años que escucha un cuento que la va a rescatar de las pesadillas que tiene todas las noches y, de esta manera, escuchaba cómo Natalia decía:

      – Cada vez que vives un recuerdo o tu mente, al vivir una situación actual, conecta con algo que ya viviste, hay que diferenciar la lógica de tu cerebro cognitivo, racional o humano y la lógica de tu cerebro emocional, límbico o mamífero. El primero tiene esa relación directa y natural con el pasado, el presente y el futuro. Además, es capaz de fantasear o imaginar, teniendo como objetivo final engranar al individuo en la sociedad en la que vive, instalándolo en el sentido común. El segundo solo vive en el presente, en “su presente”; no distingue el estímulo inventado por la fantasía o la imaginación del que sucede en la actualidad. Ambos son reales para él, incluso puede ser más veraz y le es más fácil de comprender el estímulo que surge en el propio cerebro (fantasía, imaginación, pensamiento), que aquel otro que surge fuera del cerebro en ese momento. Nuestro cerebro emocional no tiene ventanas donde observar; los ojos de nuestro cerebro emocional es aquello que tenemos grabado o sentimos; para él, es más fiable la invención que lo que ocurre fuera. Por ello, la realidad de la emoción no es lo que sucede en ese instante, sino lo que sucede en nuestro cerebro, aunque sea producto de la imaginación. Debemos por ello diferenciar la realidad de la actualidad si queremos comprender la lógica emocional. La realidad para la emoción es lo que se siente y esta realidad puede ser debida a una fantasía o a un estímulo que se produce en ese momento fuera de nosotros; a ese momento es lo que yo llamo lo actual. Para el cerebro emocional todo aquello que sea posible ya es real; de hecho, lo que imaginamos, fantaseamos o pensamos, para este cerebro, es posible y aquello que no se puede imaginar es lo único que no es posible. Lo posible cumple todos los requisitos para que este cerebro emocional lo viva como algo que está sucediendo. Si lo posible lo vivimos fuera de nuestro cerebro entonces estamos en territorio de experiencia y eso es lo actual. Podríamos decir que la actualidad es la realidad objetiva y lo posible, la realidad subjetiva, que coinciden cuando lo posible es vivido en la actualidad.

      Cuando la actualidad es compartida por la comunidad, sucede que estamos viviendo en una compenetración entre ambos cerebros, el cognitivo y el emocional. Si un grupo de personas mantiene emociones que conviven bien

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