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Ética y bienestar animal. Agustín Blasco
Читать онлайн.Название Ética y bienestar animal
Год выпуска 0
isbn 9788446035282
Автор произведения Agustín Blasco
Жанр Документальная литература
Серия Ciencia
Издательство Bookwire
En cuanto al estrés, éste fue definido por el endocrinólogo Hans Seyle como un «síndrome general de adaptación» al observar que en experimentos con ratas sometidas a excesos de frío, de ejercicio, o bien operadas o sometidas a otros tratamientos, aparecían síntomas patológicos que no tenían que ver con los tratamientos a los que estaban sometidos los animales (Seyle, 1936). El estrés se puede medir de varias formas. Ciertos metabolitos –adrenalina, cortisol, corticosterona– pueden medir el estado de estrés del individuo durante periodos cortos de tiempo, por ejemplo durante el transporte. Para periodos más largos de tiempo el estrés está relacionado con aspectos más sencillos de medir como la condición corporal, sensibilidad a enfermedades, etc. Otros metabolitos –la hormona oxitocina, por ejemplo– están relacionados con situaciones de placer. Una forma de evaluar el estrés a través del comportamiento es observar si se presentan movimientos estereotipados. Las estereotipias pueden ser consistir en morder compulsivamente la jaula o las barras del alojamiento, movimientos repetitivos como dar vueltas sin parar, o mover la cabeza de derecha a izquierda constantemente, o cualquier otro comportamiento anormal repetitivo que no indique una función –lo que en humanos sería, por ejemplo, morderse las uñas– (Broom y Fraser, 2007).
Otra forma de evaluar el bienestar mediante el comportamiento es hacer experimentos para medir el interés del animal en obtener ciertas ventajas. Por ejemplo, hay experimentos en los que se les ofrece a los animales una ventaja –por ejemplo, disponer de un nido para poner un huevo– y deben realizar algún trabajo para obtenerla. Si no realizan el trabajo, se considera que son indiferentes a esta ventaja. Otras veces se les priva de lo que se considera algún enriquecimiento de su instalación –por ejemplo, una plataforma en una jaula de conejos, o una barra en una jaula de gallinas– y se observa si, al volver a disponer del enriquecimiento, se apresuran a utilizarlo o no. En la tabla 2 figura un resumen de los principales métodos que se usan para medir el bienestar.
TABLA 2
Medidas del bienestar
Indicadores fisiológicos de placer
Indicadores de comportamiento para placer
Comportamientos que indican fuertes preferencias
Comportamientos normales que están ausentes
Grado en el que los procesos fisiológicos normales son posibles
Grado en el que el desarrollo anatómico normal es posible
Grado en el que se manifiestan comportamientos de aversión
Intentos fisiológicos y de comportamiento para ajustarse al ambiente
Inmunosupresión
Prevalencia de enfermedades
Cambios cerebrales; por ejemplo, los que indican autosedación
Daños corporales permanentes
Comportamientos patológicos; por ejemplo, estereotipias
Capacidad disminuida de crecer o de reproducirse
Esperanza de vida reducida
Fuente: Broom y Fraser (2007).
La interpretación de los resultados de las medidas de bienestar no es necesariamente inmediata. Por ejemplo, una forma de observar si el estado de bienestar de un animal no es el adecuado es, como hemos dicho, observar si presenta estereotipias. Al añadir «juguetes» a la jaula de conejos –palos de madera, latas vacías de refresco o algún objeto que puedan morder–, pasan a morder el objeto en lugar de los barrotes de la jaula. ¿Ha resuelto esto el problema del comportamiento estereotipado? Al añadir una rueda a la jaula de un hámster, observamos los interminables paseos por la rueda. ¿Son otra forma de estereotipia? Por otro lado, ciertas medidas para mejorar el bienestar pueden empeorarlo en otros aspectos; por ejemplo, a las jaulas de las conejas se les puede añadir una plataforma para que dispongan de más espacio y de una zona de reposo, pero al probarlas se vio que disminuían notoriamente la higiene, puesto que la coneja arroja desde la plataforma orina y heces sobre la progenie (Mirabito et al., 2004). En cuanto a la evaluación del estrés mediante metabolitos en sangre, pondré el mismo ejemplo que en su curso de Cambridge pone el profesor de Ética David Morton. Este profesor visitó un animalario que mantenía perros en jaulas durante varios años para experimentos científicos. Al sacar al perro de la jaula para limpiarla, éstos no corrían por la sala o andaban de un lado a otro, sino que esperaban pacientemente a que su jaula estuviera lista de nuevo. Midiendo cualquier parámetro de estrés, estos perros sufren menos estrés que el que corre por el campo, pero no está claro que su vida tenga una mejor calidad. Aunque parezca paradójico, una cierta dosis de estrés puede contribuir a mejorar la calidad de la vida.
Hay varios textos técnicos que tratan sobre el bienestar animal, su medición y la forma en la que puede mejorarse; el lector interesado puede encontrar información accesible en los textos de Broom y Fraser (2007), Webster (2005) y Benson y Rollin (2004); en estos dos últimos con consideraciones éticas sobre el bienestar. La lectura de estos libros es interesante no sólo porque se conoce mejor a quienes se pretende defender, sino porque puede apreciarse que inversiones asequibles pueden mejorar el bienestar animal notablemente, en contra de lo que es defendido por muchos productores o por muchos responsables del cuidado de animales.
El problema en la actualidad
El hombre no es un animal más la razón. Uno de los principales objetivos de esta investigación ha sido mostrar que, incluso dejando aparte la razón, hay tremendas diferencias entre el hombre y los animales superiores.
Edward THORNDIKE, Animal Intelligence, 1911.
Cuando comencé mi carrera en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos, a principios de los setenta, el 24 por 100 de la población española trabajaba en agricultura. Aunque mis hermanos y yo éramos completamente urbanos –flor de asfalto, nos llamaban en la escuela a los que carecíamos de origen rural–, durante las –entonces– larguísimas vacaciones de verano, manteníamos en la casa del pueblo un pequeño corral con pollos y conejos, y era frecuente comprar un pavo vivo para Navidad; pavo que, como los conejos y los pollos, eran degollados y desangrados en casa, desplumados o despellejados y preparados para la paella o para el guiso al que estuvieran destinados. Hoy día, con una población rural del 4 por 100[11], mis hijos se horrorizan ante la posibilidad de degollar cualquier ser vivo en casa, y más aún de aturdirlo previamente con un fuerte golpe en la cabeza, como se hacía con los conejos. Conforme el desarrollo ha ido avanzando, no sólo la población rural ha ido desapareciendo sino que, en contra de lo que mucha gente cree, la violencia cotidiana ha ido también decreciendo. En la actualidad es raro que la gente llegue a las manos en discusiones, y los niños son severamente castigados si se han agredido físicamente en el patio del colegio. Una de las cosas que más sorprendía a Santiago Carrillo cuando comparaba las Cortes de la República y las de la democracia era la ausencia de agresiones físicas entre los diputados[12], agresiones comunes también entre niños en el colegio de su época (Carrillo, 2006). Hoy día la letra ya no entra con sangre. Cuando la violencia del entorno es reducida, resulta más insoportable que seres vivos sensibles puedan sufrir para que la carne que uno consume sea más barata. Esto pone sobre la mesa otra parte del intrincado problema: ¿varía la ética con el tiempo y el lugar? No podemos pretender que sea tan sensible al sufrimiento animal un superviviente de la matanza tutsi en Ruanda, que un niño sueco de clase media que ha sido asistido por el psicólogo ante el menor acto de acoso por sus compañeros en la escuela. El problema es serio, porque, si admitimos