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del padre será el que me permita cortar con ese trabajo, elegir y empezar a dar clases de yoga.

      A su vez, el arquetipo paterno tiene tres funciones: prohibición, protección e incentivación, y comienza siempre por la primera, el hecho de plantarnos y decir: “Esto hasta aquí ha llegado”. La protección, en cambio, es el “tranquilo, hijo, no te sucederá nada, no te vas a quedar pasando hambre”. Y por último la incentivación llega al momento de estimular:

      “¡Cuando dejes tu trabajo en relación de dependencia y tengas tu clase de yoga habrás conseguido ser tu propio jefe!”. El padre nos permite a través de esos tres ítems dar el corte a algo para elegir otra cosa, así como la consciencia nos permite elegir de qué manera amar y para qué.

      Si el “para qué” nos dice que no es positivo que ahora usemos un tipo de amor, no lo aplicaremos. Lo que nos va a permitir cortar con el tipo de amor que estábamos utilizando es precisamente el arquetipo paterno, porque con él sabremos hacia dónde ir. El amor que tenemos que usar es nuestro “adónde”, nos permite cortar con lo anterior.

      El padre nos da el poder del referente -adónde vamos, desde dónde venimos y por dónde llegamos-; nos dice “¡bueno, ahora tienes que hacer tu clase de yoga!” (mi terceridad) y es la autoridad que va a permitirnos cortar con el trabajo en la tienda de comidas rápidas. También es el padre el símbolo de la ley, y para que la haya tiene que haber un No. Sin este arquetipo no podremos ponerlo, ni elegir “adónde” o “desde dónde”; no tendremos consciencia de nosotros mismos ni sabremos desde dónde nos pasa lo que nos pasa, desde dónde queremos ir o por dónde llegar: tendremos un bloqueo y quedaremos paralizados. Sólo la elección nos da movimiento.

      Siempre que queramos saber adónde ir el primer paso es saber adónde va nuestro ego (sea en las relaciones personales, el trabajo, con las amistades o en los proyectos), para lograr identificar hacia dónde va tenemos que descubrir dónde nos lleva una y otra vez.

Si con mi pareja siempre estoy peleando es que el “adónde” de mi ego me lleva al conflicto en la relación, por lo tanto, tengo que poner otro “adónde” ir. Si elijo dirigirme hacia la paz y la estabilidad, todas mis acciones a partir de ese momento han de ir hacia ahí.Tendré que decirle a la otra persona: “Yo quiero esto, esto y esto; si contigo lo puedo tener eres buena para caminar conmigo y sino no, ¿qué cosas quieres tú?”. Y así, negociando entre las cosas que quiero más las que desea la otra persona acordaremos terceridades, “adónde” que no son ni para satisfacer al otro ni a mí, sino para llegar a un punto de acuerdo entre los dos.

      Otra manera de dar el corte para ir hacia un nuevo lugar puede ser representando algo mediante un ritual, ya que la mente no diferencia lo imaginario de lo real. Por lo tanto, si encarnamos conscientemente algo desde lo simbólico ya no necesitaremos vivirlo y podemos darlo por hecho, tal como se hace en una constelación.

Si estoy programado para ir hacia el conflicto y decido conscientemente jugar de manera ritual a pelear contigo, me liberaré de esa carga y mañana ya no me hará falta pelear en lo real.

      Cuando reconocemos que tenemos un patrón automático, una de las cosas que podemos hacer es activarlo conscientemente, pues sino será nuestro inconsciente quien lo active en el momento que él quiera. El referente es el padre, pero no está en nosotros a no ser que seamos seres despiertos. Si el referente viene del colectivo, que es lo más usual, será siempre uno de los siguientes cuatro paradigmas:

      RELIGIóN

      Nos dice qué está bien y qué está mal. Juzga, entonces hacemos lo que está “bien” y luchamos contra lo que está “mal” para no ser discriminados de ese colectivo; es decir, no estamos eligiendo nuestro “adónde”, sino que estamos siguiendo el de la religión en nosotros.

      CIENCIA

       Nos dice qué es bueno que comamos y qué no, si nos hace daño que fumemos o no, si hemos de tomar medicamentos para sanar y cuáles y cómo funciona el Universo. Si lo creemos, estamos siguiendo el “adónde” de la ciencia y no el de cada uno de nosotros.

      POLíTICA

       Nos dice cuáles son los comportamientos que hemos de mantener dentro de la civilización en la que estamos, del sistema en que vivimos. Si creemos lo que nos dice este paradigma, tendremos que vivir dentro de esas normas.

      ECONOMíA

      Nos dice lo que podemos permitirnos, a lo que podemos aspirar y a lo que no, en base al estatus social que tenemos. Si lo creemos, no tenemos un “adónde”, por lo tanto viviremos las crisis económicas, nos afectará la inflación, disfrutaremos de las épocas de crecimiento, consumiremos o invertiremos en lo que recomienden los especialistas o lo que este paradigma dictamine que conviene.

      Lo más probable es que tengamos actualmente el “adónde” de esos cuatro paradigmas y esto se debe a que hace muchos años la iglesia se quedó el arquetipo paterno para su bolsillo, por eso reza al dios padre y no a la diosa madre, pues esta institución quiere ser el referente de la humanidad. La sociedad en que estamos inmersos literalmente es una esfinge, y en ella viven otros tres arquetipos que veremos más adelante: el Verdugo, la Víctima y el Salvador. En los cuatro paradigmas que hemos visto –también conocidos como 4 Jinetes- tú eres la víctima, mientras que la economía y la política son verdugos (quienes atacan a la víctima) y la ciencia y la religión siempre serán el salvador.

      CóMO SE CREA EL PSIQUISMO

      Cuando nacemos y somos pequeños no tenemos leyes ni conocemos la dualidad, no entendemos de bien y mal, ni de puedo o no puedo; simplemente hay cien por ciento de conexión con la madre, hasta que llega el padre y nos pone el corte (“¡hijo, a dormir a tu habitación que ya te has hecho mayor!”). Es a partir de ese momento que para el niño existen el bien y el mal, el puedo y no puedo, lo correcto e incorrecto, y con ello aparece un deseo que jamás había experimentado: el niño al que se le ha puesto el corte querrá dormir con su madre toda la noche, llorará y se enfadará. Antes de ese hecho puntual desconocía el No y por ende su Universo carecía de deseo, ya que ese sentimiento aparece sólo cuando hay algo que no tenemos. Pero a partir de ese momento, al niño le empezarán a llegar leyes –terceridades sociales, escolares, religiosas o espirituales-, que determinarán qué está bien o mal. Allí entra en acción la dualidad, lo femenino-masculino, un conflicto con dos polos entre los que se queda la gente: en el sí y en el no, en lo aprendido según las leyes que le pusieron. Por eso, para completar el psiquismo hace falta un elemento que llamaremos “crédito” o “poder personal” y es lo que nos permite elegir. Apenas al nacer un niño no tiene leyes (duerme cuando quiere, come cuando quiere, hace sus necesidades cuando quiere); luego se hace un poco mayor, dos años por ejemplo, le ponen leyes y estará toda su infancia y adolescencia aprendiendo si en el Universo hay sí o hay no, para luego hacerse mayor y decidir él lo que sí y lo que no. De esta forma, cuando el niño llegue a tener 18, 20 o 25 años se hará independiente y decidirá él mismo. Primero necesitaba que le establecieran una hora para acostarse y otra para levantarse y luego él decidirá cuándo hacerlo. Y es que cuando somos niños siempre estamos en dualidad, se nos dice que algo es posible y algo imposible y no lo cuestionamos.

      Cuando crecemos y llegamos al crédito, en cambio, también continuamos teniendo algo en lo posible y algo en lo imposible, pero elegimos nosotros qué queremos ubicar en cada uno de esos espacios. De la misma manera funcionan los mitos de la humanidad.

      Para trascender un No es necesario que entre en escena la fuerza del deseo. Cuando somos jovenes, por ejemplo, generalmente seguimos las leyes de nuestro padre, pero si nos gusta alguien, el deseo que sentimos por esa otra persona hace que trascendamos esa ley impuesta por la autoridad. Si nuestro padre dice “estate en casa a las diez de la noche” diremos “me da igual, me voy a quedar a dormir en casa de mi amiga”. Este deseo que aparece en distintas oportunidades es lo que nos permite transcender el No -la ley de dios o del padre- y al contrario de lo que se suele pensar, cuando uno es adolescente y trasciende esas negativas significa que está madurando como ser humano. Lejos de lo que tienden a creer los padres de un adolescente –“se está perdiendo, se está confundiendo”-, estos hechos marcan que el hijo está encontrando su propio criterio.

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