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económicas y/o familiares. Al elegir una terceridad propia, en cambio, lo que uno hace es elegir de forma consciente a quién servir: si me pongo como terceridad la paz, todo lo que haga será para servir y contribuir a dicho propósito.

      Existen numerosas terceridades a nivel social, acuerdos que nos atraviesan en lo cotidiano sin que siquiera nos demos cuenta, como los semáforos. ¿Qué quiere decir esto? Que estemos sanos o enfermos, alegres o tristes, cuando vemos un semáforo en rojo todos nos detenemos y cuando vemos uno en verde avanzamos; por lo tanto, ésa es una terceridad a nivel social. También las hay personales y se pueden establecer terceridades conjuntas. Por ejemplo, si en una pareja cada uno tiene intereses diferentes -porque los dos son Universos distintos- pueden elegir entre ellos un propósito en común hacia el que direccionarán todas sus acciones, sea estar en paz sin discutir, irse de viaje, tener un hijo o crear una empresa. En la actualidad el ser humano no asume la terceridad en él, necesita que otro se la imponga, es decir, tiene ley externa. Pero cuando tenemos una ley interna el hueco de la terceridad no queda vacío en el psiquismo.

      Si nos ponemos terceridades y vivimos desde ese punto, entendemos, asumimos y asimilamos que lo personal es lo que hemos venido a resolver, no lo que hemos venido a alimentar, y a partir de ahí todo empieza a fluir, tenemos “adóndes” claros y todas nuestras acciones van a ir hacia allí: eso va a ser más importante que cualquier otra cosa que pueda existir en el Universo. Claro que dentro de este camino pueden aparecer asuntos personales que hagan sufrir, pero hay una técnica para quitarlos; es entonces cuando aparece el rol del Mercader, ya que dentro de la terceridad tendremos que negociar con nuestro ego para que nos de lo que queremos. En cuanto a las programaciones que llevamos, a veces la carga es tan grande que si no les ponemos el corte a las acciones genéticas nos llevan siempre hacia lo mismo. Hay oportunidades en que uno no tiene tanta fuerza como su ego, y aunque queramos por ejemplo decirle “no” a una persona no podemos, aunque queramos dejar un trabajo no podemos, aunque queramos dejar de comer con ansiedad, no podemos: el patrón es más fuerte que uno. En ese caso, para lograr dar el corte sí o sí tenemos que aplicar primero el ritual -lenguaje sacerdotal- y luego si es preciso la negociación -lenguaje del Mercader-, que se utiliza sólo cuando las demás técnicas no han funcionado, cuando ya se ha probado todo (los mapas, los rituales, los despachos) sin el resultado deseado. Ahí llega el arquetipo del padre que definirá el tiempo, cuándo negociar y cuándo permitir.

      Seremos flexibles; si nuestro ego lleva bien su proceso durante un período y en un momento se equivoca, lo permitiremos porque tiene derecho a expresarse; sin embargo, si el conflicto se presenta cada día, a cada momento y en cada cosa, hemos de tomar consciencia de que es un problema que va a destruir todo. Y si vemos que por mucha intención que pongamos, por mucha fuerza y ritual no conseguimos alcanzar nuestra terceridad, tenemos que aplicar herramientas como la negociación, que debe ser ética: si le decimos al ego “te quito esto”, se lo quitaremos por mucho que nos duela, porque el iniciado quiere crédito y el crédito implica ser impecable.

      Podemos negociar los tiempos, sí, pero la terceridad ha de alcanzarse.

      EJERCICIOS

      Haz una lista escrita a mano de las diferentes áreas de tu vida (trabajo, relación de pareja, familia, vocación o proyectos personales, etcétera) y responde respecto a cada una de ellas las dos siguientes preguntas: ¿qué vida tengo? y ¿qué vida quiero tener?

      CAPITULO II

      COMPRENDIENDO LA REALIDAD

      MUNDO PSíQUICO, ENERGéTICO Y FíSICO

      Existen tres planos de realidad que tenemos que considerar como iniciados: el psíquico, el energético y el físico. Con la interrelación de los tres se genera la estructura de realidad que vivimos.

      MUNDO PSíQUICO

      Es el mundo de las historias, de las ideas, los arquetipos y los símbolos. Toda realidad parte de una idea guardada en nuestro mundo psíquico en forma de símbolos y sólo podemos manifestarla en base a ello. Por ejemplo, si una mujer fue violada por un hombre cuando era adolescente, la historia desde la cual va a generar todas sus relaciones de pareja será la de víctima del violador/agresor, y todas las personas que atraiga a su vida serán quienes la agredan o, polarizada la situación, gente a quien ella agreda.

      MUNDO ENERGéTICO

      Este es el mundo de nuestra imaginación y las emociones que componen toda la información que habita en nuestro campo áurico. En base a las historias que haya en nuestro psiquismo, nuestra manera de imaginar la realidad será diferente y la de sentir la realidad también. Por ejemplo, si la historia que hay en mi psiquismo es la de una mujer violada, mi imaginación siempre estará a la defensiva con los hombres que se acercan generando historias de que quieren aprovecharse de mí y mi emoción estará en resistencia. Pero si el programa psíquico que porto es que el hombre es mi complemento, mi imaginación verá a todo hombre que se acerque como tal y mi emoción se alegrará de recibirlo; por ende, en mi realidad física se plasmará un complemento.

      MUNDO FíSICO

      Este es el lugar en el que converge de manera concreta todo nuestro mundo psíquico, emocional e imaginario. Lo que en el psiquismo era una idea o una historia, en lo energético un pensamiento y una emoción, en lo físico será una experiencia concreta de vida. Además, es aquí –dentro de su agua- donde se guardan todas las memorias, y nuestro propio cuerpo a nivel celular las replica infinitamente. Por supuesto, a cada uno de estos mundos podemos usarlos a nuestro favor si conocemos sus funciones:

      En el caso del mundo psíquico, nos sirve para poner en él las historias y programas que elegimos o sean afines a nuestro propósito, así como sacar o eliminar las que no son útiles. En el mundo energético, lo que podemos lograr es aprender a percibir las cosas como elegimos percibirlas, a sentirlas como deseamos sentirlas y a imaginarlas como elegimos imaginarlas a conveniencia. Aprender a vibrar como queremos.

      Por último, a través del mundo físico podemos dar estabilidad y confort a nuestro cuerpo a partir de inyectar en la célula los programas que deseamos experimentar. Hacer cualquier acción de nuestra vida sagrada y con un propósito divino de evolución. Ser concretos, decididos y sentirnos cómodos y seguros dentro de nuestro cuerpo.

      LOS ARQUETIPOS MATERNO Y PATERNO

      Dentro de la enseñanza iniciática existen arquetipos fundamentales para transformar o crear cosas. En nuestro psiquismo, que funciona por historias, hay símbolos, programas, patrones, karmas y mitos registrados y entre ellos los dos arquetipos principales para la creación de la realidad: el materno y el paterno. Antes de describirlos, es de vital importancia aclarar que éstos no representan lo mismo que las figuras de mamá y papá, aunque la mayoría de la sociedad comete el error de poner el arquetipo materno y paterno en ellos, provocando conflictos en su vida. Mamá y papá son las personas físicas que nos dieron la vida a nivel biológico, nada más, mientras que madre y padre son dos figuras que nos permiten realizar diferentes cosas desde energías que se complementan y deben estar equilibradas para que nuestro resultado sea perfecto. Si ponemos el arquetipo de madre en nuestra mamá, nunca podremos estar bien si ella está deprimida o tiene conflictos, pero si lo ponemos en la Pachamama, siempre podremos evolucionar hacia ese referente. Del mismo modo, si colocamos el arquetipo paterno en nuestro papá y él es funcionario del ayuntamiento, por ejemplo, nuestro psiquismo e inconsciente nunca nos permitirán superar ese puesto, mientras que si colocamos al padre en el Sol siempre tendremos más por evolucionar.

      El arquetipo materno es amor incondicional a todas las partes de la unidad; dulzura, armonía, la capacidad de amar todo lo que existe y dar forma a las cosas. Nos permite generar vínculos con todo aquello que reconozcamos (amistades, pareja, compañeros de trabajo, la tierra, el Sol, los muebles, las emociones) y permite la compasión, el apego, la identificación y el entrar en resonancia.

      Cuando prima este arquetipo es, por caso, cuando no podemos cortar con lo que amamos, nos apegamos a aquello con lo que nos identificamos y aparecen los problemas, pues falta la capacidad de dar el corte. Y el arquetipo paterno, precisamente, es aquel que nos permite cortar los vínculos; da el poder de finalizar cualquier apego, identificación o lazo en que uno esté atrapado y nos prive de ser nosotros

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