Скачать книгу

el paso. Al primero que vi fue a uno de mis enemigos; eso creía antes, al menos. Estaba alejado del círculo y mirando en todas direcciones. Al encontrarse con mi mirada, negó con la cabeza.

      ¿Qué quería decir eso?

      Empujé a dos tipos para abrirme camino y ver lo que ellos observaban maravillados.

      Nuestros hombres rodearon el círculo, apuntando a las cabezas de cada uno de esos malnacidos. Todos sabíamos lo que teníamos que hacer, cómo actuar.

      —Llegáis tarde a la fiesta. —Rio aquel asqueroso ser.

      —No tenías derecho —le dijo mi padre.

      No escuché la respuesta. A decir verdad, dejé de escuchar cualquier ruido. El tiempo se paró cuando vi su pequeño cuerpo tumbado en el suelo, como un ovillo de lana.

      Tenía la espalda al descubierto impregnada en sangre. Corrí hacia ella para comprobar que la mujer que amaba estaba muerta.

      Me agaché y le aparté el pelo de la cara. La imagen que vi hizo que me tambalease.

      No podía estar muerta, muerta, muerta, muerta…

      DABRIA

      Un ruido seco me despertó, seguido de otro y otro más. Mierda. Debían de ser Nitca y Aleksei.

      —¡Va! —grité levantándome del sofá. No me molesté en ponerme las lentillas.

      —Estábamos a punto de irnos —dijo Aleksei. Cuando la puerta se abrió del todo y entré en su campo de visión, me miraron con preocupación.

      —Tienes un aspecto horrible, forastera. —Nitca utilizaba ese mote de vez en cuando para hacerme sonreír—. Las lentillas te han irritado los ojos, deberías quitártelas. —Se acercó para observar mi cara detenidamente y ladeó la cabeza de un lado a otro, de forma que su pelo con corte Cleopatra se sincronizaba con los movimientos de su cabeza

      —Me he quedado dormida. —Escapé del escrutinio de mi amiga y caminé hacia el salón. No necesité mirar atrás para saber que me seguían—. Lo siento.

      —Nos tienes muy preocupados, Babette —dijo Aleksei sentándose en el sofá, atento a todos mis movimientos.

      —¿Queréis algo? ¿Té? ¿Café? ¿Un trago?

      —Cualquier cosa —respondió Nitca con una sonrisa—, pero no tardes, que nos tienes en ascuas.

      —Enseguida vuelvo.

      Hice una tila bien cargada para mí y tomé la botella de vodka con dos vasos para ellos. Iban a necesitarlo más que un café.

      —Bien. ¿Qué es lo que tienes que contarnos? —preguntó Nitca moviendo sus largas y delgadas piernas arriba y abajo con impaciencia.

      —Antes de nada, me gustaría pediros algo: que me escuchéis hasta el final, sin interrumpirme. A cambio, responderé a todas vuestras preguntas y aceptaré todas vuestras críticas, gritos y reproches. —Pestañeé con rapidez para evitar que se me escapasen las lágrimas de nuevo.

      —De acuerdo —afirmó Aleksei. Sus ojos azules expresaban preocupación.

      —Algo me dice que no será bueno —añadió Nitca para sí misma. Sus ojos, estos de color caramelo, también mostraban preocupación.

      —Allá voy. —Agarré la taza con ambas manos para que me dejasen de temblar—. Me llamo Dabria y soy una agente encubierta.

      —¿Qué estás diciendo? —preguntó Nitca confusa.

      —Lo siento, Nit, es la verdad. Mi verdadero nombre es Dabria, no Babette. Os he engañado a todos, me he hecho pasar por otra persona…

      —¿Qué coño estás diciendo? —inquirió mi amigo.

      —Trabajo para el CNI. Soy…

      —Te has infiltrado, ese es tu trabajo —observó casi en un susurro, sin poder creerse lo que estaba escuchando.

      —¿Infiltrada? ¿CNI? Dime que es una broma. —Antes de que pudiera responderle a Nitca, Aleksei hizo otra pregunta.

      —¿Por qué? —Ya sabía la respuesta. No era estúpido. Aun así, respondí:

      —Ya sabes el motivo, es por lo que estás pensando. Las Tres K lleva demasiados años en auge, de hecho, su crecimiento es cada vez mayor. Necesitábamos pararlo.

      —¿Quieres acabar con nosotros? ¿Ese era tu plan? —preguntó Nitca horrorizada.

      —Sí. Meter entre rejas a los miembros más importantes o a todos, a ser posible. —No era momento de verdades a medias, la capa se me había caído, o, mejor dicho, la había tirado.

      —¿Cómo has podido? —Aleksei se pasó la mano por el pelo, que le había crecido bastante desde que lo había conocido. Ahora le caía sobre la frente en desordenados mechones castaños, quitándole varios años.

      —Esperad. —Levanté una mano en alto—. El plan era perfecto: enamorar al heredero y hacerme amiga del resto. Así, todo estaría a mi alcance.

      —No puedo creer semejante barbaridad. —Nitca negó con la cabeza.

      —Podría catalogarse así.

      —Has jugado con nosotros, con Miki, ¿para qué?

      —La razón es obvia, Nitca —soltó Aleksei—. Acabar con nosotros.

      —Exacto. Todo ha salido como debía, sin ningún fallo —Aleksei me interrumpió.

      —¿Quieres decir que todos iremos a la cárcel? ¿Tu plan ha llegado a su fin y quieres limpiar tu conciencia?

      —¿Quieres eso? ¿Vernos entre rejas? —Nitca casi gritó. Los nervios se estaban apoderando de ella.

      —En absoluto. Os habéis convertido en mis amigos, en mi familia. No sería capaz.

      —No lo entiendo. Tú misma estás diciendo que el plan ha sido un éxito. —Mi amigo intentaba mantener la calma. Ninguno se había servido la copa, la conversación requería toda su atención.

      —Cierto, sería un golpe fantástico en mi carrera. Conseguiría lo que nadie ha podido. Salvo que yo no contaba con enamorarme.

      —Miki —susurró Nitca. Tenía los ojos más abiertos de lo normal y no parpadeaba.

      —Exacto. Miki. Nunca pensé enamorarme de él. Debía ser trabajo; sin embargo, ha resultado ser el amor de mi vida. —Mi amiga giró la cabeza hacia mí para escucharme con el ceño fruncido—. Lo que es, lo que hace, a lo que se dedica dejó de importarme, quedó relegado a un segundo plano porque se convirtió en mi prioridad. En mi felicidad. En mi vida.

      —No tenemos por qué creerte —atacó Aleksei.

      —¿Crees que si no me importarais, estaríamos aquí? —Reí de forma nerviosa—. No tenía una vida de ensueño, pero era muy feliz antes de venir a Rusia. Tengo un trabajo que adoro y por el que me pagan bien. Lo único que me importaba, aparte de ciertas personas, era acabar una misión con éxito para empezar otra. Mi vida giraba en torno al trabajo.

      —No sé —dudó Aleksei—. Puede ser una trampa

      —No me la jugaría cuando solo necesito hacer una llamada para que durmáis hoy mismo en el calabozo. —Intentaba darles alguna razón convincente para que al menos me otorgasen el beneficio de la duda.

      —¿Por qué te la juegas entonces? ¿Qué más quieres de nosotros? —preguntó Nitca, nerviosa y triste—. ¿No lo tienes todo ya? —Sé que querría gritarme en ese momento; sin embargo, se contuvo y la voz le salió como un chillido histérico sin florecer.

      —No lo que me importa: que me perdonéis. Poneos en mi lugar e intentad entenderme. —Apliqué más fuerza sobre la taza, como si con ello me fuese a salir el genio

Скачать книгу