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nuestra querida península californiana. Para quienes la conocemos por haberla recorrido varias veces y la conocemos también por haberle dedicado mucho tiempo de investigación, sobre todo en torno de su historia y de los pueblos que ahí han vivido, este libro tiene un valor muy grande.

      Confío, por ello, en que lo que aquí nos ofrece María Teresa no sólo será muy bien recibido por quienes ya tienen conocimientos acerca de la California mexicana sino también despertará en otros diversas formas de interés. Baja California con sus múltiples escenarios naturales, desde desiertos hasta montañas con bosque de pináceas, la riqueza sin fin de sus cactus y sus inmensos litorales –cerca de tres mil kilómetros– a lo largo del océano Pacífico y en el mar de Cortés. Sigue siendo escenario magnífico de lo que algunos han llamado geografía de la esperanza. Y en paralelo, su historia más rica de lo que podría imaginarse, constituye también otro gran hilo de atracción. Si las aguas de su mar de Cortés o golfo de California hasta ahora perduran como el más grande acuario del mundo o "las minas marinas" de las que habló Clavijero, un trabajo como el que estoy comentando, no deberá pasar inadvertido. Nos introduce él, en forma atrayente, a lo que expresa su título Historia y arte de la Baja California.

Miguel León-Portilla

      INTRODUCCIÓN

      Poco es lo que se ha publicado sobre la historia y el arte de la península de Baja California y es más poco aún lo que de esta región se ha publicado en México. Se trata de una zona que tal vez por la comparación que hicieron los primeros conquistadores con lo que conocemos como Mesoamérica, no tenía los méritos para ser conquistada, hasta que se supo de sus riquezas. Para entonces ya habían pasado casi dos siglos de infructuosos esfuerzos por dominar a sus pobladores.

      Mi objetivo al escribir este libro fue poner al alcance del mayor número posible de personas la información más completa hasta el momento sobre las costumbres de los indígenas que poblaron la península y que no pudieron ser colonizados sino a través de la obra de los misioneros, quienes a la vez se convirtieron en los principales cronistas de los usos y costumbres peninsulares. Asimismo, me interesaba presentar a detalle las pinturas rupestres que los indígenas peninsulares nos legaron para facilitar su estudio e interpretación.

      A lo largo de esta obra veremos las diferentes visiones de los narradores sobre los grupos indígenas que poblaron la península y que fueron diezmados con su llegada. Este acercamiento nos permitirá entrar en contacto con las sociedades de cazadores recolectores cuyas costumbres fueron transcritas a la luz de la ideología que los cronistas llevaron consigo.

      En el primer capítulo se presentan las diferentes descripciones que los misioneros del siglo XVIII hicieron de la península y de sus habitantes. Este capítulo nos permite vislumbrar el momento de contacto entre los indígenas de la zona y los exploradores europeos, además de relatar cómo fue la interacción entre ambos conforme el área se fue poblando de europeos y se fueron estableciendo las misiones. Los relatos de los cronistas presentados en esta sección también son un buen ejemplo de cómo cada texto era escrito dependiendo de los intereses de cada individuo o agrupación. También se presentan las primeras descripciones que se hicieron de la pintura rupestre de la península, elaboradas por los misioneros.

      El segundo capítulo está dedicado a la antigua población de la península y se desarrolla con referencia a distintas ramas de la antropología, como son la arqueología, la lingüística y la antropología cultural, además de acudir nuevamente a los relatos de los cronistas. Primero se presentan las etapas cronológicas de acuerdo con los estudios arqueológicos que se han llevado a cabo en la zona y se expone una hipótesis de su poblamiento según estudios lingüísticos. Se habla también de los diferentes grupos que poblaron la península así como de sus costumbres, cultura material, sistema calendárico, organización social, hábitos alimenticios, y gobierno.

      El tercer capítulo se enfoca en el aspecto religioso y ceremonial de los grupos peninsulares. Comienzo presentando las danzas y festividades que llevan a cabo los indígenas de Baja California, así como sus ritos de iniciación, y la posible relación de la pintura mural con los mismos, utilizando como ejemplo la Cueva de la Serpiente y El Batequi. Este capítulo también trata de la religión, los mitos de creación y del papel que han jugado los chamanes en las sociedades indígenas peninsulares. Asimismo, se describen las prácticas y ceremonias mortuorias según fueron descritas en las fuentes y en trabajos antropológicos más recientes.

      Una vez expuesto el trasfondo cultural de los habitantes de Baja California, procedo, en el cuarto capítulo, al estudio de la pintura rupestre de la península. Presento inicialmente las primeras noticias que tenemos de estas pinturas por parte de un misionero jesuita, seguidas de los estudios y registros que se han llevado a cabo de estas manifestaciones artísticas desde finales del siglo XIX. Después presento las diversas interpretaciones que varios autores han hecho de las pinturas, así como mi propio punto de vista, como preámbulo para la descripción detallada de los principales sitios con pintura rupestre que se han registrado al norte de la península, además de los grandes murales que se encuentran en la Sierra de San Francisco, la Sierra del Aguaje, la Sierra de San Juan, la Sierra de Guadalupe, y la Sierra de San Borja. Posteriormente, por medio de la técnica del análisis de cúmulos, analizo los patrones que pueden encontrarse en la pintura rupestre peninsular, lo cual me lleva a establecer el estilo Sierra de San Francisco. Para cerrar el capítulo me dedico con más detalle a dos de las pinturas más espectaculares de la zona: la Cueva de la Serpiente y El Batequi, las cuales resumen los rasgos prototípicos de este estilo. Finalmente, presento una breve conclusión de los asuntos tratados a lo largo de esta obra.

      Capítulo I

      LA HISTORIA DE LA PENÍNSULA A TRAVÉS DE SUS CRONISTAS

      La historia de la Baja California es apasionante, no sólo por los numerosos relatos que existen del siglo XVIII al respecto, con los consiguientes y eruditos estudios que el doctor Miguel-León Portilla ha realizado en relación a ellos, sino porque a través de estas crónicas podemos imaginar ese territorio despreciado por su geografía y cuyos habitantes nómadas conservaban prácticas que hoy describimos como chamánicas y cuya forma de vida no se parecía a la de los pueblos mesoamericanos.

      Existen distintas versiones en torno al origen y significado de California. Miguel del Barco, un misionero jesuita que por tres décadas –de 1738 a 1768– se dedicó a la evangelización de los habitantes de la península, apuntó que en realidad el nombre correspondía a la formación similar a una bóveda cercana al cabo, conocida hoy en día como el Arco:

      Don Miguel León-Portilla tuvo la enorme deferencia de escribirme un relato breve sobre el nombre de la Antigua California y lo transcribiré haciendo constar que no es un documento publicado, sino que él lo escribió para ahorrarme más

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