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metodología fue probada y en 2011 nació el primer niño en Temuco, a través la alianza con el doctor Juan Álvarez, de la empresa ANDROGEN de España. La tecnología fue licenciada por la oficina de transferencia tecnológica de la Universidad de la Frontera a BIOKIBANK en España.

      Esta metodología funciona y da esperanza a miles de parejas que desean hacer realidad su sueño de convertirse en madres y padres, aun cuando hayan decidido postergarlo a edades por sobre los 40 años. Se espera que también se disponga de esta metodología en Alemania, Dinamarca, España, Francia, Italia y Reino Unido, así como en EE.UU. y el resto del mundo que lo necesite (F. Vásquez, comunicación personal, 2020).

      El investigador Roland Vetter, doctor en Botánica Forestal, investigador jefe del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonía (INPA), desarrolló una tecnología denominada “Secador solar”, que es un dispositivo para secar la madera utilizando energía solar. La idea surgió para atender las necesidades de diversas comunidades, que no contaban con electricidad y, por otra parte, buscaba reemplazar los secadores de madera convencionales que consumían mucha energía. En 2005, al visitar una comunidad indígena en el município de Itamarati, con el objetivo de presentar la tecnología, se sorprendió al ver la necesidad de la comunidad por mejorar la calidad del agua, ya que muchos niños y ancianos estaban experimentando problemas de salud como diarrea y cólera, debido a contaminación del agua de los arroyos y ríos utilizados por la comunidad. A partir de esta demanda, el investigador y su equipo buscaron alternativas para desinfectar el agua, utilizando la tecnología del “secador solar”. El resultado fue el diseño de un purificador de agua basado en energía solar.

      En 2009, esta tecnología fue finalizada y denominada “Água Box”, protegida por patente de modelo de utilidad, cuyo titular es el INPA y el inventor Dr. Roland Vetter. El depurador de agua es una caja metálica de 13 kilos, que funciona con una bomba de agua y dos paneles solares de 90 Watts cada uno, que bombea el agua del río a un depósito de agua. El agua contaminada pasa por un filtro y luego por un tubo de acero inoxidable con una lámpara ultravioleta tipo C, que elimina el ADN (ácido desoxirribonucleico) de los microorganismos, causantes de enfermedades intestinales. Después de estos procesos, el agua es potable, libre de gérmenes y lista para el consumo. La lámpara y la batería duran unas 10.000 horas, es decir, de tres a cuatro años. El depurador elimina el 99,5% de bacterias, hongos y coliformes fecales del agua del río mediante una lámpara ultravioleta C, los rayos más peligrosos de la radiación ultravioleta. Unido a un panel solar y al tanque de agua de las comunidades, el depurador filtra 400 litros por hora, es decir, 5.000 litros por día, suficiente para proporcionar agua limpia para beber y cocinar a 300 personas. El precio del sistema es de alrededor de US$450, incluido el panel solar y el filtro de entrada.

      La “Caja de Água” se implementó en comunidades ribereñas de la Amazonía, en los pueblos indígenas Deni y Yanomamis, y en Nampula, una región de Mozambique, en África.

      Entre 2012 y 2017, el INPA licenció la tecnología a la empresa de Manaus, Q’Luz EcoEnergia, y pasó a denominarse “Ecolágua”, siendo la primera tecnología de la Institución en traer regalías al investigador del Instituto Nacional de Investigaciones en la Amazonía.

      En 2015, INPA se asoció con el Ejército para desarrollar un proyecto llamado “Hombre Água”, que consistía en crear un modelo más compacto del purificador de agua que cabía en una mochila. La versión adaptada pesa aproximadamente ocho kilos y tiene la capacidad de depurar hasta 300 litros por hora. Lo que mejora la salubridad de los militares, al evitar el uso de una pastilla de cloro para depurar el líquido y aumentar la disponibilidad de agua para los militares, que antes utilizaban solo una cantimplora con capacidad de 1,5 litros de agua.

      En 2017, la patente fue concedida y en 2020, la tecnología fue licenciada a una nueva empresa.

      La industria de carnes y lácteos cuenta con altos estándares de manejo y reglamentaciones sanitarias, la cual busca certificar tanto la calidad de los productos como el manejo sanitario de los animales. A la vez, la tuberculosis bovina es una de las principales afecciones a las que está expuesto el ganado, causando un gran daño económico al reducir la eficiencia en la producción.

      En Chile, es obligatoria la certificación de ausencia de la enfermedad mediante la observación de lesiones sospechosas encontradas en plantas que faenan la carne. Además, se requiere contar con un diagnóstico acelerado confirmatorio, con la finalidad de trazar los rebaños infectados e iniciar acciones de saneamiento oportunas. Con esta oportunidad a la vista, la doctora en bioquímica y biologia molecular, Ana María Zárraga, académica de la Facultad de Ciencias, y el investigador, bioquímico y doctor en Ciencias y postdoctorado, Germán Rehren, ambos de la Universidad Austral de Chile (UACh), desarrollaron un kit de reacción en cadena de la polimerasa –conocida como PCR por sus siglas en inglés– en tiempo real para Mycobacterium bovis, patógeno que causa tuberculosis en bovinos, animales domésticos y silvestres, y en humanos, llamado Boviman.

      La detección mediante el uso de Boviman demora solo 3 horas, comparado con la detección mediante cultivo, que toma 60 días. Además, confirma la presencia de tuberculosis con 95% de sensibilidad y 97% de especificidad.

      La investigación se desarrolló gracias al financiamiento del Estado de Chile y contó con el apoyo de la empresa Biosonda, la Asociación Gremial de Leche de Biobío, mataderos Frigosor Ñuble y profesionales veterinarios del Programa de Tuberculosis del Servicio Agrícola Ganadero (SAG), entidad estatal encargada del desarrollo de la agricultura, los bosques y la ganadería mediante la protección y mejoramiento de la salud de los animales y vegetales. Consiguió, además de la generación del kit PCR en tiempo real, la generación de un mapa de distribución nacional de las variantes genéticas del patógeno para trazar rutas de diseminación de la enfermedad, lo que ha contribuido a validar el kit entre estas variantes.

      El kit se transformó en la prueba oficial para la vigilancia de tuberculosis en Chile, validado por el SAG, y ha permitido contar con un diagnóstico acelerado confirmatorio de BTB en lesiones sospechosas encontradas en plantas faenadoras de carne y certificar rebaños libres de BTB, requisito exigido por el mercado internacional de lácteos y carnes. Su uso ha sido clave en programas de erradicación, ya que permite trazar los rebaños infectados e iniciar acciones de saneamiento oportunas para así reducir el daño económico y disminuir los problemas que la tuberculosis bovina causa en la producción.

      Boviman® obtuvo el Premio Nacional a la Innovación Avonni en Categoría Salud el año 2012. La tecnología tiene marca registrada y cuenta con patentes de invención concedidas en Chile, México y Argentina.

      El kit inició su comercialización el año 2006, en una primera etapa, directamente desde la Universidad Austral de Chile al SAG hasta que, el año 2008, la Universidad firmó un acuerdo con la empresa Roche Chile Limitada para que se hicieran cargo de la venta. Luego de cinco años, la Universidad decidió dar término al contrato con Roche para entregar la comercialización a la spin off que formaron los inventores del kit, dicho spin off no llegó tener actividad comercial, por lo que la Universidad Austral siguió vendiendo el kit directamente, principalmente al SAG.

      Luego de esto, y liderado por la oficina de transferencia tecnológica de la misma universidad, en marzo del 2019 se firmó un contrato de licencia con la empresa Biotecom SpA, la que desde ese entonces ha comercializado la tecnología en todo el país (G. Rehren, comunicación personal, 2020).

      Según datos del Ministerio de Salud de Chile, uno de cada cuatro chilenos sufre de alguna alteración de la función tiroidea, siendo la formación de nódulos una de las principales afecciones. Los nódulos en la glándula tiroidea pueden detectarse en hasta el 50% de la población adulta y bajo ciertos criterios clínicos, requiriéndose la evaluación de la naturaleza del nódulo para determinar si es patología benigna o maligna.

      El método estándar para determinar la naturaleza de un nódulo tiroideo es la evaluación citológica de una muestra obtenida por punción

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