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simplemente nuestra zona de “sombras”. No podemos huir de ella ni hacerla desaparecer. «Las sombras forman parte de nuestra vida».8 Nos conviene escuchar lo que tengan que decirnos. Ahora bien, escuchar el dolor no significa dejarse acaparar por él. Porque hay determinados grados de atención que agravan las situaciones.

      El miedo

      La soledad y el desamparo

      El hecho de que el sufrimiento sea una sensación tan privada hace que se acompañe muy a menudo de un fuerte sentimiento de soledad. Las personas que sufren de modo crónico agravan su situación, muchas veces con el sentimiento de que nadie las entiende ni las compadece como merecen. Si de ahí pasan a pensar que son un estorbo, o que molestan, todavía aumentan más su malestar.

      La frustración y el desánimo

      «El mayor dolor del mundo

      No es el que mata de golpe,

      Sino aquel que, gota a gota,

      Horada el alma y la rompe».

      Sin embargo todas las pruebas pueden servirnos para aprender. La experiencia nos enseña a ser más sabios, más prudentes, a protegernos. Entendemos que no se trata, tampoco, de levantar barreras de protección tan altas que acaben por aislarnos de la realidad. Porque si tras un desengaño amoroso no volvemos a amar, podemos caer en el resentimiento y el odio. La decepción, si no se trata, degenera en amargura, y la amargura en cinismo. Cuando tras el naufragio tocamos fondo, solo intentando nadar de nuevo podremos salir a flote.

      Es propio del ser humano cometer errores. Pero uno de los aprendizajes más importantes de la vida es el de sacar lecciones positivas de nuestras equivocaciones y pasar página. Si nos complacemos en nuestra situación de víctimas, si nos empeñamos en echar la culpa de todo a los acontecimientos, si nos anclamos en situaciones de queja y lástima, difícilmente podremos tomar las riendas de nuestra existencia. El resquemor y la frustración no hacen más que exacerbar el sufrimiento. La curación de los malos recuerdos no se obtiene luchando contra ellos sino cultivando los buenos.

      La sombra del pasado

      El actor que fue un ídolo no soporta haber caído en el olvido. El deportista que teme ser desbancado intenta prolongar su carrera a base de química… De los triunfos pasados –de la gloria perdida– cuesta curarse. El escritor se deprime si su siguiente libro se vende menos que el anterior, y el cantante se ensombrece si le contratan menos galas... Lejos de estar contentos con lo que la vida nos otorgó durante un tiempo, sentimos que lo pasado ya no cuenta, por excepcional que fuera. El dinero acumulado ya no satisface, si no se sigue ganando. La admiración cosechada no vale nada, si ha dejado de suscitarse. La belleza que se tuvo un día se convierte en un maldito recuerdo cuando se ha perdido.

      ¿Por qué valoramos tan poco lo conseguido, una vez que ha pasado? Un número creciente de personas desquiciadas se operan cien veces y se inyectan cualquier veneno en el cuerpo con tal de aparentar menos años, para convertirse a menudo en seres deformes... Y hasta hay algún político engreído que no hace ascos a cualquier apaño por mejorar su imagen intentando conseguir los votos que le permitan perpetuarse en el poder…

      El sentimiento de fracaso

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