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sufrimiento, dándole una función catalizadora en su creación artística. Algunas de las más sublimes obras de arte se inspiran en él. La sensibilidad –cualidad fundamental del artista– o le hace sufrir más que a otros o lo capacita para expresar su dolor con mayor emoción.

      Aunque parezca exagerado, la verdad es que si tomamos la lista de los mayores artistas de la historia, y la recorremos casi al azar, empezando por los músicos, esta tesis parece confirmarse. Juan Sebastián Bach quedó huérfano a los 10 años. Mozart murió de enfermedad y miseria a los 35 años. Beethoven, nieto de una demente, hijo de un alcohólico y de una criada, escribió sin embargo la sublime Pastoral. Debussy, de gusto tan refinado, se crió en un barrio de los más bajos, a golpes de látigo, con una madre que tenía, entre otras taras, una mano muy suelta.

      Edgar Poe, que perdió a su madre a los 3 años, escribió: «Nunca he amado sin que la muerte mezcle su aliento con el de la belleza».

      Nijinski, el gran genio de la danza, para poder estudiar y salir adelante se vio forzado a sucumbir a los 16 años a las exigencias sexuales del gran Diaghilev, director de los famosos ballets rusos. Toda su corta vida, que acabó en la demencia, se vio abrumada por el miedo a la miseria. Escribió hacia el final, en su Diario: «Vivo, luego sufro. Pero en mi rostro rara vez se han visto lágrimas: todas se las ha tenido que tragar mi alma».

      La angustia y la inquietud pueden, en efecto, favorecer la creación porque los artistas, siendo más sensibles que el común de los mortales, subliman su dolor en sus obras. Su arte les ayuda como una terapia a superar circunstancias particularmente adversas. Una personalidad creativa encuentra nuevos medios de expresión hasta para el dolor. Por otra parte, los artistas sufren el desfase entre la realidad imperfecta en la que viven y la creación maravillosa que desearían producir. Creando construyen puentes entre esos dos mundos. Ante los horrores del dolor, y en su admirable empeño en no dejarse destruir por él, no es de extrañar que los artistas sientan la imperiosa necesidad de crear belleza. Pero no cabe duda de que sus obras maestras surgen más del talento del genio que de sus desventuras.

      1 . «Dad palabras al dolor. La desgracia que no habla, murmura que no puede más en el fondo del corazón, hasta que lo quiebra» (Shakespeare, Macbeth).

      2 . Dorothee Sölle, Suffering, Filadelfia: Fortress Press, 1975, p. 76.

      3 . En J. J. Mateo, “Te sangran los dedos y disfrutas del sufrimiento”, en El País, 30.1.12, p. 43.

      4 . Borja Vilaseca, “¿Qué necesito de los demás para ser feliz?”, El País Semanal, p. 68.

      5 . Ibíd.

      6 . Stefan Zweig fue un escritor austriaco que vivió entre 1881 y 1942.

      7 . Pascal, Pensamientos, § XV.

      8 . W. Brueggerman, The Message of the Psalms, Mineápolis: Augsburg Fortress, 1984, p. 51-52.

      9 . Citado por Reine Caulet, « Je crée donc je souffre », dossier Douleur, p. 35-36.

      10 . Antonio Rabinad, Cartas a Theo, Barcelona: Paidós Estética, 2004, p. 395.

      11 . Ibíd., p. 35.

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      Atentos a las

      señales de alarma

      «El arte de la vida es el arte de evitar el dolor».

      Thomas Jefferson

      El dolor tiene aliados

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