ТОП просматриваемых книг сайта:
Extra Point. Ludmila Ramis
Читать онлайн.Название Extra Point
Год выпуска 0
isbn 9788418013645
Автор произведения Ludmila Ramis
Серия Goodboys
Издательство Bookwire
Adam me dijo que creía que estábamos haciendo «algo» mal. A lo que yo respondí: «¿Algo? No sabía cuál era el antónimo de sexo hasta ahora».
Nos empezamos a reír tan fuerte que su abuela nos preguntó cuál había sido el chiste a la hora de la cena. Desde ese día, somos amigos. Lo único sexual que hay entre nosotros son los orgasmos compartidos por las galletas de la señora Hyland.
Después de él, llegó Elián.
Miro mi reflejo en las paredes espejadas del elevador y me pregunto qué tan poco me quería a mí misma como para quererlo a él.
Pero ahora soy la nueva asistente de una de las tres mejores planificadoras de bodas del país, así que me concentro en eso. Cuando las puertas se abren, dicha concentración flaquea entre mi responsabilidad y mi curiosidad por el chico de lindos globos oculares. Él está de espaldas, con las manos hundidas en el cabello.
—¿Blake? ¿Estás bien?
Los músculos bajo su camiseta se tensan. Baja los brazos y cuando se gira parpadea como si fuera un espejismo.
—Zoe, ¿qué…? —Sus pensamientos lo interrumpen antes de que coja aire—. Dime que no eres la...
—Veo que ya conociste a mi nueva asistente —dice una mujer—. Intenta no enamorarte de ella también.
—¡Señora MacQuoid! —saludo, más sobresaltada que encantada.
Mi hígado, mi páncreas, mi apéndice, mi intestino grueso, el delgado y todos los órganos de mi aparato digestivo se revuelven, inquietos, ante la fría e imperturbable presencia de la jefa. Mi cuerpo la cataloga como un buitre hambriento que merodea cerca, a la espera de clavar sus garras en la presa indefensa.
Capítulo VII
Fontanería
Zoe
—No tienes horario fijo, cuando te llame, vienes y punto, aunque tendré en consideración tu horario de cursada. La paga justifica tu disponibilidad.
Troto a su espalda porque camina demasiado rápido. La cantidad de cámaras que hay en el edificio me ponen nerviosa.
—Ten tu documentación actualizada y a mano. Siempre lleva mi agenda y el teléfono adicional de negocios contigo. Tenlo con un mínimo de 65 % de batería. Una llamada que no hagas o recibas puede dejar sin provisiones a un cocinero, a una novia con un vestido demasiado pequeño o a una boda sin cura.
—Eres como Meryl Streep en The Devil Wears Prada —digo al perder el miedo y recuperar la emoción.
—No, querida. Meryl Streep en The Devil Wears Prada es como yo, no te confundas.
«Eso es algo que Meryl Streep en The Devil Wears Prada diría», pienso.
Entramos a una oficina donde casi todo es de cristal: paredes, estantes, cuadros, escritorio.
—¿Te imaginas si alguien entrara aquí con un bate y mal temperamento?
Me lanza una mirada de desaprobación al hundirse en el cuero de un sofá. Estoy a punto de tomar asiento cuando enarca una ceja. Quedo inmovilizada en una sentadilla, como cuando uso los baños públicos.
—Troy o Trey, no estoy segura de cómo se llamaba, dejó una lista de quehaceres por ahí. —Hace un ademán a tres cajas apiladas junto a la puerta—. Toma esas cosas y vete. Te llamaré cuando te necesite.
—Eso haré, y gracias por la oportunidad. No veo la hora de planear una boda.
Me mira como si me faltara un tornillo.
—El único motivo por el que estás aquí es porque Bill Shepard me lo pidió. No te excedas. Hago esto desde antes de que nacieras. Nunca acepté sugerencias y no comenzaré ahora, soy capaz de encargarme de todo sola. Tú te limitas a hacer lo que te digo, sin aportar nada.
—Si usted puede hacerlo por su cuenta, ¿por qué necesita a alguien que haga tales cosas por usted?
Me tiemblan los brazos por el esfuerzo al levantar las cajas y traspasar el umbral.
—No lo necesito, pero los que tienen dinero a menudo prefieren dar las órdenes para que los demás las acaten. —Se encoge de hombros, se levanta y acerca con los brazos cruzados—. Además, hacer algo de caridad nunca está de más.
Nunca me habían dicho que era un caso de «caridad». No duele como creí que lo haría, pero sí me molesta. Al final, le facilito su trabajo y no lo reconoce. Estoy a punto de decírselo cuando murmura un «au revoir» y cierra la puerta en mi cara.
—Ni Meryl Streep actuó así de perra, ¡reclamaré el Óscar por usted! —grito al verla volver al sofá.
Ella me ignora.
—Troy, su último asistente, duró tres meses —dice una voz a mis espaldas—. También empacó sus pertenencias en menos de cinco minutos, así que veremos cuánto tardas tú.
El hombre que me ayuda al quitar dos cajas de mis brazos está casi por los treinta. Es como una copia ejecutiva del jugador que le gusta a Kansas, Travis Kelce, pero sin tanto músculo.
—No saques tu cronómetro aún.
—¿Tanto necesitas el trabajo como para no haber salido corriendo después de conocerla? —Acomoda las cajas bajo su brazo para tenderme una mano—. Soy Corbin, por cierto.
—En realidad, no lo necesito o, por lo menos, no por mucho tiempo. —Recuerdo que debo decidir qué hacer con la herencia, así que pego una nota mental junto a mi hipotálamo para reflexionar sobre eso—. Un placer sufrir contigo bajo el mando de esa dictadora, Zoella Murphy a tus servicios, pero la mayoría me dice Zoe.
Tal vez Betty sea la villana de la empresa, pero eso no significa que sus empleados sean los secuaces malévolos.
—¿Ocurre algo? —pregunto cuando Corbin se queda callado.
Algo en su reacción me recuerda a la de Blake cuando la señora MacQuoid le dijo que yo era la nueva asistente. «Intenta no enamorarte de ella esta vez», añadió. Intento no prestarle demasiada atención a esa oración, no es mi asunto ni soy psicoanalista, pero es difícil dejar de pensar en él cuando lo encuentro en todas partes. De seguro a este paso iré al baño y su cabeza emergerá del agua invadida por las bacterias.
«Me gustaría ser fontanera para sacar al lindo de ahí».
—No, no es nada —asegura Corbin—. Es que creo haber oído tu nombre una vez.
Lo dice de forma casual, con una postura despreocupada, sin embargo, en lo que respecta a sus ojos no hay nada por casualidad o quietud en ellos.
Blake
—La abuela de la hermana de una amiga de la madre de un conocido de mi primo me dijo que estas cosas son fáciles de cocinar. —Shane sacude una caja de pastel de vainilla—. ¿Creen que al final se parecerá a una tarta de cumpleaños y no a una bola de masa cruda con posible riesgo de muerte al primer bocado?
—Yo no tengo mucha fe en tus habilidades culinarias —dice Dave—. En realidad, no te tengo fe en nada que no sea tapar el excusado. En eso sí que eres un campeón.
—Por favor, estoy comiendo —se queja