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Extra Point. Ludmila Ramis
Читать онлайн.Название Extra Point
Год выпуска 0
isbn 9788418013645
Автор произведения Ludmila Ramis
Серия Goodboys
Издательство Bookwire
Cuando lo escucho bajar las escaleras, me desmorono y me deshago en lágrimas. Lloro porque siento sus manos sobre mí y no puedo luchar contra fantasmas, dejo que los gritos que no pude soltar exploten en mis entrañas y soy testigo de la tormenta que arrasa con todo, incluso con lo que no es capaz de alcanzar.
«85, 127, 300, 611, 1024…».
Blake
Me aferro a la barandilla de la escalera con fuerza y observo un punto en la pared, mientras trato de reprimir la necesidad de dar la vuelta y subir al ático. No debes interferir cuando un desconocido te pide que te alejes; pero darle espacio a alguien para que corra, literal o mentalmente, enloquecido por el pánico, me parece inútil. A veces, no importa lo que la gente diga, hay ojos que ruegan por ayuda cuando sus voces dicen lo contrario.
No poder aliviar el dolor de alguien me atesta de una impotencia que se transforma en culpa, y si hay algo que te dicta cómo vivir desde las sombras es ella.
La chica del ático no se parece en nada a la sonriente y alelada Zoe que define mis murales como simbólicos, introspectivos y sutiles.
Echo una mirada sobre mi hombro a su puerta. Entrar ahí sería tan sencillo como girar el picaporte, pero me dijo que no hiciera preguntas, e incluso en el silencio de un abrazo se escuchan los signos de interrogación de alguien que quiere entenderte para hacer más que consolarte.
Bajo las escaleras. Tiene razón, no puedo demandar respuestas cuando ni yo mismo quiero o puedo darlas. Tampoco puedo pretender reparar algo cuyo mecanismo no entiendo cómo funciona.
Aparto la vista del mural al pasar la sala y entro a la cocina, donde poner la mesa es como soltar una manada de cachorros en una cristalería. Dave ya está barriendo los restos de una jarra y no llegamos ni hace media hora.
—Sí, porque la abuela de la prima del amigo de mi tía me dijo que..., ¡Hensley! ¿Dónde estabas? —pregunta Shane—. Justo estaba por contar cuando la abuela de la pri…
—¿Y Zoe? —interrumpe Glimmer—. Kassian nos dijo que estabas con ella.
—¿Zoe? —pregunta Steve, sonriente—. ¿Zoella Murphy?
—¿Conoces a la alcoholizahermanos y atropella-Blakes? —indaga Akira, quien prepara limonada en un florero.
Supongo que esa era la última jarra.
—¿Te atropelló? —Esta vez es Mei la que habla, entre incrédula y colérica—. Si es verdad, voy a...
—Lanzarle una maldición, hacerle un muñeco vudú, lo sabemos —afirma Steve—. Concéntrense por un vez y díganme si la nueva se llama Zoella Murphy.
Los integrantes de Los Hígados no terminan de asentir que el quarterback ya está de pie. Me muevo para obstruir su paso y frena, patidifuso. Un pequeño silencio interrumpido por Akira solo que revuelve la bebida con un cucharón se asienta en la habitación. Me siento incómodo, pero no menos firme por tener tantos ojos en mí.
Ante la falta de ruidos, Steve escucha la tormenta en el exterior. A su rostro lo mancha la comprensión y soy yo el que está confundido cuando retrocede. Asiente como si supiera lo que acaba de ocurrir en el ático.
—¿Por qué se callaron todos? ¿Estamos jugando a que la persona que habla pierde y no me dijeron? —demanda Kassian, desde la mesa—. Porque si es así, son todos unos trampo... —Elvis le tapa la boca antes de que llegue a preguntar—: ¿Qué ocurre? Escúpanlo.
—Te pidió que nos dijeras que se sentía mal, ¿verdad? —sigue Steve e ignoramos el grito de Elvis cuando el niño le muerde la mano—. Tenía la esperanza de que esto dejara de ocurrirle.
—¿Y si en lugar de hablar en código nos explican por qué esta chica no baja? Mi maldita comida se está enfriando —exige Mei.
—Zoe sufre de astrafobia. Le teme a los rayos, a los relámpagos, a los truenos y todo lo que tiene que ver con las tormentas.
En cuanto las palabras salen de Steve, quiero agarrarlas y metérselas de nuevo por la garganta. Adoro a este tipo, pero esa adoración se ve nublada porque ese no es su secreto como para decirlo frente a todos. Me preguntó cómo lo sabe y me veo retenido por mí mismo, en la espera por una respuesta.
—Crecí en Betland y soy solo dos años mayor que Zoe, la conozco desde que tengo uso de razón —explica—. Mi hermano Chase es muy cercano a su fami... A las personas que la rodean.
—¿Y por qué le teme a las tormentas? —Dave ha dejado de barrer.
—No es mi historia para contarla. —Se encoge de hombros y una parte de mí se alivia al saber que nada, incluso lo que no sé, saldrá a la luz por medio de Timberg—. Lo único que voy a decirles es que le den espacio respecto a esto. Acaba de llegar y de seguro no estaba en sus planes tener un ataque de pánico. No insistan o saquen el tema si ella no lo hace —aconseja con pesar—. Y no interfieran.
Sus ojos cafés caen en mí.
—De verdad, Blake. No interfieras.
—¿Por qué crees que soy el único que sería capaz de interferir?
—Porque sueles pensar más con el corazón que con la cabeza. Touch heart, ¿recuerdas? No es necesario que alguien pida algo para que estés en su puerta, listo para dárselo.
Conoce mis puntos débiles y me advierte que la chica de la cicatriz será uno de ellos, pero no sabe que, en el fondo, ya lo es.
No voy a olvidar lo que vi en ese ático.
Capítulo X
Corazón flexible
Blake
—¡Más rápido, perezoso infeliz! ¡Hasta mi abuela tardó menos en morir que tú en correr todas estas yardas! ¡Velocidad, Preston! ¡Velocidad a máxima potencia, pequeño pedazo de escoria americana! —El coach está saltando de la rabia.
Elvis tiene la lengua afuera por el esfuerzo.
—Quiero golpear a ese tipo con mis libros de texto —farfulla Dave al correr a mi lado—. Y déjame resaltar que los libros de filosofía son bastante pesados. Platón lo dejaría fuera de combate.
—No puedes golpear al hombre que entrenó al amor de mi vida —se queja Shane al alcanzarnos, trayendo a colación su fanatismo por Malcom Beasley—. Si tú y tus libros se acercan a Bill, te las verás conmigo, Dave Alonso Ducate. —Gruñe.
Literalmente, le gruñe. No sé si reportarlo al zoológico.
—Pero... —empieza Dave.
—¡¿Tienes algún problema conmigo y mi método de motivación, Barbie?!
Nos sobresaltamos cuando Shepard aparece corriendo en reversa a nuestro lado, parece lanzarle patadas en el trasero a Dave con los ojos. ¿Cómo llegó tan rápido? Estaba torturando a Elvis en la otra punta del campo.
—Eso creí, rubiecita —añade cuando mi amigo se muerde la lengua—. ¡Deténganse y reúnanse todos, ahora!
Es la segunda vez que lo vemos desde la práctica del viernes, pero el antiguo entrenador acordó hace meses un partido contra los Wreckers esta noche, así que el nuevo coach organizó este entrenamiento mañanero de último minuto. Después de dormir solo dos horas y media, siento que ni un saco de boxeo podría estar en peor estado que yo.
Luego de la cena en Los Hígados, Kassian y yo nos pusimos a dibujar en la autocaravana. Él, ratones de tres colas por diversión y yo, cincuenta pilares barrocos idénticos para un trabajo. Se quedó dormido en la mesa, pero no lo acompañé en sueños. Mi insomnio me llevó a echarme en el asiento del conductor y ver a través de la ventanilla la luz encendida del ático. Zoe no la apagó en ningún momento e incluso cuando mi despertador