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no te protege de que te invadan los malos.

      —No hay tiempo, decidan de una vez. —Apresura Dave al mirar el tablero.

      —Haremos lo que ya dije, porque puede que tú seas la artillería, pero soy yo el que lidera el ejército. —Steve se encoge de hombros—. Es lo que es.

      Hay autoridad en su expresión, pero también una disculpa y un agotamiento constante. Sé que no hago las cosas fáciles en el campo y, a pesar de que detesto que él deba lidiar con lo que muchos denominan rabietas —sin siquiera saber—, no puedo detenerme o siquiera explicarle el porqué.

      —No hagas las cosas más difíciles, Blake. Lo único que te pido es una anotación, sé que puedes hacerlo.

      «No, no puedo».

      Me alejo de los Sharps con las manos echas puños en el intento de no decir nada de lo que vaya a arrepentirme más tarde. Me repito que Steve solo quiere que ganemos, no está haciendo nada para torturarme. Levanto la vista a los fanáticos eufóricos y pienso cómo diablos no los decepcionaré, y la encuentro a ella.

      Los dedos de Zoe están enroscados alrededor del brazo de Shepard, apretando el músculo ante la oleada de emoción. El contraste entre la imponente figura del hombre y Zoe, envuelta en flores, me distrae lo suficiente para quedarme mirándola hasta que me pilla.

      Sonríe y me saluda con la mano en la que sostiene un café. Sin querer, derrama líquido en su vestido.

      Exhalo sin saber que estaba conteniendo el aliento y aflojo las manos. Ella le quita la gorra a Bill y la usa para secar su falda. Él vuelve a arrebatársela. La sacude, se aleja un paso y se la vuelve a poner. Zoe se ríe y se le acerca, pero él vuelve a alejarse. La manda a la banca con el dedo, pero ella lo desobedece.

      Vuelve a sonreírme y lucho conmigo mismo, porque me encantaría corresponderle.

      Sé que no debería analizar tanto el gesto, sino centrarme en el hecho de que estamos perdiendo y tengo que lidiar con una jugada que no puedo manejar. Sin embargo, la miro más. Soy del tipo de persona que se empeña en ver los detalles de lo insignificante porque cree que no hay insignificancia en ellos.

      A veces, hago de las cosas pequeñas un mundo, como si ya no hubiera muchos sin explorar.

      —Inténtalo, Blake. —Dave aparece para obstruir mi vista y mi malhumor regresa. En un universo paralelo, sé que lo derribaría para seguir viendo a la chica que me sonríe—. Solo por hoy, inténtalo.

      —¡Creo que se viene una conversión de dos puntos, damas y caballeros! —La locutora anticipa a través de los altavoces con efervescencia—. ¿O es que buscarán el punto extra? Los Sharps necesitan doce puntos para alcanzar a los visitantes y, lo que al principio creíamos un juego parejo, está comenzando a tornarse a favor del contrincante. ¡¿Podrá el equipo de Owercity igualar a los Wreckers?! ¡¿Quién se llevará la corona?! ¡Estamos a segundos de averiguarlo!

      —¡Madre Santa, acaba de tirarse un pedo! —chilla el locutor, que aparece en pantalla y le entrega el niño a su esposa—. ¡Que alguien me traiga con urgencia algo de aromatizante de ambiente! —Se cubre la nariz y mueve la mano para espantar el hedor—. ¿Qué le diste de comer, Claire? Porque estoy seguro de que el puré de calabaza no puede ser el causante de que arroje bombas atómicas a través de su pañal. Tal vez deberíamos llevarlo al campo y dejar que todos se desmayen, así terminaríamos de sufrir por la paliza que los Wreckers nos están dando.

      Los fanes de la OCU lo abuchean.

      —¡Solo digo la verdad! Los Sharps están en apuros, deben comenzar a anotar antes de que la pestilencia de Ciro o el temperamento de Bill Shepard los alcance. De otro modo, esto terminará en una derrota que me destrozará el corazón, de la misma forma en que mi hijo acaba de destrozar mi sentido del olfato.

      Un asistente de sonido le pasa un abanico y Gabe lo sacude en el trasero del bebé. Es como ver una comedia deportiva en directo.

      Los jugadores nos ponemos en posición. Miro a Dave sin mediar palabra, lo que le basta para saber que no seguiré el plan de Steve. Un silencio abrumador envuelve el estadio mientras el árbitro se lleva el silbato a los labios. Antes de soplar, sus ojos caen en la pantalla y Timberg me echa una mirada de sobre su hombro.

      Siento la presión y mi corazón late cada vez más rápido aunque aún no empecé a correr. Mis ojos van a la tribuna. La repaso, una y otra vez, en busca de su cara, pero no está en ningún sitio. Luzco inalterado, pero por dentro me estoy volviendo loco. No sé cómo voy a evitar la jugada sin perjudicar al equipo. Además, que los Wreckers nos observen como si fuéramos la cena, no ayuda.

       Sin embargo, que la persona frente a ti sea un depredador, no implica que tú seas su presa. Puedes ser una víctima tanto como puedes ser su equivalente; si hay más de un predador, ocurre lo inevitable: el enfrentamiento. Alguien debe ser la presa al final, así funciona la naturaleza.

      Me viene una idea y sé que los Wreckers no lo son, sin embargo, pronto lo serán.

      La aglomeración en las gradas enloquece con el silbato. La barrera del equipo contrario se lanza contra la nuestra. El centro, Shane, lanza el balón antes de ir hacia el contrincante y Steve aprovecha el hueco para correr, pero el balón está en manos de Elvis, el halfback, que chilla con pánico cuando los de Playork se le avecinan como una estampida. Es mi señal para correr.

      El persistente ardor se extiende en cada fibra de mi cuerpo. Elvis lanza, el balón gira como un tornado dirigido y los espectadores se aferran al borde de sus asientos. Mis pies abandonan la tierra al saltar y, cuando la aspereza del cuero roza mis palmas, me aferro a él como si mi vida dependiera de ello.

      —¡Impecable lanzamiento por parte del 42 y excelente atrapada del 31! ¡Ahora, Hensley está en la mira de los visitantes!

      Los gritos son el oxígeno que me falta y avivan el fuego. Mis piernas se incendian en un violento y doloroso placer cuando corro por el lateral derecho. Las voces de mis compañeros no se distinguen de las de los contrincantes, y aparece un jugador de la universidad contraria. Su constitución física supera la mía y, a través del casco, veo cuánta ansia tiene de acabarme. Acelero, pero se niega a quedarse lejos.

      Dave aparece —él siempre aparece— y se interpone para bloquear que pueda llegar a mí sin derribarlo o esquivarlo primero. Voy más rápido y los dejo atrás. Nuestro invitado se frustra, pero yo también lo hago al pasar yarda tras yarda. Una odiosa sensación me seca la boca.

      —¡Tres Wreckers están yendo tras el 31 y su trasero! ¡A menos que Hensley reaccione, cenará césped sintético esta noche! —Gabriel se desespera y se aferra a un micrófono que yo no debería estar mirando cuando soy perseguido por un equipo entero—. ¡El mundo se sigue moviendo, muévete con él! ¡Por amor a las hamburguesas y por su propia integridad física, será mejor que este jugador reaccione antes de que Bill Shepard lo haga!

      —¡El contrincante se acerca y el local está paralizado a unos pocos pies de la zona de anotación! ¡Tiene el camino libre y está paralizado: repito, tiene camino libre y está paralizado! ¡¿Qué está ocurriendo?! —pregunta Claire—. ¡Los Sharps necesitan los dos puntos de la conversión y los Wreckers están a punto de derri...! ¡Dios! ¡El número 31 lanza!

      La jugada original implica que el balón vaya de Shane a Elvis, que Steve simule que se lo dieron para despistar y yo me ocupe de anotar. Sin embargo, echo el brazo hacia atrás y aviento el balón en línea recta y horizontal en dirección al quarterback. La trayectoria es perfecta y Steve, como siempre, está preparado para cualquier cosa cuando se trata de mí en el campo. Corro bajo el cuero porque soy cobarde, pero no abandono. Dos contrincantes buscan barrer sus piernas y solo tengo tiempo para interponerme en el camino de uno de ellos, que colapsa contra mí con brutalidad.

       La multitud se pone de pie cuando Steve salta para agarrar el balón. Aún debe encargarse de un adversario por sí solo, mientras que el que me tiró y yo intentamos ponernos de pie.

      —¡Jugada innecesaria y atrevida por parte del 31! ¡Todo recae en el 9, líder de los Sharps de

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