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increíbles a los sobrinos de Knórosov. ¿Qué críquet podría haber en Yúzhnoye? ¿Cómo es posible que Yura fuera un niño tan travieso si su padre siempre había sido una persona muy respetada en el pueblo, a quien de inmediato informaban sobre cualquier mala conducta de sus hijos?

      Por otra parte, muchos padres cariñosos a menudo ni sospechan de las travesuras de sus hijos. Y para evitar los castigos los niños se quedan callados, como los guerrilleros. No es casualidad que para el psiquiatra llegaran a ser tan evidentes la ansiedad elevada, la agresión oculta y los temores del pequeño Yura. Eso significa que él simplemente no podía llevar la vida de un niño común y obediente.

      Pronto en la educación hogareña de los niños se halló una inevitable «deficiencia». Borís, Leonid, Yura, Serguei y Galina no eran personas muy «colectivas». La Revolución, la Guerra civil, la formación del poder soviético enseñaron a los Knórosov a estar lejos de la gente ajena, incluso de los vecinos. Los niños estaban encerrados dentro de la familia, desarrollaban sus propios talentos. No les gustaba ni dar órdenes ni obedecer a la gente, excepto a sus padres –nadie heredó el talento de gerente del padre. Evitaban los eventos colectivos. Se encerraban en un círculo bastante pequeño de personas que los comprendían y donde se sentían seguros. En Yúzhnoye se encontraba poca gente de este tipo.

      La música era parte importante de la educación en la familia Knórosov, y aunque los hijos mayores no tuvieron suficiente talento para tocar instrumentos musicales, podían escuchar música durante horas. La madre le enseñó a Galina a tocar el piano de cola. Pero cuando a Yúzhnoye llegaba de visita la abuela armenia, la reconocida actriz Mari-Zabel, en casa estallaba una verdadera fiesta. Una vez María Davýdovna trajo un cofre que provocó éxtasis entre sus nietos. Dentro de él había vestuario escénico, accesorios, abanicos y viejos álbumes con fotografías de los actores de las compañías en las que había actuado la actriz. Aparentemente en algún momento ella había decidido dejar el escenario, donde las obras clásicas se sustituían cada vez más por los sencillos espectáculos revolucionarios, en los que, para una actriz de vieja formación, era difícil escoger un papel decente.

      En 1926 Mari-Zabel falleció. Ella tenía solo 66 años. En la casa se conservaron algunos boletos y programas teatrales de diferentes años. Entre ellos, el folleto del espectáculo conmemorativo en honor a los 40 años de su actividad escénica.

      La señora Zabel

      (1879-1919)

      En esta temporada se cumplen 40 años de la actividad escénica de la señora Zabel.

      Durante 40 años ella ha pasado por todo tipo de dificultades inherentes a la vida artística. La actriz Zabel, en cada compañía donde actuaba, servía de aquel necesario pilar en el que se alineaba el natal escenario teatral armenio. Ella actuó en todas las compañías teatrales armenias, desde su surgimiento hasta la creación del organismo teatral más brillante, desde los tiempos de Petrós Adamián hasta nuestros días.

      Siempre modesta, trabajadora, completamente fiel a su vocación –características que formaban la parte más pequeña de sus cualidades, que marcaron su gran esencia artística.

      Según la iniciativa del consejo de la comunidad armenia, el 10 de enero en el teatro artístico tendrá lugar un espectáculo conmemorativo de la actriz emérita, señora Zabel.

      Yura amaba mucho a su abuela, aunque aparentemente nunca se caracterizó por desarrollar una pasión hacia la teatralidad. Por otra parte, él sabía «hacerse el tonto» brillantemente. Lo hacía con una mirada tan seria que era difícil creer que lo hacía. Durante toda su vida usaría este don aunque lo hizo muy raras veces, solo cuando tenía que escapar de la presión insistente de alguien.

      Sin embargo, más que todo, a Yura le gustaba fantasear. De vez en cuando se quedaba quieto e inmóvil en el rincón aislado de algún lugar, viviendo acontecimientos que no tenían nada que ver con la vida cotidiana. En sus libros infantiles todavía describía esta realidad paralela, y al crecer se cerraba aún más en sí mismo y no compartía sus visiones interiores casi con nadie.

      Yura fue el primero de los hijos de la familia Knórosov que tuvo la oportunidad de estudiar en una escuela soviética ordinaria desde el principio. Aún se conserva la copia del acta de nacimiento de Knórosov Yurkó Valentínovich que se había entregado para presentarla «en la escuela» en 1930. En aquel momento Yuri tenía siete años. Presentar el acta de nacimiento era uno de los requisitos en la Unión Soviética para estudiar en la escuela primaria según la ley sobre la educación obligatoria general. Sin embargo, estar sentado junto con los compañeros de la primaria del pueblo no le parecía muy atractivo. El niño ya leía mucho e incluso se sabe que ya escribía. Sin embargo, el padre era una persona demasiado importante en Yúzhnoye para que le permitieran a su hijo hacer travesuras o faltar a clases en la escuela ferroviaria núm. 46. Él trabajó durante muchos años en puestos directivos en Yúzhnoye, en el fideicomiso de los materiales de construcción del Comisariado Popular de Líneas de Comunicación (que había reunido aproximadamente a 30 fábricas de ferrocarriles). Además, el padre ocupaba un puesto directivo en la administración local. No, nadie le hubiera permitido faltar a la escuela o ser un mal estudiante al hijo de una persona tan respetada. Si hubiera pasado algo, de inmediato habrían informado al padre, como se suele hacer en los pueblos pequeños.

      Por otro lado, Yuri tenía oído absoluto y por lo tanto lo mandaron a estudiar en una escuela de música del colegio de Járkov de ferrocarriles del sur para aprender a tocar el violín. El violín de Yura era viejo; era de un maestro italiano, más o menos del siglo xviii.

      En el verano de 1932, hubo en Járkov un festival de los alumnos de las escuelas infantiles de música. En aquel momento Yura había cumplido ya 11 años y debía presentar en este festival el Concierto clásico escolar de Seitz núm. 2, composición 13. Friedrich Seitz es un compositor ruso de origen alemán. Era bastante popular en Ucrania, ya que un tiempo vivió en la región de Dnepropetrovsk hasta que falleció, en 1918. El Concierto núm. 2 se caracteriza por su peculiar expresividad. Es de las obras prácticamente obligatorias que normalmente tocan los violinistas principiantes. La obra permite de forma extraordinaria desarrollar la agilidad de los dedos, subrayar los tonos y pulir la técnica. Desde el siglo xx no hay una presentación escolar sin el concierto de Seitz.

      En el programa de las presentaciones, a Yura le había tocado el número 14 de 25 participantes de la primera sección. Él iba inmediatamente después de las pequeñas «Variaciones» de Mozart y antes de «Variaciones de tema ruso» de Maikapar. Yura ensayaba constantemente en el jardín y se escondía en la sombra de los abetos espesos. Allí no hacía tanto calor. Los ensayos infinitos no molestaban a los vecinos; el constante pitido del violín era lo último que podía preocuparlos en medio de la situación trágica que se vivía.

      El comienzo de la década de 1930 estuvo marcado por un inmenso y perceptible aumento de la temperatura en el hemisferio norte del globo terrestre. Estos cambios climáticos provocaron el aumento de tierras secas allí donde de por sí hacía falta el agua. El calentamiento resultó ser abrupto y tan intenso que provocó el cambio de las fronteras de las áreas ecológicas. En gran peligro estaban las regiones con el sistema problemático de agricultura. La naturaleza y las deficiencias de la gestión ocasionaron una verdadera catástrofe en las zonas grandes. A partir del año 1928, y durante 10 años, la prensa mundial prácticamente gritó acerca de la muerte de las cosechas por el mundo y de los problemas alimentarios. Pero el pico de la hambruna sucedió en los años 1932-1933. En Polonia se levantó una ola de protestas antigubernamentales masivas. Los campesinos hambrientos saqueaban las propiedades de los terratenientes. Aparecieron publicaciones sobre la venta de niños e incluso sobre una ola de suicidios, lo que en aquellos momentos era algo inconcebible para ese país católico.

      En 1932, los periódicos de Europa Central estaban llenos de noticias sobre la mortalidad masiva de la población

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