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El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov . Galina Ershova
Читать онлайн.Название El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov
Год выпуска 0
isbn 9786078683406
Автор произведения Galina Ershova
Жанр Документальная литература
Серия Akadémica
Издательство Bookwire
Es aquí donde vale la pena dedicar unas palabras acerca de esta tradición educativa. Había sido un experimento muy interesante, dirigido al desarrollo de la individualidad de las personas.
Poca gente sabe que a principios del siglo xx en San Petersburgo las investigaciones de Vladimir Béjterev acerca del funcionamiento del cerebro sirvieron de incentivo para el surgimiento de una nueva corriente en la pedagogía. Era el primer intento de creación de los enfoques individuales acerca del desarrollo del niño que no se basaban en la práctica tradicional. Estos enfoques partían de los conocimientos científicos acerca de cómo se desarrollaba y funcionaba el cerebro humano. Así, por ejemplo, Béjterev estudiaba la evolución de la imagen infantil para poder comprender el principio de la formación de las funciones complejas del cerebro en la evolución. Él analizaba las leyes del desarrollo de la personalidad y de la colectividad humana en la historia. Sus trabajos abrieron increíbles perspectivas para comprender el papel de la persona en la civilización. En cuanto a la pedagogía, sus conceptos daban la oportunidad de descubrir y fomentar talentos.
Precisamente las ideas de Béjterev inspiraron y llevaron al gran psicólogo y pedagogo ruso Victor Soroka-Rosinski a crear esta nueva pedagogía. Es curioso que este excelente científico fuera conocido más por una obra cinematográfica como el director de un colegio, donde se educaba y se corregía a niños huérfanos que habían quedado en la calle después la Primera Guerra Mundial, la Revolución y la Guerra civil. Estos pequeños vagabundos ya estaban «quemados» por la vida, y no era fácil sacarlos adelante y regresarlos a la vida normal. En ese aspecto funcionaron los métodos de Béjterev. Como ejemplo de esta educación exitosa se puede mencionar el libro autobiográfico La República de Shkid, con base en el cual se hizo la película, que habían escrito dos de estos ex niños de la calle: Grigori Belyj y Leonid Panteleev... En 1908, el egresado de la Facultad de Historia y Filología de la Universidad de San Petersburgo, Soroka-Rosinski ingresó voluntariamente en la Academia Médico-Militar para escuchar las conferencias del psiquiatra Vladimir Béjterev y trabajar en el laboratorio del alumno de Béjterev, el genial psicólogo Alexandr Lazurski. Precisamente Lazurski relacionó la psiquiatría con la psicología de la personalidad y con la pedagogía. Fue el primero en leer los cursos especiales para pedagogos. Los cursos incluían temas como la psiquiatría y la psicología, la psicofísica y el análisis de las sensaciones; los procesos de la percepción, de la memoria, del pensamiento y de la imaginación; el significado de las emociones y de la voluntad. Además, había una sección acerca de la personalidad, el temperamento y el carácter. También estaban incluidos los cursos acerca de psicología patológica y psicología infantil. Se realizaba la capacitación práctica de la psicología experimental. Lazurski dictaba estas conferencias también en los cursos femeninos en San Petersburgo. Es muy probable que Alejandra Makárova haya sido su oyente y posteriormente aplicara los conocimientos obtenidos para educar a una generación entera de los geniales Knórosov.
Para Soroka-Rosinski, el trabajo en el laboratorio de la Academia Médico-Militar llevó a la creación de un nuevo modelo pedagógico basado en el enfoque individual de la personalidad del niño. La nueva pedagogía demostraba claramente la justeza de las ideas de Béjterev y Lazurski. Posteriormente, durante los tiempos soviéticos, trabajando con los niños de la calle, escribía:
[…] durante un año he escuchado las conferencias de Béjterev en la Academia Médico-Militar y pensaba que sabía qué era el sadismo como perversión de la psique. Pero solo ahora comprendí de qué horror se trata y qué puede estar escondido en mis muchachos. Durante el periodo de su vida callejera, muchos de ellos se volvieron salvajes a tal grado que en ellos se despertaron los instintos del hombre primitivo, para el cual la violencia era el remedio de la existencia, y la crueldad era la reacción natural de la defensa. Necesitábamos cuidar que ellos no les pegaran a los débiles o a los novatos que no les habían agradado por alguna razón. Así pues, la bandada de hombres primitivos mataba a sus hermanos, que se habían convertido en un obstáculo por su debilidad, vejez o lesiones. Nuestros jóvenes traían de la vida callejera tradiciones viejas tales como la esclavización del deudor que no puede pagar, o la obediencia absoluta al líder de la pandilla. Muchas cosas se escondían dentro de ellos y podían salir repentinamente…
En aquel entonces, antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial, antes de la Revolución, la tarea principal de la pedagogía de Soroka-Rosinski era crear un método efectivo de aprendizaje que pudiera formar una personalidad artística creativa, capaz de tomar decisiones independientes. Hay que tomar en cuenta que este pedagogo talentoso no trabajaba en escuelas secundarias de élite.
Hasta 1917, Soroka-Rosinski había logrado publicar una buena cantidad de trabajos dedicados a los temas del aprendizaje. No hay duda de que los jóvenes esposos Knórosov los leían. Las publicaciones tocaban problemas de filosofía y metodología, y temas de psiquiatría y psicología; en particular los problemas de la psicología étnica y los caminos de desarrollo de la escuela nacional rusa; los problemas de educación de los niños y los adolescentes difíciles. ¿Quién podría pensar que en unos años este tema se convertiría en el más actual en Rusia, borrando por completo la psicología étnica y la escuela nacional rusa? Pero las semillas plantadas por Béjterev y Soroka-Rosinski no desaparecerían. Pasarían un par de décadas y la psicología étnica llegaría a ser la base de la teoría histórica de la «pasionaridad» (condicionante energético) de Lev Gumilióv. Y los temas como la comprensión de la automotivación y autorrealización de la personalidad regresarían a ser reflexionados prácticamente 100 años después.
En aquellos tiempos, a mediados de 1920 el panorama de la educación en la URSS, no se veía muy prometedor. Nadie sabía cuál de los modelos resolvería el problema del retraso del país. Se realizaban interminables experimentos para combatir el analfabetismo en el marco de la revolución cultural, lo cual representaba un trabajo inmenso. Pero los funcionarios soviéticos –poco instruidos, aunque con conocimientos ideológicos– asfixiaban todos los intentos de desarrollo armonioso de la personalidad, ignorando incluso las indicaciones de su líder, que era Lenin. En 1925, en Leningrado, Soroka-Rosinski fue criticado y despedido. Otro pedagogo, Makárenko, había tenido que ver con esto. Sin embargo, en 1928, en Járkov, que en aquel momento era la capital de Ucrania, habían despedido al mismo Makárenko. El oscurantismo ideológico de los mediocres casi triunfaba en todas las esferas humanitarias de la vida del país.
Los jóvenes Knórosov tuvieron suerte. Antes de la Revolución, ellos estaban en el centro de las nuevas tendencias psicopedagógicas, que les permitieron a sus padres enfocarse en la personalidad no estándar y desarrollar la individualidad de cada hijo, convirtiéndolas en talento creativo y genialidad.
Desde luego ahora es prácticamente imposible recuperar por completo ese «esquema» de la educación. Sin embargo, sus nietos han conservado algunos detalles en la memoria.
Primero, así como lo proponía Soroka-Rosinski, era la educación familiar donde la autoridad de los padres no se cuestionaba. Trataban a los niños con respeto, con igualdad. El otro factor importante de la educación familiar era el trabajo conjunto. El padre trabajaba; la madre se encargaba de los quehaceres. Los niños también cumplían sus obligaciones. Incluso el pequeño Yurka anotaba la cantidad de huevos puestos por las gallinas y la cantidad de las manzanas recogidas. Es difícil no recordar las palabras de Soroka: «Trabajar educa al niño mejor que todos los sermones y las enseñanzas a sentir el amor hacia la labor, crea en el niño el sentimiento de dignidad, inculca desdén hacia los gorrones, los flojos