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y, de nuevo, los perros tenían que encontrar el olor del té. Cuando lo consiguieron, se colocaron bolas de algodón limpias en los otros seis botes. Se introdujeron olores perturbadores, como de ser humano o comida, para que los perros aprendieran a ignorarlos y buscar en todos los botes hasta encontrar el correcto. Cuando los perros lograron dar veinte indicaciones correctas y mantuvieron cada indicación durante más de cinco segundos, esa fase finalizó. Todos los perros lograron este objetivo en el transcurso de siete sesiones con una o dos horas de entrenamiento por sesión.

      Es importante variar las muestras olfativas en el transcurso del entrenamiento. En la Universidad de Telemark, disponemos de muchas muestras, tanto de castores capturados vivos como de castores euroasiáticos muertos por un tiro. Las muestras se almacenan a -20 ºC. Numerosos estudios científicos realizados en las décadas de 1980 y 1990 dieron lugar a malos resultados. Se debió a que los materiales del entrenamiento estaban contaminados y los perros reaccionaban a todo, desde el olor de la persona que manejaba el material hasta la cinta adhesiva y la tinta del rotulador en las muestras. Asimismo, existen informes que muestran que los perros han reaccionado solo a los olores que el entrenador ha usado y no a otros tipos de olores.67 Los perros disponen de buena memoria para los olores y pueden recordar muestras olfativas utilizadas en sesiones de entrenamiento pre-vias. Por tanto, es importante utilizar un solo conjunto de muestras olfativas durante la sesión de entrenamiento y muestras totalmente diferentes y desconocidas en el experimento. También es importante usar muchas muestras diferentes. Surge un problema común con las muestras olfativas utilizadas durante el entrenamiento cuando se almacenan junto a otros materiales, porque pueden absorber olores.68 Después de que se haya usado un conjunto de entrenamiento durante un rato, este quedará contaminado y deberá sustituirse. Se recomienda almacenar las muestras en un tarro de cristal con una tapa de teflón, en lugar de usar bolsas de plástico. Es muy importante utilizar diferentes materiales de muestra.

      En la segunda fase de nuestro estudio, se entrenó a los perros con castóreo (cuatro perros) o secreción de la glándula anal (cuatro perros) de machos o hembras. El olor de los castores se presentó en bolas de algodón. Los otros seis botes contenían bolas de algodón sin olor. A continuación, se introdujo el otro sexo y también otro tipo de olor del mismo sexo para que los perros tuvieran que distinguir los olores. Por ejemplo, la papillon Mie fue la primera entrenada usando únicamente la secreción de glándulas anales de machos. Después, se le presentó secreción de glándulas anales de hembras y castóreo de machos en la plataforma de entrenamiento.

      A los perros se les da muy bien «leer» a sus adiestradores y, a partir de ahí, interpretar señales del adiestrador que le indican qué bote (orificio) es el correcto. Los adiestradores de perro a menudo envían señales sin ser conscientes de ello. Se descubrieron errores de investigación gracias al caballo Clever Hans a principios del siglo xx. Se afirmó que Clever Hans podía contar y realizar otras tareas cognitivas. ¿Podía hacerlo realmente? Muchos lo creyeron hasta 1911, cuando el psicólogo Oskar Pfungst descubrió que el caballo respondía a posturas y expresiones faciales involuntarias muy leves de su propietario, el profesor de matemáticas Wilhelm von Osten, de Alemania, y de los miembros del público.69 El pintor alemán Emilio Rendich también dudó de las habilidades del caballo. Por tanto, entrenó a su perra, Nora, para que dominara el mismo tipo de patrón de reacción. Se suponía que Nora tenía que ladrar tantas veces como su entrenador deseara. Cuando lo hubo hecho, Rendich se inclinó hacia delante y Nora dejó de ladrar.70 Los perros son sumamente obedientes y en un experimento científico realizado por la científica Viktoria Szetei y sus colegas en la Universidad Eötvös Lórańd de Budapest, Hungría, en 2003, se demostró que aproximadamente la mitad de los perros elegía un plato de comida vacío porque el propietario le había señalado ese plato. El perro ignoraba el otro plato, aunque contu-viera y oliera a comida.71 Lisa Lit, una profesora de la Universidad de California, en Davis, dirigió un estudio en 2011 que investigaba si el lenguaje corporal del adiestrador de un perro influía en los resultados del perro durante el registro de una habitación.72 Se hizo creer a los adiestradores de los perros que había olores de drogas y pólvora en diferentes salas de una iglesia. De modo que cualquier indicación sería incorrecta. Se utilizaron 18 perros que dieron un total de 225 indicaciones en un 85 % de las pruebas. En otras palabras, la suposición de los adiestradores de que había un olor influyó en los perros. Los perros estaban respondiendo a señales involuntarias de los adiestradores. Los perros pueden reaccionar a señales realizadas con los dedos, miradas y movimientos de la cabeza en la dirección del objetivo.73 y es mejor entrenar a los perros de forma que no sean capaces de interpretar el lenguaje corporal del adiestrador.74

      Cuando el perro haya alcanzado cierto nivel, deben llevarse a cabo «pruebas a ciegas» para garantizar que el perro y el adiestrador van por el buen camino. La historia de la perra Nora demuestra lo importante que es llevar a cabo estas pruebas «a ciegas», porque los perros pueden interpretar nuestro lenguaje corporal. Y el hecho de que el adiestrador del perro no sepa en qué bote está el olor evita que influya de manera inconsciente en el resultado. La persona que coloca el olor, el jefe de la prueba, no debe hablar con el adiestrador ni estar presente en la misma habitación que el equipo (perro y adiestrador), para evitar que esa persona influya en los resultados. Todas nuestras pruebas se grabaron con tres cámaras de vídeo y la jefa de la prueba, Hannah B. Cross, observó las pruebas en un monitor desde otra habitación. Los perros ven mejor de lo que se había creído,75 aunque tengan dificultades para distinguir entre el rojo y el verde, y les resulta más fácil detectar los colores azul claro, gris y amarillo.76 Por tanto, en una tarea de detección de olores, es importante que los perros tengan dificultades para ver los objetivos. De este modo, se garantiza que están utilizando su olfato en vez de la vista. Además, también son sensibles a la luz ultravioleta, lo que aumenta la visibilidad de las marcas urinarias. Este tipo de sensibilidad se encuentra normalmente en especies que son parcialmente nocturnas.77

      Una vez que Mie y los otros perros fueron expertos en distinguir entre los dos tipos de olores y también entre sexos, es decir, en encontrar el olor correcto, estuvimos preparados para llevar a cabo un experimento científico. En general, los científicos incluyen la «sensibilidad» y la «especificidad» en la inter-pretación de los resultados.78 Por ejemplo, la sensibilidad representa la frecuencia en que un perro indica un bote que contiene el olor de un castor cuando realmente hay olor de un castor en ese bote, mientras que la especifi-dad representa la frecuencia en que un perro se abstiene de indicar un bote sin olor de un castor. O para simplificar esto un poco: cuántas veces el perro logra encontrar el olor/bote correcto y, a su vez, evitar indicaciones incorrectas, es decir, señalar el olor incorrecto. El objetivo de todo entrenamiento es que el perro se vuelva preciso. Se dice que cuesta al menos tres semanas de entrenamiento lograr un 90 % de resultados correctos, tres meses para un 90/95 % y tres años pasar del 95 % al 100 % de indicaciones correctas.79 Esto, por supuesto, depende de los olores que se supone que los perros deben reconocer, la raza del perro, el entrenamiento que ha recibido, el método (el número de botes; cuantos más botes, más difícil para el perro),80 el perro en particular al que se entrena y el adiestrador del perro.81

      En los experimentos «a ciegas» sobre los castores, solo se usaron cuatro botes y se aplicaron cuatro gotas de olor de castor en las bolas de algodón. Se colocaron cuatro olores diferentes en los cuatro botes distintos. El olor correcto estaba en el primer bote; en el segundo se puso el mismo tipo de olor pero de otro sexo; en el tercero el otro tipo de olor del sexo original, y en el cuarto se colocó una bola de algodón limpia. Estos olores se pusieron al azar en los cuatro botes para cada prueba. Se limpió la plataforma de entrenamiento con vinagre en los intervalos de las pruebas. También realizamos pruebas similares usando marcas de olor de castores macho y hembra conocidos que habíamos reunido sobre el terreno. Resultó que los perros fueron capaces de distinguir entre el castóreo y la secreción de glándulas anales (100 % para todos los perros excepto uno, que cometió un error) y entre los sexos tanto en el caso del castóreo (92 %) como en el de la secreción de las glándulas anales (88 %: tres de los cuatro perros obtuvieron un 100 % de resultados correctos. El perro que no lo logró había sustituido a uno que estaba enfermo y, por tanto, no había recibido suficiente entrenamiento). En el caso del castóreo, los perros resultaron ser mejores

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