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y tenía que actuar solo en la noche. Durante el día se tenía que esconder. Este era un rito de paso de la niñez a la adultez. Los griegos pensaban que, a partir de su esfuerzo para superar las dificultades y los obstáculos, el individuo tenía, en los tres o cuatro días que hacía esto, un espejo de sí mismo, y encontraba un sentido de su existencia que no era este reto o aquel otro, sino la pregunta por la identidad: ¿quién soy yo? Esto es una cosa trascendente. Para mí, la autorrealización es algo que depende, entonces, de una potencialidad, la cual, a su vez, depende de retos que el individuo tenga. A través de esos retos y realizando sus potencialidades, él descubre el sentido de su existencia: esto es autorrealización. Pero mira que no se trata de una respuesta fácil y ya dada, sino que resulta del esfuerzo de pensar, comprender, articular y construir por sí mismo una posible respuesta.

      J. O.: ¿Esa es la profundidad que usted dice que, incluso en los niveles doctorales, no se logra?

      S. M.: En efecto, sí. Muchas tesis de doctorado están en el nivel de información y no pasan a un nivel de comprensión del mundo.

      J. O.: Volviendo al asunto de la formación general, ya no solamente a nivel de doctorado, le pregunto: ¿cuáles cree usted que son los desafíos que tiene la psicología de cara a la formación de los nuevos estudiantes, de los nuevos psicólogos?

      S. M.: Hay muchos. Uno de ellos es trabajar sobre las plataformas limitadoras que el estudiante recibió en la educación básica. Otro desafío es que la escuela sea capaz de organizar un currículo. ¿Y qué es un currículo? Es un sistema de actividades sistematizado, organizado, articulado, en el cual se perciba una fuerza transformadora. Esto implica dos cosas: la reflexión que el individuo hace y el diálogo, la interlocución, con los autores y con el mundo. Ahí hay que estimular estas dos cosas y, al hacerlo, hay que motivar a la comprensión.

      J. O.: Ahí hay una dimensión, profesor, que es la relación profesor-alumno en la formación de psicólogos. ¿Cuáles cree usted que son las implicaciones subjetivas y personales que necesita un estudiante de psicología para formarse?

      S. M.: Para mí es fundamental poner al individuo a reflexionar sobre sus bases éticas, sobre sus bases existenciales. Pongo como ejemplo el caso de una profesora, mi exalumna, que está bajo un proceso jurídico porque utilizó una frase que se interpretó como un prejuicio. Quienes pusieron la demanda no se detuvieron a pensar, son estudiantes de psicología y no pensaron en las implicaciones éticas que tendría llevar a juicio a una profesora con la que pudieron haber conversado para dirimir sus diferencias ideológicas. El señalamiento de ellos fue: “Usted tiene un prejuicio, no puede ser profesora de universidad”, pero no la escucharon, no le preguntaron nada. Del mismo modo, ella pudo haber reconocido: yo dije una frase que era peligrosa, me voy a retractar. Escribiré un texto, una carta, a la clase o a la sociedad. Se tiene que pensar en estas cosas.

      J. O.: Pero usted sabe que eso es poco frecuente. La formación generalmente intenta concentrarse en la dimensión del conocimiento; lo personal del estudiante se deja por fuera. Hay quienes dicen, incluso, que es mejor no hacerlo porque los estudiantes no están en psicoterapia con los profesores…

      S. M.: Sí, yo lo sé, pero no es una cuestión de psicoterapia: es otra cosa. Hay que tener la capacidad de llevar al estudiante a comprender que lo que está haciendo puede producir un bien o un mal en los otros. Lo mismo sucede cuando yo les grito a mis nietos que están haciendo algo malo; yo tengo que decir: “Para, para de hacer esto, no es bueno, es malo”, y les explico por qué. Tengo que hablar con ellos para que comprendan lo que están haciendo y por qué es indebido. Entonces, a pesar de que he gritado, no necesariamente hice una agresión.

      J. O.: Ni una intromisión.

      S. M.: Yo tengo que mostrarles que lo que ellos hicieron es algo que no es un bien para otro o para la naturaleza. Esa es una implicación en el orden ético muy importante.

      J. O.: Ahora, por otro lado, ¿qué cree usted que implica, para un profesor, formar en psicología? ¿Quién es un buen profesor de psicología? ¿Aquel que hace qué?

      S. M.: La primera característica –y me voy salir del campo de la ciencia– es tener pasión por la formación, por la educación. Hoy es muy difícil trabajar en este campo si tú no tienes pasión por formar. Esto no es una cuestión de ciencia, es una cuestión existencial. Es como el que quiere tener hijos, pero no tiene pasión por tenerlos, sino que está más interesado en jugar un papel social. Yo creo que quien quiere ser profesor de psicología debe estar más determinado por la pasión de formar que por cumplir un papel social vacío de compromiso personal con ese hacer.

      J. O.: O como una instrumentalización de un trabajo… Muchos profesores de psicología hacen el trabajo porque encuentran una posibilidad para trabajar, no porque les apasione.

      S. M.: Sí, eso que dices es cierto. La segunda característica que debe tener un buen profesor es ser pluralista: que tenga una visión pluralista y que estimule a los estudiantes a trabajar en desarrollar una visión pluralista.

      J. O.: A propósito de eso: ¿qué lugar le da usted, por ejemplo, a una visión interdisciplinaria en la formación en psicología?

      S. M.: Yo creo que eso, hoy, es fundamental. No pienso en otra posibilidad porque hoy necesitamos los unos de los otros. Como dice el poeta Manuel de Barros: somos incompletos. Por ejemplo, una de las críticas que tengo a la psicología clínica es que no se puede trabajar un problema personal desligado de una coyuntura sociológica, antropológica, histórica o política; no es algo solo individual. Estos problemas no se pueden pensar solo individualmente, sin el contexto. Se debe recoger la multidisciplinariedad. Curiosamente, la profesión que más está caminando hoy hacia la interdisciplinariedad es la medicina, que siempre fue hiperindividualista. Pero sobre algunas enfermedades, como el cáncer, se está dando a entender que no se requiere solo de un tratamiento como la quimioterapia o la radioterapia, sino también de un trabajo importante con el sistema social.

      J. O.: Profesor, ¿usted cree que en la formación de psicólogos hay un currículo oculto?

      S. M.: Claro, cada escuela, cada grupo tiene el suyo. Sí existe un currículo que no es el formal, por supuesto.

      J. O.: ¿Qué tanta fuerza tiene ese currículo en la formación real?

      S. M.: Depende de las circunstancias. Hay escuelas que son muy ideologizadas y en ellas ese currículo oculto tiene una fuerza impresionante; yo encuentro alumnos que, hasta hoy, como recientemente ocurrió, venían a hacerme una entrevista a mí, que soy del área de trabajo, y treinta por ciento de las preguntas no eran sobre la relación hombre-trabajo y las implicaciones, sino sobre capitalismo. Entonces para mí quedó claro que los textos que ellos leen, las discusiones que tienen, poseen sesgos muy serios.

      J. O.: Sesgos ideológicos muy fuertes, sí señor. Profesor, para sintetizar un poco quisiera preguntarle: ¿cuáles serían las cosas que apalancarían una buena formación y cuáles serían entonces las que obstaculizarían la buena formación de un psicólogo?

      S. M.: ¡Ay, son tantas, Johnny, que yo no estoy en condiciones para responder con precisión! En relación con lo fundamental sobre la formación y el papel del profesor: él está ahí para ayudar a transformar a un individuo (que hoy es un estudiante) en un profesional. Para llegar a esta transformación es necesario trabajar las competencias humanas, la reflexión, el diálogo con el mundo, con la realidad y con las demás disciplinas. Dos de las cosas que están disminuyendo hoy son el diálogo y un currículo que estimule y represente el pluralismo de la psicología. Por lo tanto, la formación en psicología no puede concentrarse, como lo hacen algunas escuelas, solo en psicoanálisis, en conductismo o en fenomenología. Para mí, algo absolutamente necesario es tener, por lo menos, dos espacios distintos para el estudio de la filosofía, para que el alumno pueda aprender a salir del conocimiento específico y logre tener una visión de la perspectiva ontológica, epistemológica y ética; una visión más amplia de lo humano. Lo que obstruye y dificulta la formación es la fragmentación. Fragmentar es que cada profesor venga y dicte tres clases de un tema y salga y venga otro y haga lo mismo. Por ejemplo, no me gustan algunas escuelas que tienen cuatro profesores dictando la misma materia: un profesor dicta un tema en cuatro

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