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en la casa de Aurora López de Patraix, un barrio de Valencia.

      Esa asamblea fue la conferencia fundacional de lo que llegaría a ser la organización anarquista más difamada de la historia, la Federación Anarquista Ibérica, más conocida por sus iniciales, FAI.

      Progreso Fernández, un anarquista valenciano que hasta hacía poco había vivido en Francia fue uno de los organizadores de la conferencia fundacional:

      Puesto que también había anarquistas en Portugal, se decidió dar (al nuevo organismo) un carácter más amplio. De ahí el nombre. Se mandaron invitaciones a la CGT portuguesa y a la CNT, pero sólo acudieron representantes de la federaciones regionales catalana y del Levante de la CNT.

      Dos meses más tarde, en julio de 1926, la Federación de Grupos Anarquistas Hispanohablantes, formada en Lyon el año anterior, convocó lo que resultaría ser un importante congreso anarquista en Marsella. Sólo los grupos hispanohablantes mandaron a treinta delegados de todos los rincones de la península y del exilio. Entre las principales cuestiones de la orden del día estaban los problemas del anarquismo internacional y los específicos de los grupos anarquistas del exilio.

      Un tema destacado de la agenda era la postura del movimiento anarquista español con relación a la CNT. Hay mucha confusión respecto a lo que en realidad se acordó en ese sentido; hay quien cree que se acordó intervenir directamente en la CNT, una decisión que otros insisten en que no se tomó.

      Lo que es cierto es que los delegados concluyeron que debería formarse lo antes posible una Federación Anarquista Ibérica y que propusieron la creación de un Comité de Relaciones para ese propósito en Lisboa. A dicho comité se le encomendó la tarea de convocar un congreso ibérico para dar «forma definitiva» a la federación propuesta.

      Puede que el debate fundamental del Congreso de Marsella girase en torno a la cuestión de precipitar la caída del régimen de Primo de Rivera. Emergieron dos principales tendencias totalmente enfrentadas. Una liderada por García Oliver que defendía la colaboración estrecha con todos los otros grupos –partidos políticos y disidentes del ejército– que quisieran combatir la dictadura, con independencia de sus creencias políticas (Oliver y el Comité Revolucionario Nacional colaboraban en esa época con el partido Esquerra Catalana de Francesc Macià). El otro grupo, capitaneado por Manuel Pérez, se oponía a la colaboración argumentando que iba en contra del ideal anarquista. Aunque el segundo grupo se impuso en el Congreso de Marsella, eso no alteró el grado de colaboración entre los anarquistas, la CNT y los partidos enemigos de la dictadura, que perduró hasta la llegada de la República en 1931.

      El 20 de marzo de 1925, al cabo de dos meses de la reunión de Lisboa y de la petición de legalización de Pestaña, un plenario regional de la Federación de Grupos Anarquistas de Cataluña preparó la agenda de la primera conferencia de la FAI. Valencia y el mes de junio fueron el emplazamiento y la fecha elegidos para el acontecimiento. El gran número de turistas que visitaba la ciudad en junio servirían de tapadera para la propuesta reunión clandestina. Se constituyó una Secretaría Nacional provisional para organizar la conferencia fundacional y convocar a todos los grupos interesados. El Comité de Relaciones Anarquistas de Cataluña promulgó un manifiesto. Era lo más próximo a una declaración de los objetivos y principios de la propuesta FAI:

      La Federación de Grupos Anarquista de España– a todos:

      ¿Quiénes somos? Somos los eternos anarquistas. Los eternos rivales del orden burgués y capitalista de ahora y siempre. Los enemigos de la propiedad, la explotación, las leyes, las religiones, el militarismo, la estupidez humana y la injusticia social.

      Somos los que siempre parece que estemos tras cada acontecimiento grave y crucial.

      Han intentado implicarnos en los delitos más viles, en los crímenes más repugnantes. No negaremos que algunos miserables se han hecho llamar anarquistas, después de perpetrar sus execrables delitos. No obstante, el anarquismo no quiere saber nada de robos ni de asesinatos sistemáticos.

      Aunque aceptamos la violencia como una necesidad revolucionaria y justificamos el tiranicidio cuando se trata de una expropiación espontánea, excepcional y ocasional siempre y cuando el individuo ha agotado todos los medios legales existentes y se encuentra frente a la ineludible necesidad de garantizar su derecho a la vida, eso no justifica el robo condenado por la sociedad contemporánea, ni la violencia empleada como un arma en la lucha individual, y mucho menos como instrumento de propaganda.

      ¿Qué queremos? Lo hemos dicho más de mil veces. Aspiramos al establecimiento de una nueva sociedad en que todos sus miembros puedan tener sus necesidades materiales, morales e intelectuales completamente cubiertas. ‘A cada cual según sus necesidades, de cada cual según su fuerza y sus posibilidades’. Queremos que en esa sociedad no haya jefes, ni gobierno, ni coacción de ningún tipo. Ni esclavos, ni víctimas de sus compañeros. Una sociedad libre de hombres libres.

      También progreso ilimitado y perfección infinita, junto a un bienestar cada vez mayor.

      Buscamos la emancipación de hombres y mujeres, de ambos sexos, de todas las razas. Buscamos la emancipación completa en el contexto

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