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Masónicas y sometidos a la autoridad de un Comité Principal secreto», tal como afirmaron los historiadores trotstkistas Broué y Temime.[1]

      Tampoco es cierto que las reuniones de la FAI siguieran el encubierto modelo masónico, tal como Francisco Carrasquer, un conocido militante anarquista, comentó:

      Como organización públicamente comprometida con el derrocamiento de la dictadura, la FAI funcionó, desde 1927 hasta 1931, como una organización ilegal, más que secreta. Desde el nacimiento de la República en 1931, la FAI fue simplemente una organización que, hasta 1937, se negó a registrarse tal como exigía la ley republicana. De hecho, la crisis definitiva que condujo a la desaparición de la FAI como organización anarquista de estructura federal la desencadenó la decisión de darse de alta.

      Otra creencia generalizada es que la FAI constituía una elite política en el seno de la CNT. Frank Jellinek, un escritor comunista, estableció un paralelismo entre la FAI y el Partido Comunista ruso:

      En realidad, no había militancia individual en la FAI, a los militantes no se les invitaba a formar parte en la organización, y la mayoría evitaban adrede los «cargos de confianza» en la misma. José Llop describe el proceso de reclutamiento así:

      José Peirats, historiador anarquista y secretario de la Federación de Grupos Anarquistas de Barcelona dijo esto:

      Los militantes de la FAI provenían de la CNT y se sentían más «cenetistas» que «faístas». Ese era el origen del problema. La FAI era más revolucionaria que los anarquistas... No destacaba como escuela filosófica y eso la perjudicó mucho; la única circunstancia atenuante era el corrosivo ambiente en que nació y vivía.

      Sobre la cuestión de formar un estado dentro de un estado, añadió:

      Francisco Carrasquer también refuta la acusación de que la FAI fuese «un estado dentro de un estado».