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de esos elementos a partir de la descomposición del cuerpo muerto. Ambos desafíos apuntan a la forma substancial de los elementos como explicativa de las cualidades del todo, y también a la pregunta por el tipo de unidad que se da en los seres vivos, ya que es una característica propia de ellos. Escoto formula todo el análisis de la cuestión a partir de las cualidades, en cuanto accidentes que manifiestan cierto aspecto de la forma substancial. Tanto Avicena como Averroes coinciden en establecer, en los cuerpos compuestos, la existencia de los elementos según sus substancias52. Para Duns Escoto ambas posturas están equivocadas, ya que no hay operaciones que nos lleven a concluir que los elementos se encuentran substancialmente, esto es, con sus formas substanciales específicamente diferenciadas. Su propuesta, como adelantamos, es de línea aristotélica53, puesto que afirma cierta presencia de los elementos, en la substancia material compuesta, como incluidas en un ‘efecto común’, es decir, de modo ‘virtual’. Las cualidades de los elementos se relacionan con la del compuesto una vez generado como ‘medios entre dos extremos’. En un cuerpo compuesto de fuego y tierra, por ejemplo la carne, la cualidad que se sigue de ambas formas substanciales ya corrompidas, será una intermedia entre lo cálido y lo frío, dependiendo de las proporciones de cada elemento y su conveniencia para el ser vivo. Así, podrá ser más o menos caliente/frío, ya que al ser opuestas una tenderá a disminuir la otra y viceversa. Ahora bien, Escoto sostiene que las cualidades del cuerpo compuesto no son propiamente la de los elementos más o menos intensificadas, sino que son de una especie distinta, de tal manera que esa cualidad intermedia es realmente distinta de la de los elementos considerados en sí mismos. De todos modos, la virtualidad de sus formas permite que haya un elemento predominante en el compuesto y, por consiguiente, la participación de una cualidad dominante, como la pesantez en las piedras. Las distintas partes orgánicas poseen sus propias formas substanciales, y por tanto diferentes cualidades particulares. En un animal, por ejemplo, el corazón es cálido y el cerebro es frío; por ello la salud del cuerpo dependerá de mantener las correctas cualidades en cada una de sus partes. Si no se logra devolver a cada una de ellas su cualidad específica, puede acontecer la muerte de ese ser viviente. De esta manera, cada ser vivo tendrá su propia especie de cualidad, intermedia entre las que poseen cada uno de sus órganos, determinando la sanidad o no del todo orgánico.

      Presentamos ahora la evaluación crítica que formula Duns Escoto sobre las doctrinas que proponen, por un lado, la unicidad del principio formal y, por otro, el pluralismo entendido en sentido amplio, al que llamaremos ‘pluralismo estándar’. La primera postura tiene como principal exponente a Tomás de Aquino, en tanto que para la segunda se toma la presentación que formula Enrique de Gante. En Ord. IV.11.1.2.1, el Doctor Sutil trae a colación la doctrina a favor de la unicidad de la forma substancial, que si bien se hace en un contexto teológico (si el pan se convierte en el cuerpo de Cristo), se plantea en estricto sentido filosófico: “se dice que, en la naturaleza humana de Cristo, no hay más que materia prima y alma intelectiva.”54

      El primer argumento, para sostener la doctrina de la unicidad, se basa en el análisis del ser (esse) de la substancia55. Como una de las propiedades trascendentales de los entes es la unidad, el unum, todo individuo posee ‘su’ ser y no es un conjunto de seres. Siguiendo el principio forma dat esse rei, el ser único de la substancia le viene dado por ‘una’ forma substancial.

      El segundo argumento considera las diferencias entre las formas accidentales y las formas substanciales56. Si se quieren aplicar las características de aquellas a un individuo compuesto por muchas formas substanciales, se cae en una contradicción. Suponiendo que son dos las formas, la segunda no podrá dar el ser de manera absoluta, sino que advendrá de manera relativa, porque, o se da un cambio substancial (y se pierde la pluralidad), o se une de manera accidental, y no se cumplen las condiciones para la forma substancial. Luego, no se diferenciarían las especies de las formas, lo que es absurdo.

      El tercer argumento se formula estudiando la predicación de las formas de un compuesto plural57. Como toda definición se compone de dos partes, género y diferencia, a la hora de una definición per se deberán tomarse dos formas, una será el género y la otra una diferencia específica. Pero, si las formas son substanciales, dejaría de ser una predicación per se, ya que la segunda se identificaría con una diferencia y no con un género.

      El cuarto argumento recurre al principio aristotélico ‘no se debe multiplicar los seres sin necesidad.’58 En efecto, no es necesario establecer muchas formas substanciales en un ente si todas pueden estar contenidas virtualmente en una sola, que será la más perfecta de entre todas ellas. De esta manera, la forma racional en el ser humano poseería de manera virtual, es decir, sin distinción real de formas59, el alma sensitiva, vegetativa, el cuerpo, los órganos, etc. Este argumento se profundiza en QQ. Met. VII.20. Allí comenta que, si la forma del mixto es distinta del alma, deberá contener virtualmente muchas perfecciones, ya que cada parte del cuerpo tiene su función, por lo que “constituirá a los diversos órganos de manera incompleta, a saber, como principios imperfectos y cuasi remotos de las diversas operaciones.”60 En cambio, sin multiplicar el ser, el alma puede contener virtualmente la forma del mixto y así perfeccionar cada parte de la materia, constituyendo un verdadero ‘ser orgánico.’61 Pero la objeción no se hace esperar, “¿por qué una [sola] forma [substancial] da a ésta parte de materia ésta perfección, y no aquella a la que, sin embargo, contiene igualmente?”62

      Repasadas las razones a favor de la unicidad, queda aún una dificultad que no se puede resolver, según Escoto: ¿cómo explicar que el cuerpo de Cristo (o de cualquier ser humano, incluso todo ser viviente) es el mismo, idem, cuando está vivo y cuando está muerto?63 En efecto, es una evidencia empírica que el cadáver de Pedro es igual, o al menos parecidísimo, al cuerpo de Pedro cuando estaba vivo. Si la única forma substancial es el alma, la muerte sería la corrupción de esa forma con la consiguiente generación de otra, y por tanto el cuerpo muerto sería un ser sustancialmente distinto al cuerpo vivo. Esta conclusión le parece insuficiente, además de contraria a la experiencia.

      En la misma cuestión de la Ordinatio donde se revisa la unicidad, el Doctor Sutil expone y critica la versión pluralista ‘estándar’, a partir de la propuesta desarrollada por Enrique de Gante. En resumen, hay tantas formas en los seres como agentes interviniendo en su generación. En este sentido, distingue la producción natural de los seres donde interviene una sola causa eficiente64, de la específica que se da en el ser humano. En esta última, intervienen dos agentes por lo que hay dos movimientos, “el cuerpo es producido por el propagante, pero el alma por el creador.”65 En definitiva, solo al hombre puede aplicarse la pluralidad de formas, según el Doctor Solemne.

      Para probar que la generación natural es ‘una’ mutación que tiene como término ‘una’ forma substancial, se ofrece un argumento por el absurdo66. Si hay muchas generaciones parciales que intervienen en la producción de un único ser natural, cada movimiento tiene como término una forma propia, por lo que deben ellas ser educidas desde una o desde muchas potencialidades de la materia. No lo pueden desde una sola, ya que, al ser las formas de diferentes especies, no podrán al mismo tiempo perfeccionar la misma parte de materia. Pero tampoco desde muchas potencialidades, puesto que, estando ellas sin orden en la materia, las formas perfeccionarían a la materia desordenadamente, y esto no es posible.

      Por otro lado, Escoto expresa las razones de Gante para afirmar que no se puede sostener la unicidad en el ser humano, sino que en él hay pluralidad de formas substanciales67. Todo agente que actúa tiene un fin propio según la acción que realiza. Por ello, en el caso del ser humano se pueden distinguir dos agentes: por un lado el agente ‘increado’, que por el modo de actuar propio crea el alma intelectiva, y la infunde en un cuerpo; y por otro, el agente ‘creado’, cuya acción propia es la generación del cuerpo natural por medio del semen, según hemos expuesto antes. De nuevo, se prueba esta postura por reducción al absurdo. Si ambos agentes obran un mismo efecto en común, deberíamos afirmar que el ser humano, alma y cuerpo, son creados; o que el padre interviene en la creación del alma racional. Ambas conclusiones son, evidentemente, falsas. Por último, Escoto expresa algunas aclaraciones que sostienen la teoría pluralista en el ser humano, sin que se pueda

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