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afectan los impedimentos extrínsecos y la unidad que todos ellos poseen formando un solo universo. La tercera cuestión abordará el conocimiento experiencial que podemos tener del mundo creado. El problema radica en que la omnipotencia divina y su posibilidad de actuar impidiendo las causalidades propias de los seres físicos, podría generar la falta de certeza humana sobre la actividad concreta de una naturaleza específica, y así desencadenar un cierto escepticismo.

      En el Capítulo V tendremos la oportunidad de estudiar la causalidad y su vinculación con la contingencia. Duns Escoto explica su posición indicando, en primer término cuál es el origen de la contingencia, para luego elaborar una doctrina sobre la actividad libre de la voluntad en la que sobresale como característica primordial lo que actualmente conocemos como ‘contingencia sincrónica de voliciones’. En este camino, surgirán algunos interrogantes importantes, como justificar el paso de la experiencia que poseemos sobre la contingencia hacia la actividad de la voluntad divina como su fuente. Además, el Doctor Sutil deberá explicar cómo conoce el intelecto divino de manera inmutable y perfecta aquello que de suyo es contingente. Otra cuestión, más compleja aún, consistirá en detallar por qué la contingencia sincrónica no atenta contra el principio de no contradicción, lo que requiere de una explicación lógica además de metafísica. Seguiremos a continuación, dos líneas de planteos, una acerca de la contingencia ontológica y su incidencia en la configuración del mundo creado, la otra sobre el modo en que la causalidad contingente afecta a los seres físicos. La primera requerirá redimensionar las relaciones de creación y conservación de las creaturas hacia el creador. Por otro lado, Duns Escoto le dedicará un esfuerzo significativo a la explicación de la sentencia aristotélica ‘todo lo que es, cuando es, es necesario que sea’, para no caer en la necesidad ontológica de los acontecimientos presentes. Nuevamente, deberemos preguntarnos por la explicación lógico-modal de tal proposición, junto con el aspecto ontológico. El segundo planteo tendrá como problema central evitar caer en las posturas extremas del ocasionalismo y el conservacionismo, como consecuencia de introducir la contingencia en la actividad de los seres físicos, en pos de una fundamentación adecuada de la concurrencia entre la causa primera y las segundas.

      En el Capítulo VI, último peldaño de nuestro trabajo, ofreceremos una prospectiva del pensamiento de Escoto, desde la generación posterior hacia la modernidad. Pensamos que es fundamental detenernos en la recepción que hizo Guillermo de Ockham, por la influencia que tuvo en los siglos continuos y el interés que prestó al pensamiento del Doctor Sutil. Por su parte, el Venerabilis inceptor criticará la noción de contingencia sincrónica, lo que nos implicará evaluar su posición y la efectividad de sus argumentos. De la misma manera, estudiaremos la propuesta que Ockham ofrece para justificar la acción libre. A continuación, nos avocaremos a comparar las doctrinas de la causalidad concurrente entre Escoto y Ockham, sus modos de entender cómo actúa una causa total y el campo de la posibilidad que abre la potentia Dei absoluta para ambos autores. Luego, pasaremos a valorar la asunción que hacen Luis de Molina y Francisco Suárez sobre las tesis de Escoto acerca de la causalidad y contingencia. Nos parece oportuno fijar la mirada en estos autores, que florecen intelectualmente casi dos siglos después que Ockham, porque gracias a ellos las ideas de Duns Escoto han llegado a ser conocidas y han influido en muchos autores modernos, como R. Descartes o G. W. Leibniz. Podemos decir, entonces, que ciertas tesis originales elaboradas por el Doctor Sutil hacen su aporte a la configuración de la modernidad. Veremos, por un lado, hasta qué punto Molina y Suárez adoptan la idea de contingencia sincrónica. Si bien se inclinan por la solución de Escoto, es problemático saber si lo hacen asumiendo todas las consecuencias. Finalmente, analizaremos sus doctrinas causales para comparar, nuevamente, cómo entienden la actividad causal y la influencia divina en el mundo físico.

      Muchos trabajos de investigación, sobre todo en idioma español, han optado por dedicar varios apartados o capítulos a explicitar las grandes tesis de Juan Duns Escoto, como la univocidad del concepto de ens o la distinción formal, por nombrar algunas. Por nuestra parte, hemos decidido no explicarlas en detalle, sino mirar cómo funcionan en relación con la doctrina de la causalidad y en el marco de una ontología de la contingencia. Por ello, solo haremos las referencias necesarias para recordar al lector en qué consisten, esperando que nuestro estudio pueda contribuir a obtener una visión integral de las causas físicas en relación con el pensamiento metafísico y lógico que tan conocido hizo al Doctor Sutil.

      

Capítulo 1

      La configuración de la substancia física

      Un camino adecuado para abordar el estudio de la causalidad en el mundo físico de acuerdo al pensamiento de Escoto, consiste en caracterizar al sujeto del movimiento, esto es, al ente físico, o en términos aristotélicos, a la substancia corpórea. Este primer objetivo sirve no solo como una introducción a su filosofía natural sino también a la percepción de cómo actúan diferentes doctrinas fundamentales defendidas por el Doctor Sutil y ampliamente atribuidas como propias de su pensamiento, en una temática concreta. Será imprescindible inaugurar el capítulo con la original formulación del hilemorfismo, donde veremos interactuar la univocidad del concepto de ser, la distinción formal ex natura rei y el principio de individuación a partir de un elemento formal y positivo en la cosa misma. En un segundo apartado estudiaremos su adhesión a la pluralidad de formas substanciales, especialmente respecto a los seres vivos, teniendo en cuenta el modo en que asume la doctrina de las rationes seminales en la generación de los vivientes. Una vez presentada la substancia física, analizaremos la doctrina propuesta sobre los accidentes, particularmente la posibilidad de que ciertos accidentes puedan existir separados del sujeto de inherencia, que la perspectiva teológica aporta a una nueva explicación del mundo natural. Con ocasión del estudio acerca de la inherencia de los accidentes podremos comenzar a perfilar la manera en que Duns Escoto formula su filosofía natural.

      La doctrina hilemórfica pertenece a una de las grandes soluciones ofrecidas por Aristóteles al problema del cambio en el mundo natural. En diferentes textos, como los primeros libros de su Física, el segundo de Acerca de la generación y la corrupción y el octavo de Metafísica, por mencionar algunos, desarrolla la teoría que explica la composición de la substancia a partir de dos principios denominados materia primera y forma substancial. Estos elementos constitutivos le permiten dar cuenta de cómo sucede la generación de nuevos seres físicos, en la medida en que algo permanece como sujeto, la materia primera, y algo cambia configurando una nueva entidad, la forma substancial. Hasta el día de hoy se han ofrecido interpretaciones diversas, y una de ellas muestra la originalidad con que Duns Escoto lee al Estagirita, dando lugar así a muchas de sus posiciones fundamentales, como puede observarse con claridad en el caso de la materia primera. El tema es tratado específicamente en sus diferentes comentarios a Sentencias II.12, donde aborda tres cuestiones principales: la existencia de la materia primera, cuál es su entidad y su diferencia respecto de la forma substancial.

      Para mostrar que la materia existe, el Doctor Sutil propone varios argumentos, de los cuales le parece más eficaz el que desarrolla Aristóteles y lo resume de la siguiente manera, “todo agente natural requiere un paciente sobre el que actúa (esto es evidente a los sentidos). Aquel paciente, en que el agente actúa, cambia de un opuesto a otro. Un opuesto no se hace del otro opuesto, de tal modo que no permanece nada común a ambos (como de lo blanco no se hace lo negro). (…) Así también, es necesario que, en la generación, lo que genera cambie algo de una forma a otra, permaneciendo idéntico bajo ambas [formas], [y] aquello se dice que es la materia.”3 Este razonamiento busca salvaguardar dos elementos clave del cambio sustancial. Por un lado, que hay cierto cambio de todo en todo, en cuanto que una substancia se corrompe y otra nueva se genera, siendo ésta última distinta porque sus características esenciales difieren de la anterior. Pero, por otro lado, se busca evitar el aniquilamiento y creación de substancias, es decir, la eliminación en el ser de una con la consiguiente

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