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justamente, lo que deja entrever que el agente actúa sobre un sujeto en el cual se dan las sucesivas formas, y explica la relativa permanencia de algo a través del cambio. Escoto recurre a una analogía con los cambios accidentales, donde es más fácil observar la realidad de un sujeto en el cual los accidentes existen alternadamente. Más aún, puntualiza que ambas formas accidentales son opuestas, queriendo significar que una no proviene de la otra, sino que estamos frente a núcleos esenciales diferentes. De la misma manera, debe encontrarse un aliquid que permanezca idéntico y que haga al mismo tiempo de sujeto en la transmutación entre formas substanciales, y es a eso a lo que llamamos ‘materia primera’.

      A este argumento principal, Escoto suma otros teniendo en cuenta la inestabilidad característica de las substancias corpóreas. En efecto, el primero4 apunta a que debe haber en ellas un principio en el que resida la inclinación natural hacia el término de la generación. Ahora bien, si los seres físicos estuviesen compuestos solamente por una forma substancial, sería ella la que posea dicha inclinación hacia su propia corrupción, lo que resulta absurdo e implicaría destruir la generación natural pasiva. La idea es que la corrupción que observamos en el mundo físico solo se puede explicar por una composición intrínseca a la substancia, en la cual reside un elemento potencial, a pesar de que también puedan influir en ese proceso factores externos. De la misma manera, se requiere de un sujeto privado de la forma a recibir que haga las veces de término a quo en la generación5, y el cual sea naturalmente apto para recibir sucesivamente formas substanciales diferentes. Ese sujeto es la materia primera.

      El otro tipo de argumento que brinda hace referencia al orden esencial entre causas6. Según el Estagirita, en todo movimiento podemos identificar cuatro causas, entre las cuales la material es una de ellas y aunque pueda predicarse de muchas realidades diferentes, hay un orden esencial entre estas por ser unas anteriores a otras según naturaleza, es decir, por no depender de las posteriores. La materia primera es causa intrínseca material de la substancia, y es receptora del acto primero, que es dado por la forma substancial, la cual actúa como causa intrínseca formal del compuesto. Es así como el orden de causas nos revela un primer receptor, la materia primera, que es algo distinto de lo recibido, el acto por parte de la forma substancial.

      Habiendo establecido que la materia primera existe y es algo distinto de la forma substancial, corresponde indagar por el tipo de entidad que le es propio y si posee algunas propiedades esenciales que pertenezcan a una naturaleza peculiar suya. El Doctor Sutil rechaza con énfasis la interpretación que entiende a la materia primera como pura potencialidad, porque de acuerdo a su lectura esto indicaría que la materia no es nada de suyo y sería absurdo aplicarle a la nada funciones tan importantes como lo hace la tradición que se remonta hasta Aristóteles7: es principio per se, causa per se, es per se parte del compuesto generado, sujeto del cambio substancial, sustrato que permanece idéntico a través de las formas substanciales. Además, los teólogos la señalan como término del acto de creación.

      Queda claro, entonces, que de la materia primera se dice que es un ‘ente en potencia’, y la clave para entender la posición particular de Escoto en este asunto se encuentra en distinguir los dos modos en los que algo puede ser ‘ente en potencia’. Si bien volveremos sobre esta cuestión8, podemos adelantar que algo puede estar en potencia objetiva o en potencia subjetiva9, la primera corresponde a lo no existente en cuanto es término de una potencia (como lo ‘negro’ está en potencia objetiva respecto de una pared blanca) y la segunda denota al sujeto existente en el cual se encuentra la potencia respecto de algo (por ejemplo una superficie está en potencia subjetiva de recibir un nuevo color). Como se hace evidente, rechaza que la materia primera sea un ente en potencia objetiva, ya que esto conduciría a sostener que la substancia corpórea está formada de algo (la forma substancial) y nada (la materia primera), por lo que no podría afirmarse que sea un verdadero compuesto, ni que posea las funciones antes descriptas, entre otros absurdos.

      Por el contrario, la materia primera “es ente en potencia en el segundo modo, como algún ente positivo, que está naturalmente capacitado para recibir un acto y es ente en potencia respecto de todos los actos que pueda recibir. Así, es más ente en potencia que el sujeto de los accidentes, porque teniendo en sí una menor actualidad es capaz de [recibir] una mayor actualidad.”10 Entendemos que son dos las características que sobresalen de esta descripción, la materia es un ente positivo y posee cierta actualidad. En efecto, la materia tiene una existencia positiva y propia fuera de sus causas, por la que se constituye receptora de una posterior determinación a causa de las formas. Se puede decir que esa existencia suya expresa un mínimo de actualidad, que posee por naturaleza, ya que es de suyo capaz de recibir cualquier forma y, así, su potencialidad es la máxima posible sin llegar a ser nada, como tampoco es acto en el sentido de algo determinado, esto es, en el sentido en que decimos que la forma es acto. Comenta E. Gilson que “la materia es el ser cuyo acto consiste en estar en potencia con respecto a todos los actos. En cambio, su potencialidad no consiste en no ser nada, sino en no poseer por sí misma ninguna determinación específica. Ella no tiene un acto que la distinga, que la divida, que reciba ni que la informe confiriéndole su ser específico de materia.”11 Escoto entiende que todo lo que posee existencia lo hace por su ser en acto, pero cuando se entiende a la materia como un principio indeterminado de suyo se dice que es un ente en potencia, porque se la considera despojada de todo acto determinante, y así se distingue de la perfección recibida de la forma, es decir, del acto por el que ella es determinada.

      A partir de lo explicado por Escoto, se desprende que la materia es una realidad distinta de la forma, pero nos parece oportuno acercarnos al argumento principal para tener una visión de conjunto respecto de lo que concibe como materia primera. La prueba consiste en que “un opuesto no se cambia en otro opuesto sino que se corrompe, y algo permanece idéntico bajo ambos términos [opuestos]. Pero lo idéntico (idem) no [puede] simultáneamente existir y no existir; luego, la materia difiere de la forma, la cual se corrompe y, con todo, la materia no.”12 Considerando nuevamente el cambio substancial, donde una forma cambia por otra a partir de la corrupción de la primera con la consiguiente generación de la segunda, el sujeto que persiste y recibe esas formas mantiene una identidad propia, porque no cambia todo en todo absolutamente, sino solo el principio formal del compuesto. Por otro lado, si la materia no tuviera una identidad propia, entonces las diversas formas naturales que ella recibe deberían ser todas de la misma naturaleza que ella y, por lo tanto, también lo serían entre sí, y se debería negar las diferencias específicas. De la misma manera, una forma creada, como el alma humana, tendría la misma naturaleza que la materia, lo que resulta absurdo. Es, por ello, que las formas generadas en los procesos naturales del mundo físico poseen también una realidad distinta de la materia primera.

      Una importante objeción que Duns Escoto evalúa contra su posición, señala que la unidad del compuesto queda comprometida si la materia y la forma son realidades existentes y distintas al mismo tiempo. Para quienes afirman que solo la forma está en acto, no hay mayor dificultad en argumentar que es ella la responsable de dar el ser al compuesto, de modo que, al informar a la materia, se obtiene un unum per se. Pero al disociar los binomios aristotélicos materia-potencia y forma-acto, sosteniendo que la materia tiene cierta actualidad, no se ve desde aquella postura cómo salvar la unidad de la substancia, que quedaría reducida a un simple agregado de entidades diferentes. Sin embargo, el Doctor Sutil llama la atención sobre cómo un ‘compuesto’ puede llamarse ‘uno’, porque teniendo en cuenta la lógica detrás de su oponente, algo solo podría ser un unum per se si fuera simple, como una forma separada, o un compuesto de algo y nada, lo que resulta inadecuado al orden físico donde todo es complejidad. En cambio, el compuesto es unum per se a partir de ‘algo y algo’ como en el caso de la substancia corpórea, que lo es por la materia y la forma, de lo contrario no sería un verdadero compuesto. Esto no conlleva disminuir la unidad substancial a la de un agregado, porque cada sujeto tiene un género distinto de unidad13 y, en el caso que ahora nos ocupa, la materia primera no solo es distinta a la forma sino que es el sujeto receptor mejor dispuesto a ser informado, y así “aquellas cosas que son primariamente diversas, no pueden constituir algo ‘idéntico’ (idem), sino que cuanto más diversas son, tanto más están dispuestas a la constitución de algo uno per se; en efecto, para que de muchas cosas se haga algo uno per se, se requiere de partes no idénticas”14, materia y forma son dos realidades tan diversas que

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