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El libro negro del comunismo. Andrzej Paczkowski
Читать онлайн.Название El libro negro del comunismo
Год выпуска 0
isbn 9788417241964
Автор произведения Andrzej Paczkowski
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
La «crisis de las cosechas» de finales del año 1927 proporcionó a Stalin el pretexto que había buscado. El mes de noviembre de 1927 se vio caracterizado por una caída espectacular de las entregas de productos agrícolas a los organismos de cosecha del Estado, que adquirió proporciones catastróficas en diciembre. En enero de 1928 hubo que rendirse a la evidencia: a pesar de una buena cosecha, los campesinos no habían entregado más que 4,8 millones de toneladas en lugar de los 6,8 millones del año anterior. La bajada de los precios ofrecidos por el Estado, el encarecimiento y la penuria de los productos manufacturados, la desorganización de las agencias de cosecha y los rumores de guerra, en resumen, el descontento general del campesinado frente al régimen, explicaban esta crisis que Stalin calificó inmediatamente de «huelga de los kulaks».
El grupo estalinista tomó esto como un pretexto para recurrir nuevamente a las requisas y a toda una serie de medidas represivas ya experimentadas en el tiempo del comunismo de guerra. Stalin se dirigió en persona a Siberia. Otros dirigentes, tales como Andreyev, Mikoyán, Postishev o Kossior, se dirigieron hacia las grandes regiones productoras de cereales, la región de las tierras negras, Ucrania y el norte del Cáucaso. El 14 de enero de 1928, el Politburó dirigió a las autoridades locales una circular exigiéndoles «detener a los especuladores, a los kulaks y a otros desorganizadores del mercado y de la política de precios». Algunos «plenipotenciarios» —el término mismo recordaba la época de requisas de los años 1918-1921— y destacamentos de militantes comunistas fueron enviados a los campos para depurar a las autoridades locales, a las que se juzgaba complacientes con los kulaks, y para descubrir los excedentes ocultos, si era necesario con la ayuda de los campesinos pobres, a los que se les prometía la cuarta parte de los cereales encontrados en casa de los «ricos».
Entre el arsenal de medidas destinadas a penalizar a los campesinos recalcitrantes a la hora de entregar, en los plazos prescritos y a precios irrisorios inferiores en tres a cuatro veces a los del mercado, sus productos agrícolas, figuraba la multiplicación por dos, tres o cinco de las cantidades inicialmente fijadas. El artículo 107 del Código Penal, que preveía una pena de tres años de prisión para cualquier acción que contribuyera a hacer subir los precios, fue también ampliamente utilizado. Finalmente los impuestos sobre los kulaks se multiplicaron por diez en dos años. Se procedió igualmente a la clausura de los mercados, medida que no afectaba ciertamente solo a los campesinos acomodados. En algunas semanas, todas estas medidas rompieron completamente la tregua que desde 1922-1923 se había establecido a regañadientes entre el régimen y el campesinado. Las requisas y las medidas represivas no tuvieron otro efecto que agravar la crisis. De inmediato, las autoridades obtuvieron por la fuerza una cosecha apenas inferior a la de 1927; pero al año siguiente, como en el tiempo del comunismo de guerra, los campesinos reaccionaron disminuyendo sus superficies sembradas»18.
La «crisis de las cosechas» del invierno de 1927-1928 desempeñó un papel crucial en el giro que tomaron los acontecimiento a continuación. Stalin, efectivamente, extrajo toda una serie de conclusiones referidas a la necesidad de crear «fortalezas del socialismo» en los campos —koljozes y sovjozes gigantes—, de colectivizar la agricultura a fin de controlar directamente la producción agrícola y a los productores sin tener que pasar por las leyes del mercado, y de desembarazarse de una vez por todas de los kulaks «liquidándolos como clase».
En 1928, el régimen quebró igualmente la tregua que había concluido con otra categoría social, los spetzy, esos «especialistas burgueses» surgidos de la intelligentsia del antiguo régimen, que, a finales de los años veinte, seguían ocupando la inmensa mayoría de los puestos de directivos tanto en las empresas como en las administraciones. Durante el pleno del Comité Central de abril de 1928 se anunció el descubrimiento de una empresa de «sabotaje industrial» en la región de Shajty, una cuenca hullera del Donbass, en el seno del trust Donugol, que empleaba a «especialistas burgueses» y mantenía relaciones con medios financieros occidentales. Algunas semanas más tarde, cincuenta y tres acusados, en su mayoría ingenieros y dirigentes de empresa, comparecieron en el primer proceso político público desde el de los socialistas-revolucionarios en 1922. Once de los acusados fueron condenados a muerte, y cinco ejecutados. Este proceso ejemplar, ampliamente relatado por la prensa, ilustraba uno de los principales mitos del régimen, el del «saboteador a sueldo del extranjero» que iba a servir para movilizar a militantes e informadores de la GPU, «para explicar» todos lo fracasos económicos, pero también para permitir «requisar» cuadros para las nuevas «oficinas especiales de construcción de la GPU», convertidas en célebres bajo el nombre de sharashki. Miles de ingenieros y de técnicos condenados por sabotaje purgaron su pena en las obras y las empresas del primer plan. En los meses que siguieron al proceso de Shajty, el departamento económico de la GPU fabricó varias decenas de casos similares, fundamentalmente en Ucrania. Solamente en el complejo metalúrgico Yugostal de Dniepropetrovsk, ciento doce cuadros fueron detenidos en el curso del mes de mayo de 192819.
Los cuadros industriales no fueron los únicos contemplados por la vasta operación antiespecialistas desencadenada en 1928. Numerosos profesores y estudiantes de origen «socialmente extraño» fueron excluidos de la enseñanza superior con ocasión de una de las numerosas campañas de purga de las universidades y de promoción de una nueva «inteligencia roja y proletaria».
El endurecimiento de la represión y las dificultades económicas de los últimos años de la NEP, marcadas por un paro creciente y por un ascenso de la delincuencia, tuvieron como resultado un crecimiento espectacular del número de condenas penales: 578.000 en 1926, 709.000 en 1927, 909.000 en 1928 y 1.178.000 en 192920. Para intentar contener este flujo que congestionaba unas prisiones que no contaban en 1928 más que con cincuenta mil plazas, el Gobierno adoptó dos decisiones importantes. La primera, en virtud del decreto del 26 de marzo de 1928, proponía, para los delitos menores, reemplazar las reclusiones de corta duración por trabajos correctivos efectuados sin remuneración en «empresas, en obras públicas, y en las explotaciones forestales». La segunda medida, tomada en virtud de un decreto de 27 de junio de 1929, iba a tener inmensas consecuencias. Preveía, en efecto, transferir a todos los detenidos de las prisiones condenados a penas superiores a tres años a campos de trabajo que tendrían como finalidad «la revalorización de las riquezas naturales de las regiones orientales y septentrionales del país». La idea flotaba en el aire desde hacía varios años. La GPU había iniciado un vasto programa de producción de madera para la exportación. Ya había pedido en varias ocasiones a la dirección principal de lugares de detención del comisariado del pueblo para el Interior, que gestionaba las prisiones ordinarias, suplementos de su mano de obra. Efectivamente, «sus» propios detenidos de los campos especiales de las Solovki, que eran 38.000 en 1928, no resultaban suficientes para alcanzar la producción prevista21.
La preparación del Primer Plan Quinquenal puso a la orden del día las cuestiones del reparto de la mano de obra y de la explotación de regiones inhóspitas pero ricas en recursos naturales. Con esta perspectiva, la mano de obra penal inutilizada hasta entonces podía llegar a convertirse, a condición de que se la explotara bien, en una verdadera riqueza cuyo control y gestión se convertirían en una fuente de ingresos, de influencia y de poder. Los dirigentes de la GPU, en particular Menzhinski y su adjunto Yagoda, apoyados por Stalin, eran bien conscientes del envite. Pusieron en funcionamiento, desde el verano de 1929, un plan ambicioso de «colonización» de la región de Narym que cubría 350.000 kilómetros cuadrados de