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más ricas, productos financieros de carácter especulativo y actividades que generen un impacto negativo en el medio ambiente” (oxfam, 2020, p. 4). Las estimaciones sobre las cantidades de dinero a obtener eran los siguientes:

      Como mínimo serían necesarios 2,5 billones de dólares. La unctad ha solicitado 2,5 billones de dólares para rescatar a las economías de los países en desarrollo. Esta suma podría estar constituida por un billón de dólares en concepto de cancelación de la deuda externa, otro billón de dólares en liquidez adicional movilizada a través de derechos especiales de giro, y 500 000 millones de dólares en ayuda para apoyar los sistemas de salud de los países en desarrollo. oxfam ha instado que la ayuda se destine a duplicar el gasto en salud de los 85 países más pobres del mundo, lo que supondría un coste de 160 000 millones de dólares. Kristalina Georgieva, directora ejecutiva del fmi, ha afirmado también que los mercados emergentes requerirán un apoyo de 2,5 billones de dólares. Un total de 20 expertos, entre los que destacan cuatro ganadores del premio Nobel, incluyendo a Joseph Stiglitz, Nicholas Stern y siete economistas del Banco Mundial y otros bancos de desarrollo, han escrito a los líderes del G20 para advertirles de los “inimaginables impactos sociales y para la salud” de esta crisis, y han instado a la “movilización de billones de dólares”. (oxfam, 2020, p. 6)

      Impacto en las políticas de salud pública y de transición energética y ecológica

      Existen varios temas en los cuales la humanidad podrá hacer cambios significativos en la pospandemia, y muchos corren el riesgo de no ser tratados. Sin embargo, dos en particular merecen ser atendidos por los distintos actores de la sociedad para introducir cambios de fondo: la salud pública y la transición energética y ecológica.

      En la reciente campaña electoral en los Estados Unidos, el candidato de la izquierda del Partido Demócrata, Bernie Sanders, tuvo entre sus principales propuestas dotar al país de un sistema de atención médica universal, sorprendentemente inexistente en la primera potencia del planeta. Una parte de la opinión pública consideraba que era una propuesta comunista, cuando en realidad corresponde a uno de los pilares principales de un Estado de bienestar. Como afirma Stiglitz (2019), “hasta que el programa Obamacare se promulgó, el país no reconocía el derecho de cada estadounidense a la atención médica, un derecho reconocido prácticamente por todos los países avanzados” (p. 66). Es de esperar que las enormes cifras de muertes alcanzadas por la covid-19 en los Estados Unidos y los efectos trágicos de la pandemia en el mundo lleven a pensar que una de las medidas prioritarias de la pospandemia sería asegurar una atención médica universal. Esta medida puede concretarse mediante la estructuración de redes globales de salud pública y una reforma de la actual oms hacia un Sistema Global de Salud, tal como sostiene Andrés Ortega (2000), investigador del Real Instituto Elcano de España.

      Es recomendable examinar los errores cometidos en estos años de proceso globalizador, pues los presupuestos de salud raramente cubrieron las necesidades del personal médico, las inversiones hospitalarias, los ancianatos, el número de camas públicas y las unidades de cuidados intensivos. La prioridad no fue la vida, sino la rentabilidad y la eficiencia de los sistemas privatizados de salud; se proletarizaron los ingresos del cuerpo médico, limitado en su atención a los pacientes para evitar el aumento de los costos. En la pospandemia, la revisión de las políticas públicas de salud es necesaria para frenar la inequidad social, pues los más desprotegidos no tienen acceso por insuficiencia en los recursos públicos, además, están imposibilitados de someterse indefinidamente a medidas de confinamiento porque deben buscar el sustento diario. Por tanto, según Piketty, es importante asegurar una adecuada distribución de la vacuna entre las distintas clases sociales, para no agravar los efectos de la recesión mundial y se consoliden nuevas relaciones sociales basadas en la solidaridad (Alconada Mon, 2020).

      Para atender la extensión de los sistemas de salud pública, se necesitará de financiamiento de las instituciones financieras y de medidas de condonación y/o moratoria de la deuda pública de los países, complementadas con reestructuraciones del servicio de la deuda. Por otro lado, los recortes de austeridad no deben socavar los sistemas de salud pública. La integración de sanidad y servicios sociales es clave en el modelo de bienestar futuro. Con el cambio del modelo asistencial pasivo a uno proactivo y preventivo, es vital aprovechar los avances tecnológicos de la biogenética, la nanomedicina y la bioinformática, para prevenir y controlar nuevas pandemias, previsibles en el futuro inmediato.

      Las epidemias han estado aumentando con mayor frecuencia y corresponden, en gran medida, a enfermedades producidas por transmisiones de agentes patógenos entre animales y humanos. La deforestación ha ejercido una presión tremenda sobre los animales, que son expulsados de sus hábitats naturales, lo cual ha facilitado el encuentro con humanos en ecosistemas desequilibrados. A su vez, los humanos están cada vez más hacinados en los grandes centros urbanos y disponen de facilidades de desplazamiento aéreo masivo, que moviliza los virus a distintos lugares del planeta. La Junta de Vigilancia Mundial de la Preparación confirma que, junto a la movilidad de la población y la alteración del clima, la destrucción de las pluviselvas tropicales ha hecho posible que virus de animales silvestres se propaguen a los seres humanos (Junta de Vigilancia Mundial de la Preparación, 2020).

      Los efectos desastrosos de migraciones causadas por la desertificación de tierras agrícolas, sumados a problemas de aumento de los mares por derretimiento de los polos, han sido igualmente advertidos por los analistas:

      En las próximas décadas, las pérdidas de cosechas provocadas por el aumento de temperaturas y la desertificación expulsarán a cientos de millones de personas desde las zonas tropicales cálidas hacia ee. uu., Europa y otras regiones templadas. Y otros estudios recientes advierten sobre la posibilidad de “puntos de inflexión” climáticos, por ejemplo, un derretimiento de grandes placas de hielo en la Antártida o Groenlandia que provoque un aumento repentino y catastrófico del nivel de los mares. (Roubini, 2020a)

      El mundo tiene la oportunidad histórica de no continuar en la depredación del planeta y de reorientarse hacia una transición energética y ecológica, adoptando medidas, a corto y mediano plazo, que permitan a la humanidad la convivencia con la Tierra; estabilizando los cambios climáticos; desarrollando recursos naturales limpios y sostenibles, con energías y transportes bajos en carbono; y preservando y conservando las especies. Para lograrlo, se requerirá del trabajo coordinado entre los Estados, los organismos intergubernamentales internacionales, las ong y la sociedad civil, que asegure la reactivación y cumplimiento de los acuerdos y tratados internacionales sobre estas temáticas.

      Es fundamental, como plantea el director de la Agencia Internacional de Energía (aie) Fatih Birol, “que los Gobiernos no piensen únicamente en términos de relanzamiento de la economía y se vinculen a la construcción de un mejor futuro” (citado por Garric, Wakim y Mouterde, 2020). Esto implica necesariamente lo energético y lo ecológico, bajo dos alternativas: “[o] nos engañan todavía por varios decenios en un modelo de desarrollo contaminante, ineficaz, carbonizado y no sostenible; [o aprovechan] para acelerar el movimiento hacia una energía y transportes bajos en carbono que aportarán beneficios a largo plazo” (Mountford, citado por Garric et al., 2020).

      Afortunadamente, desde mediados del 2020, en algunos lugares del mundo, la pandemia suscitó el estudio de propuestas para enfrentar los problemas del cambio climático en la pospandemia. Así, por ejemplo, en Francia, en junio del 2020, una convención ciudadana le presentó al Gobierno del

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