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poetas y religiosos, para evitar que el pueblo pudiese organizar la defensa. El secuestro de más de 600 intelectuales comenzó precisamente un 24 de abril de 1915 en la ciudad de Constantinopla.

      – Emasculación (destrucción física masculina): Nada quedó al azar. Con la excusa de la Gran Guerra, enrolaron en el ejército turco a todos los hombres armenios entre 15 y 45 años, lo suficientemente fuertes como para sostener un fusil que nunca recibieron. A los soldados sólo se los utilizó como mano de obra para construir trincheras que inmediatamente se transformarían en sus propias tumbas.

      – Eterna caravana hacia la muerte: Eso fue la deportación letal. Los turcos debían borrar de la faz de la Tierra a los armenios y todo vestigio de cultura armenia, para que nunca más existiese una “Cuestión Armenia” basada en reclamos territoriales o garantías y derechos para las minorías. Las órdenes las dio el mismo ministro del Interior, Talaat, y debían ser “cumplidas, sin titubeos y haciendo caso omiso a la conciencia”, decía su terrorífico telegrama. Sucede que las órdenes eran tan inhumanas que algunos soldados turcos o jefes del ejército no podían creer lo que se les estaba ordenando, y pedían explicaciones o aclaraciones. Quienes se negaron a cumplir las órdenes fueron fusilados.

      Talaat había sido muy claro: “los armenios habían perdido el derecho a la vida en el Imperio otomano”; para no malgastar municiones, se los debía matar a cuchillo, o ahogándolos en el río Éufrates, entre otras metodologías abominables. En los poblados y aldeas sólo quedarían hombres enfermos, adolescentes, mujeres y ancianos. A ellos les esperaba la otra parte del plan: la deportación. Se colgaba en la plaza central de cada pueblo un aviso que ordenaba que la población debía partir para la “reubicación”. Se hizo creer a los armenios que se congregaría a la población para llevarla a una zona de exclusión bélica que los protegería de los efectos de la guerra reinante. Pocos años después, Hitler puso al frente de los campos de concentración: “El trabajo nos hace libres”.

      Estaban planificadas todas las rutas para la deportación. Al norte se los ahogaría en el Mar Negro; los que vivían en el centro de Anatolia serían llevados, sin víveres y caminando, hasta el desierto de Deir-El-Zor, en cuyos pozos naturales serían arrojados y quemados.

      Los métodos de aniquilamiento eran realmente espantosos y obviamente no se respetaba ni el sexo ni la edad de las víctimas. Las órdenes de Talaat aclaraban que los armenios no debían vivir ni en el vientre de sus madres embarazadas.

      El río Éufrates, de aguas cristalinas, durante meses se tiñó de color rojo por transportar cientos de cadáveres ensangrentados. Miles de mujeres y niños terminaron sirviendo como esclavos en los harenes de los Pashá (jefes) turcos; hoy día, muchos ciudadanos turcos desconocen que su verdadero origen pertenece a la etnia armenia.

      5.3. LOS SOBREVIVIENTES31

      El plan de exterminio del pueblo armenio era perfecto, pero lo que impidió su consumación efectiva fueron las fuerzas de autodefensa armenias conformadas por hombres y mujeres voluntarios, que con valentía impidieron, al menos por varios meses, la invasión de los turcos en algunos pueblos y aldeas. Por esa razón, y porque algunas víctimas fueron confundidas con cadáveres, o se pudieron esconder durante la deportación o fueron comprados por los árabes, hubo sobrevivientes. Otros sobrevivieron gracias a algún vecino turco o kurdo que no aceptaba la política de su Imperio, a pesar de que se había decretado la pena de muerte para los turcos que transgredieran o dieran cobijo a algún armenio.

      5.4. EL IMPERIO TURCO-OTOMANO, SUMIDO EN UNA VERGONZOSA DERROTA BÉLICA, LLEGA A SU FIN32

      Los griegos, franceses, ingleses e italianos se reparten, de momento, los restos del Imperio. Mientras tanto, muchos armenios se repatriaban hacia sus hogares ancestrales, sin sospechar que con el resurgimiento de Turquía continuaría el plan genocida. Los Jóvenes Turcos fueron condenados a la pena de muerte por un tribunal turco, acusados de organizar y ejecutar el genocidio contra el pueblo armenio, pero se preanunciaba un continuador. Mientras ellos disfrutaban de su exilio y falsa condena, el gobierno turco es copado por la fuerza y queda en manos de Mustafá Kemal, quien continuará meticulosamente el plan genocida contra el pueblo armenio.

      5.5. PRIMEROS PASOS DE MUSTAFÁ KEMAL33

      A los 25 años, Mustafá Kemal obtiene el diploma de capitán de Estado Mayor. Su llegada a Estambul sucede en tiempos de tensión política, ya que era notorio el malestar contra el sultán Abdul Hamid II. Kemal junto a otros jóvenes forman una asociación secreta llamada VATAN (Patria), y volcaban mediante un periódico del mismo nombre su disconformidad con el régimen del califato otomano y propiciaban la reforma democrática del Imperio. Kemal por poco pierde la vida al ser desbaratada la agrupación. El Imperio acusa el golpe: la insurrección de los Jóvenes Turcos se abalanza sobre Constantinopla y, como ya se dijo, muchos armenios esperanzados festejan abrazados por sus calles el advenimiento de esta agrupación.

      El Triunvirato todavía no está constituido, pero el mando se concentra en la figura de Enver Pashá, que competiría con Kemal. Unión y Progreso consagra a Mohamed V como sultán simbólico más que operativo, ya que se crea un parlamento y un gabinete en el que algunos de sus miembros eran de origen armenio. Comienzan a cometerse asesinatos en torno al aparato de poder de Abdul Hamid II. La primera guerra balcánica y la guerra ítalo-turca constituyen en sí el desastre bélico que da comienzo a la pérdida total del territorio europeo, vale decir, que se asiste al principio del fin de lo que había sido el gran Imperio turco-otomano.

      A comienzos de la Primera Guerra Mundial, Kemal es encargado de seguir el movimiento de las fuerzas francesas. Entre tanto, Rusia avanza por la región del Cáucaso hasta la zona del lago Van. El avance ruso resulta una afrenta para el ministro de Guerra Enver, que al verse humillado culpa de su desastre a los armenios. El ejército ruso venció de modo aplastante al ejército turco en la batalla de Sarí-Kamish a comienzos de 1915. Enver tenía expresas directivas alemanas de construir el ferrocarril hacia Bakú; su gestión no fue para nada eficiente. A raíz de ello, el Triunvirato ya constituido encontró el pretexto para llevar a cabo su plan sistemático de exterminio. Talaat y Djemal consumarían el plan y lo esconderían de los ojos de un mundo, que estaba ocupado por el caos de la Primera Guerra. Cabe resaltar algo muy importante: Kemal ya se había incorporado al Partido, y aunque fue un miembro que no ocultaba su desagrado por el Triunvirato, demostró su antipatía hacia la Cuestión Armenia. Más adelante, en 1918, cuando acompañó al funcionario Bahaeddín a Alemania, al exponerle uno de los gobernadores de ese país una queja por la situación de los armenios, éste respondió: “Me sorprende que un gobernador alemán, un hombre de valor, haya escogido un tema semejante para conversar con vuestro aliado y a favor de los armenios, que tratan de engañar al mundo para restablecer una existencia nacional que se pierde en la noche de los tiempos. Hemos venido aquí no para hablar sobre la Cuestión Armenia, sino para darnos cuenta de la situación del ejército alemán, nuestro aliento y nuestro sostén”.

      Para entonces, los aliados arremeten sobre los Dardanelos. Aquí gana imagen Kemal, que es promocionado al grado de coronel y triunfa en la costa oeste, en la llamada batalla de Anafartá. Luego de la derrota de Galípoli, los aliados se retiran cabizbajos. En pocas semanas, Kemal recupera parte de las proximidades del Cáucaso, vale decir, de las ciudades de las planicies de Mush y Bitlís, donde no había podido vencer Enver Pashá. Los desmanes del ejército turco contra la población armenia enfurecen a las misiones americanas evangelizadoras. Hay que tener en cuenta que, con suma sagacidad, el CUP junto a Kemal lograron enquistar en el poder a la casta turco-sefardí que a principios de siglo había denunciado que el pueblo armenio era el único escollo económico, social y político de toda la región.

      Los anhelos de aquella dirigencia están en sintonía con el concepto panturánico de Ziá Gok Alp, uno de sus fervientes propagandistas: “¡Mi Atila! ¡Mi Gengis! ¡Figuras de héroes que son la gloria de mi raza! ¡Oguz me llena el corazón! La patria de los turcos no es Turquía; ni es el

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