Скачать книгу

una misión imposible, aun así, soy una chica de supervivencia, y no quedaré en evidencia. Doy un suspiro, sintiendo que mi cuerpo está en total sincronía con el llamado de la divinidad y espiritualidad, creo que me tomaré un cursillo de yoga y me puedo dedicar a dar sesiones en el parque. Será todo un éxito.

      —Ahora, vamos a pasar a otra posición —dice el instructor, pero si yo apenas estoy tratando de respirar con normalidad, en fin—. Van a estirar sus brazos detrás de su espalda sintiendo cómo se relajan las cervicales. —¿Qué cervicales? Estoy estirando los brazos lo más que puedo, digo, teniendo en cuenta que también estoy tratando de que mis piernas no se desdoblen como un acordeón—. Recuerden mantener la respiración a un ritmo frecuente.

      Ya ni recordaba que teníamos que respirar. «Vamos, Lexy, solo es dejar que el aire entre en tus pulmones y después lo sacas, lo llaman inhalar y exhalar, ¿lo recuerdas?», me dice de nuevo mi subconsciente con sarcasmo detrás de sus anteojos de sabionda. Espero que con esos movimientos den por terminada la clase, la parte baja de mi espalda parece que acaba de ser pateada por un caballo, el dolor punzante se extiende sobre mi columna vertebral, cierro los ojos para tratar de mitigar la sensación. Y para mayor horror, en cuanto los abro, me doy cuenta con asombro que Jack está mirándome y tiene el ceño fruncido, algo que no es novedad, de hecho, ya hasta le estoy agarrando cariño a su forma de observarme.

      —Ahora su mano derecha va a buscar su muslo izquierdo, y apoyen la mano izquierda en la parte baja del lumbar. Traten de tocar el otro extremo de su cadera, respiren por la nariz, sientan cómo se tensan los músculos al nivel de las costillas.

      Parece que el instructor habla mandarín, ¿dónde demonios tendré el lumbar?, por qué demonios dice que respiremos por la nariz, pues ¿por dónde más lo vamos a hacer? Aun así, trato de hacerlo todo tal cual dice, nunca he tenido problemas de sobrepeso, pero en este instante mis caderas me parecen enormes, ¿cómo es posible que alcance a tocarlas si tengo los brazos cruzados y torcidos?, observo a Gary de reojo y veo que tampoco le está yendo del todo bien, doblo más mi cintura, debo de poder tocar mi cadera, vamos, que es superfácil, por lo menos así lo parecía, por mucho que no me guste la idea, tengo que darme por vencida en estas técnicas de relajación, quiero girar mi cadera para regresar a una postura que sea normal y no puedo, el pánico me comienza a invadir, cada centímetro que quiero girar es un suplicio, estoy segura de que nadie ha notado que estoy en un apuro, sobre todo porque Gary y el instructor se han levantado y están despidiendo el programa.

      Mis ojos deben estar desorbitados; vale, Lexy, debes de calmarte.

      —Disculpe, instructor —digo con los ojos cerrados tratando de que mi nivel espiritual le gane al umbral de dolor, pero nada. No puedo moverme y estoy segura de que me quedaré paralítica. Virgen de la Macarena, el yoga debería ser considerado como un deporte extremo. Nadie parece percatarse de mí, hasta que veo a mi némesis personal acercándose a grandes zancadas hasta donde estoy.

      —¿Qué demonios tienes? —Trágame tierra y escupe en cualquier parte del mundo, vale, de preferencia escúpeme en el hospital. Si hay algo peor que hacer el ridículo frente a miles de espectadores, eso es hacer el ridículo frente a Jack Myers.

      —Creo que me rompí la cadera —le digo con la voz congestionada, mi cara debe de ser caótica. Jack ha corrido a buscar al instructor que sabe Dios dónde se ha metido, y de pronto me veo rodeada de gente. En un vago susurro escucho una voz femenina decir que es el karma por dejar plantado a mi novio. Ahora ya no hay apoyo de género. Con sumo cuidado regreso el brazo hasta su posición original y veo que el instructor me está mirando como si fuera un desastre andante, y se acerca a mí.

      —¿Qué fue lo que sucedió? —Vale, el tono de su voz no es para nada espiritual, de hecho, parece también enfadado. Está claro que me he levantado con el pie izquierdo.

      —Solo quería tocar mi cadera, pero creo que me he roto la columna vertebral, quedaré paralítica.

      El instructor se pone detrás de mí, y empieza a dar un suave masaje en la parte baja de la cadera, así por toda la espalda y brazos, noto cómo mi cuerpo comienza de relajarse, ¡diablos!, tiene unas manos prodigiosas que estoy a punto de soltar un gemido de satisfacción. Escucho el carraspeo de alguien y abro los ojos, Jack está fulminando al instructor. Seguramente estará loco, porque no tiene por qué mirarnos de esa manera.

      —Ahora, levántate — dice el instructor y sus palabras me suenan a un versículo bíblico, es como si fuera el Lázaro del siglo veintiuno, a lo mejor después de esto emprendo una propia religión. Debo confesar que tengo miedo de moverme, pero al cabo de unos segundos me digo que ya estuvo bien de estar sentada, una mano aparece frente mis ojos para ayudarme, pero es la mano de Jack, juro por Dios que quiero rechazarla, pero creo que no estaría bien, los compañeros podrían pensar que nos odiamos o algo, y lo que menos necesito en este momento son más rumores, de por sí ya tengo bastante con el mentado video de la fallida pedida de manos.

      Vale, hagamos un recuento de los momentos más vergonzosos de mi vida: primero, cuando me fue denegado el préstamo; segundo, cuando salí huyendo del restaurante; y tercero, es justo ahora mientras veo que todos comienzan a reírse de mí. Y en todos esos malditos momentos ha estado presente el maldito Jack Myers, casi siento que lo odio. Comienzo a dirigir mis pasos al camerino lo más dignamente posible, si quería dar el show lo he logrado y con creces, estoy a punto de entrar al pequeño cubículo cuando una voz me detiene.

      —Lexie. —¿Es que acaso no me voy a librar de este hombre nunca? Debe de ser el karma que lo ha enviado a esta vida solo para atormentarme.

      —¿Qué quieres, Jack?, si has venido a burlarte de mí, debo decirte que el club de fans «ríete de Lexie» está en el foro.

      —¿Te encuentras bien? —Tengo que abrir y cerrar los ojos para cerciorarme de que el hombre que tengo parado frente a mí es el mismo que me lanza pullas en el ascensor, ahora parece de verdad preocupado; sin pensarlo, alzo la vista para caer en esos pozos profundos que tiene por ojos y me doy cuenta que es sincero, realmente está preocupado por mí, una extraña sensación se instala en mi pecho, la quiero desechar pero no puedo, se me da muy bien lidiar con el Jack brabucón, egoísta e idiota, que se cree la última cerveza del desierto, pero con este hombre de mirada preocupada no puedo luchar.

      Quiero salir de su embrujo y abandonar las cálidas aguas de sus ojos que me abrazan como si tuvieran luz propia. Pero no logro hacerlo. El encanto que nos envuelve se ve interrumpido por el chillido de una mujer.

      —Jack… —dice la chica y corre hasta donde estamos, salgo del embrujo y vuelvo a ponerme mi armadura de acero, para sonreír de manera sarcástica. Tal como lo predije, la mujer que se acerca debe de tener por lo menos dos metros de piernas perfectas y estilizadas, estoy casi segura de que ella sí que puede tocar su cadera sin ningún problema, no entiendo esa fascinación que tiene Jack por las mujeres de silicona con caderas exuberantes y cabellos rubios, tan guapas que somos las de cabello castaño, normalitas, pero guapas. Bah, tengo que marcharme antes de seguir pensando tonterías. Entro en mi camerino sin dirigirle ni una sola mirada a mi enemigo favorito. Bien, ahora solo tengo que llegar a mi apartamento sin morir en el intento. Por suerte, el metro hace el camino de regreso de manera bastante tranquila, aunque el masaje del instructor me ha relajado lo suficiente como para que no me duela el cuerpo, no me siento del todo bien. Por suerte es viernes y no tengo que regresar hasta el lunes.

      Desde que conocí a Jack nuestros encuentros siempre terminan en alguno de los dos ganando nuestras batallas verbales, él solo sube por el ascensor cuando me ve esperándolo, y yo trato de llegar antes para no encontrármelo, pero en todo el tiempo en que hemos trabajado en el mismo edificio, nunca he mostrado preocupación por mí. Así que esa faceta me ha dejado noqueada. Tengo que ser sincera, no es que odie a Jack, vamos, lo intento, de verdad que sí, el muy idiota después de echarme de su oficina en el banco, hizo que nadie me diera un crédito, cuando quise solicitar una tarjeta de crédito la respuesta fue la misma: «denegado». Cuando pregunté el motivo no supieron decir nada, pero la chica se chivó y me dijo que estaba fichada. ¡Como si fuera una criminal! Y el culpable de todo no era otro más que el patán de Jack. Por suerte, hoy solo tengo que pasar a recoger las cartas de la columna

Скачать книгу