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nada más llegar a la oficina, el hombre más odioso del mundo se presentó ante mí como Jack Myers.

      Bueno, el hombre, al ver todas las bolsas de la tienda exclusiva me miró con un aire de suficiencia para después darme una cátedra de la buena organización del dinero. Me dijo que no podía otorgarme el préstamo porque no contaba con una garantía de aval, ¡por Dios!, si solo estaba pidiendo mil dólares. Tampoco es como si hubiese querido que me prestaran un millón para montar una empresa. El asunto es que no me dieron el préstamo y lo único que conseguí fue salir humillada de ese lugar.

      Unos días después estaba trabajando en la sección de perfumería cuando vi entrar al hombre odioso e insufrible del banco a la tienda, acompañado de una mujer de piernas kilométricas; la chica, de verdad que era hermosa, en ese instante quise gritarle, pero él únicamente echó un vistazo a mi sección cuando la señorita piernas largas le dijo que quería el ultimo perfume de Channel, me miró como si no me conociera y después se marchó de ahí, con su noviecita cargada de bolsas, y luego era él quien le quería dar clases de educación financiera.

      —No te hagas la tonta, Lexie, sabes que me refiero a Jack. Nunca me has contado qué fue lo que te hizo para que te pongas a la defensiva con él.

      Bueno, es que Gina no sabe es que después de que él me viera en la tienda trabajando, de manera misteriosa llegó un sobre a mis manos con mil dólares, no hacía falta saber quién me los había enviado. Era él, y lo descubrí por su perfecta caligrafía al escribir mi nombre en el sobre, de la misma manera en la que escribió —denegado— en letras rojas en mi solicitud de préstamo. Ese mismo día fui y se lo dejé aventado en su escritorio sin decir nada. Quise salir lo más rápido de su oficina, pero al parecer el hombre tenía buenos reflejos porque me retuvo tomándome del brazo; lo que sentí, juro que no lo he sentido con nadie jamás, pero bueno, tenía veinte años, tampoco es que hubiera experimentado tanto.

      —Si no te he contado nada es porque no hay nada que decir —digo, mientras me acerco a ella para recostarme en su cama. Tengo molido el cuerpo, los pies me están matando y ¡oh, Dios! acabo de recordar mi maldito incidente con Edward. Tengo que ver el video, saco mi móvil de mi pequeño bolsito y busco mi nombre en la red, por suerte no aparece así, pero en cuanto posteo pedidas de mano desastrosas, veo con horror que ahí sí aparece, y el nombre de Edwards está en letras mayúsculas. Quiero morir, sé que dije que mataría a Gina, pero en este instante lo único que quiero es desaparecer de la faz de la Tierra, doy un grito ahogado que pone en alerta a mi judas personal.

      —¿Qué demonios sucede, Lexie? —Volteo el móvil para que pueda verlo, incapaz de mencionar alguna palabra, ella le da reproducir al video y vemos la secuencia donde se ve claramente cómo estoy con los ojos muy abiertos y ahora que miro con detenimiento, creo que jamás volveré a usar ese vestido, me hace ver los hombros muy gordos, las luces están apagadas, y los violinistas tocando, mientras en mi cara se refleja el horror por lo que está a punto de suceder, casi quiero gritarle a Edwards que no lo haga, como cuando estás viendo una película de terror y le gritas a la protagonista que detrás de esa puerta está el asesino y que no debe de cruzarla; pero es imposible, cierro los ojos y lo último que alcanzo a ver es cómo se ven mis zapatillas al correr del lugar—. Vaya, pobre Edwards, es un tonto, no puede creer que montara todo ese teatro.

      En los ojos de Gina veo cierta decepción, y aunque quiero decirle que sea valiente y se lance por el amor de ese hombre, sé que no me hará caso, así que la dejaré ir a su aire. Paso la mirada por la habitación y contemplo nuestras fotos de cuando salíamos juntas a divertirnos, en la graduación y muchas más, Dios, he compartido tanto con ella, es como si fuera mi hermana. Ambas con la misma profesión, aunque Gina ha logrado encontrar un trabajo con mucho mejor estilo: es editora jefe en una revista de modas. Está muy contenta porque ese siempre ha sido su sueño. Lo mejor es que cada vez que tiene que viajar a algún desfile de modas me trae pequeños regalitos que le dan a ella, es así cómo he logrado tener un armario decente lleno de ropa de diseñador, pero ese es mi pequeño secreto y si alguien se llega a enterar tendré que matarlo para no correr riesgos.

      —¿Qué te parece si pedimos pizza y vemos Novia a la fuga? —le digo, porque estoy que me muero de hambre, entre tanta revuelo me he olvidado de cenar.

      —Vale, me parece un plan estupendo, ya mañana pensaremos en cómo lidiar con la fama que vas a obtener gracias a ese video.

      La pizza ha llegado en menos de treinta minutos, lo que es un alivio para el repartidor porque la hemos pillado en esas ofertas donde si llega retrasada cinco minutos es completamente gratis. Pasamos una velada estupenda y debo decir que mientras veo cómo Julia Roberts sale corriendo para escapar de su boda, se me ha olvidado el incidente del restaurante. Juro por lo más sagrado y poniéndome una mano sobre el corazón, que no volveré a dejar que Gina me organice nada, está claro que puede ser una editora extraordinaria, pero como casamentera se muere de hambre.

      CAPÍTULO 2

      Ok, que no cunda el pánico, este día será fenomenal —tú puedes, Lexie, tú eres una mujer madura capaz de enfrentar tus errores—, nadie tiene por qué enterarse de lo del video, es más, estoy segura de que nadie lo ha visto, vamos, que la gente no se pasa la vida navegando en Internet buscando videos chistosos o donde las novias salgan corriendo el día del compromiso, no, la gente está muy ocupada como para pensar en trivialidades. Bien, entro por la puerta principal del canal televisivo, un enorme edificio de quince pisos, con paredes de ladrillo y uno que otro ventanal; a pesar de ser una productora muy pequeña, ha estado tomando auge en los últimos tiempos, sobre todo en el mundo de las finanzas. Billy, el guardia, me sonríe de manera amable, mientras se lleva una mano a la gorra en forma de saludo. De camino al ascensor, escucho risitas mal disimuladas y giro la vista para ver que Becky, la recepcionista, está mirando de reojo en mi dirección y se está sonriendo con Laurens una chica de contable que está tomando su café, es como si ambas estuvieran observando algo que les causara mucha gracia.

      El mentado cacharro infernal que tenemos por ascensor, se tarda más de la cuenta y yo solo logro escuchar a la única voz que no quería oír esa mañana. Dios, la mañana estaba comenzando demasiado bien. Tal vez se me ha pasado comentarles un pequeño detalle, recuerdan que odio con toda mi alma al tipo del banco que me negó el crédito estudiantil, bueno, pues aquí parado, justo detrás de mí, está Jack Myers. Sí, el mismo tipo prepotente, patán, cretino, que solo ha llegado a este mundo para atormentar a las nobles e inocentes almas como yo.

      —Vaya, así que la novia fugitiva, ¿eh?, imaginaba que te pegaba lo cliché y cutre —dice él y tengo que hacer uso de todo mi autocontrol para no comportarme como una mujer inmadura y mostrarle el dedo medio.

      Ni un «hola, Lexie, ¿cómo estás?», o un «estás más preciosa esta mañana, querida compañera de trabajo», aunque claro, que si llega a hacerme un comentario de ese tipo, seguramente le estamparía mi puño en toda la cara. Su voz suena sarcástica, pero es un tono al que ya casi le estoy tomando afecto, siempre que me ve por los pasillos de la productora, me mira con el ceño fruncido como si estuviera observando un desastre, también a veces arruga la nariz como si mi perfume le molestara. Y cuando me habla, siento que estoy frente al director del colegio. La piel se me enchina solo de recrear la imagen, como si hubiera cometido alguna travesura.

      Debo parecer una lunática, pero no voy a dejar que ese hombre me arruine la mañana, por muy cerebrito que sea para las finanzas. Debo comportarme como la persona adulta que soy, pero primero les contaré que mi calvario con este hombre en mi trabajo comenzó un año atrás, ya que al parecer la productora necesitaba subir el rating del programa y se les ocurrió la brillante idea de que alguien como él nos daría un impulso y estaba casi segura de que venía recomendado por algún alto ejecutivo, ya saben que en este medio si no cuentas con alguna palanca no tienes nunca una oportunidad, y el niño mimado ha llegado como si fuera el rey Midas, pero bueno, para qué seguir recordando eso que solo me saldrá una úlcera en el estómago. Así que pongo mi mejor sonrisa tiesa, un poco más y parecerá que me he puesto bótox. Respiro profundamente y lo encaro, porque yo puedo ser muchas cosas, pero jamás seré una cobarde. Sus ojos son dos pozos oscuros que en este instante me están mirando

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