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aparentemente algunos teóricos sugieren. Al elaborar sobre la dinámica compleja y multifacética de la personalidad y de la personalidad en relación a cuerpo y el contexto, Opazo no se restringe a lo que está inmediatamente disponible a la consciencia (y por ende de fácil acceso mediante los paradigmas de investigación más "convenientes" que facilitan la vida del investigador pero limitan la trascendencia de sus investigaciones). La experiencia consciente es la punta del iceberg del funcionamiento psicológico, y Opazo le presta bastante atención a los procesos no-conscientes, desde aquellos que simplemente denomina "no conscientes" a los que llama inconscientes subliminales, a lo inconsciente reprimido que ha sido un fundamento clave de la psicoterapia moderna desde sus primeros años. Al evaluar e integrar estas distintas dimensiones no-conscientes, se mueve desde las fuentes tradicionales de evidencia e ideas clínicas, pasando por los fenómenos de la hipnosis, la neurociencia cognitiva y una gama de otras perspectivas y paradigmas de investigación en esta área.

      Opazo mantiene un foco considerable en la experiencia de la individualidad y la identidad. Con esto, ofrece un planteamiento innovador, distinguiendo seis dimensiones diferentes de la identidad personal; relacionando la identidad personal a la biología, cognición, afecto, procesos inconscientes, ambiente y el sistema familiar. Ciertamente, estas seis dimensiones se traslapan. No son seis dimensiones ortogonales. Sin embargo, son formas de mirar la identidad y cada una aporta algo importante, y Opazo está en lo cierto de que muchas discusiones sobre la identidad no incluyen completamente estas seis perspectivas.

      A lo largo de este libro, Opazo presta particular atención al sentido. En comparación a otros autores integrativos, se apoya bastante en el trabajo de Viktor Frankl, y le presta un grado considerable de atención, no solo a lo que significa una experiencia particular (el vínculo entre los eventos "externos" y los fenómenos y experiencias "internas" o subjetivas), sino que también a las importantes dimensiones del sentido y la falta de sentido. De esta forma, ofrece un puente entre los fenómenos sociales y culturales que influyen tan profundamente en nuestras vidas y la individualidad, que es el foco principal del terapeuta cuando trabaja con personas (o, en una escala un poco mayor – pero aun así una escala de un orden diferente de la cultura y la sociedad – con parejas, familias o grupos). Los fenómenos culturales no operan sobre receptores pasivos del mensaje cultural. Afectan probabilísticamente a la gente, en la medida en que son filtrados por la subjetividad y la elaboración de sentido de los individuos que viven en la cultura. Este es un punto que Opazo destaca repetidamente.

      En este libro, Opazo revisa las ideas y fenómenos clave, siempre desde un ángulo ligeramente distinto, cada vez agregando un elemento más de complejidad. Utilizando un conjunto de visiones características pero que se superponen, observa desde una perspectiva y luego desde otra. Su propósito, en cada una de estos sondeos, no es aditivo sino integrativo. La teoría y la elaboración de la teoría toman un rol central. El lienzo de Opazo es amplio, pero su foco es agudo y detallado. Cada nueva observación, cada nuevo insight requiere de una modificación de una perspectiva en evolución. El lector está a punto de embarcarse en un viaje con un guía que busca ver todo. Puede terminar cansado de este viaje, pero ciertamente no se aburrirá.

      PAUL L. WACHTEL

      Psychologist, University of Columbia

      Ph.D., Yale University

B1

       Introducción ~

      Este libro estuvo a punto de no existir. A través de los años, fueron muchas las veces en las que me vi tentado de abandonarlo.

      ¿Por qué?

      Simplemente porque el esfuerzo era demasiado. El escribir este libro me ha tomado más de 12 años. En horas, son literalmente miles; porque suman miles las horas de trabajo invertidas en lecturas de artículos, de libros, de fichas clínicas, de apuntes, en reflexiones, en redacción… Esto, sin contar mi trabajo clínico cotidiano, el cual he ido volcando – al menos parcialmente – en el libro que presento ahora. Esfuerzos, todos, trasladados finalmente al computador. Si el lector constata solamente la extensión del libro – y la amplitud de la bibliografía revisada – coincidirá conmigo en concluir que el esfuerzo no ha sido menor.

      Desafortunadamente, los esfuerzos desplegados no garantizan en modo alguno la calidad de una obra. Bastaría un operar "con las tintas cargadas", para que los sesgos comiencen a cercenar el valor de los esfuerzos.

      Adicionalmente, fueron muchas las veces en las que me pregunté por el sentido de tanto esfuerzo… cuando el autor de estas líneas peina canas hace ya algunas lunas.

      La pregunta, acerca del sentido de todo esto, tiene sus fundamentos. Cuando cada vez se lee menos, yo presento una obra de 1436 páginas. Cuando los estudiantes buscan "el resumen del resumen", yo les presento una obra muy extensa. Cuando los enfoques compiten por aportar terapias rápidas, fáciles, en línea con el "cómo aprender alemán en 10 días", yo presento una obra de 1500 páginas. Cuando las personas están buscando satisfacciones máximas – con esfuerzos mínimos – en línea con la "felicidad express", yo presento una obra extensa, cuya lectura demanda un esfuerzo no menor.

      Como si lo anterior fuera poco, el valor del conocimiento válido tiende a transarse a bajo precio en nuestros territorios psicoterapéuticos.

      Es así que, para algunos, la realidad es multiversa; no hay "una" versión más válida de la realidad. No hay "una" versión mejor de las cosas. Los "observadores" son constructores de realidades… más que descubridores. Por lo tanto, observadores – y observados – se mueven en un contexto de relativismos múltiples. Unos y otros van generando, en sí mismos, caleidoscopios cambiantes… cuyo "valor de verdad" es demasiado escaso. En este contexto, más relevante es el respetar la "verdad" de cada cual, aun cuando de "verdad" tenga muy poco… y aunque no vayamos acumulando conocimiento alguno. Es así que cada caleidoscopio muestra lo suyo; y, "lo suyo", pasa a ser respetable "per se"… por respeto a las personas, no por su validez.

      Obviamente, si no tenemos acceso a "verdad" alguna, y si no tenemos acceso a conocimiento válido alguno… ¿para qué tomarse la molestia de escribir un libro de 1500 páginas?

      A partir de estos considerandos, este libro – que en sus contenidos pretende ir de la mano de los tiempos – podría estar epistemológicamente "fuera de época". Adicionalmente, por su extensión, pareciera estar formalmente desubicado, y fuera de "timing". En el contexto sociológico actual, los potenciales lectores parecieran brillar por su ausencia.

      De este modo, cuando el esfuerzo es tanto y los lectores pueden ser pocos, el sentido de perseverar escribiendo el libro se empieza a desvanecer.

      Si lo anterior fuera todo, simplemente no habría libro. Todo habría terminado antes de comenzar. Sin embargo… lo anterior no lo es todo.

      Más allá de los múltiples "peros", el escribir el libro sí tiene sentido. Tanto sentido tiene… que terminé escribiéndolo. Tanto sentido tiene que, desde mi óptica – poco imparcial – considero que es uno de esos libros que realmente vale la pena de ser leído. ¿Opinión fundamentada?... habrá que ver.

      Exploremos brevemente los territorios que, en mi opinión, le dan sentido al libro. Por ahora, dejaremos fuera la temática epistemológica, la cual es abordada amplia y directamente al interior del libro.

      Si me preguntan por las fortalezas que han venido mostrando los psicoterapeutas – a través del tiempo – mencionaría principalmente tres: la vocación de ayuda, los esfuerzos por ayudar, y… la creatividad. A estas fortalezas, por supuesto, es posible agregar muchas otras.

      A través de los años, desde el recién explicitado trasfondo de vocación, de esfuerzos, y de talento creativo, han venido emergiendo un Sigmund Freud, un Ilich Pavlov, un B. F. Skinner, un Carl Rogers, un Gregory Bateson, un Albert Bandura, un Viktor Frankl, etc. A todos ellos – y a muchos otros – los valoro mucho. Aún más, a todos los recién mencionados los admiro. Y a todos ellos, y a muchos otros, les agradezco… aquello en lo cual nos han aportado

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