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que “él es un tipo divino, pero que, bueno, había cosas que no funcionaron: los chicos, los ritmos de vida y algunos otros temitas…”. ¡Para qué! TU amiga, salta adelante de todos, y te dice que te conoce más que el resto de los presentes, que siempre fuiste una de esas mujeres pretenciosas. Es decir, te está diciendo mosquita muerta (en lunfardo “que fingís no entender qué pasa”), que nunca estuviste satisfecha con lo que le ha tocado en suerte, que conoció a tu exmarido, un tipo irreprochable y a este otro galán, ¡hombre interesante si los hay! Entonces te pregunta si realmente te detuviste a pensar cómo eras y qué tenías para ofrecer. Y si ya estuviste mirándote al espejo, para saber quién eras y si habías notado, además, que tu cabello necesitaba un arreglo urgente…

      Salís como podés de esa situación, sentís que te sube y te baja la presión. Con tu último aliento terminás la noche de la manera más elegante posible y cuando llegás a tu casa, rompés en un largo y duro llanto. ¿Pudo TU amiga agredirte y, además, envidiarte tanto sin que vos te dieses cuenta? ¡Si ella era LA exitosa!

      S.O.S. ¡Me siento mal!

      Tenés una amiga de toda la vida, la conocés desde la secundaria. Siempre estuvo en las buenas y en las malas, la querés como a nadie porque es “especial”. Es compañera y gentil. Y cada vez que tuviste un problema de salud, estuvo a tu lado... Bah, especialmente cuando tuviste un problema de salud, porque es hipocondríaca y si hay un problema de salud nunca le va a sacar el pecho a las balas ¡Al contrario¡, se lo va a poner…

      Es irreprochable en ese sentido, el asunto es cuando no hay de qué quejarse y todo está bien. Cuando las cosas están más que bien, siempre está dispuesta a que no lo estén tanto logrando hacer de un gran momento una tragedia casi inexplicablemente donde no había nada. Por ejemplo, van todas a bailar salsa. Están más que felices, el ambiente está bárbaro, la están pasando genial y tu amiga brilla entre todos por la cadencia de sus movimientos. En medio del candombe se para, casi violeta, empieza a mirar con cara de “me muero” y todas salen a socorrerla. Se para la música. Ella con ¡broncoespasmo!, que curiosamente termina cuando llegan a su casa.

      En otra oportunidad, las dos parten hacia una quinta. El día es espléndido y en el recreo estarán el Príncipe Azul ¿o desteñido? que “te parte la cabeza” y su amigo, al que tu amiga tiene muchas expectativas de conocer. Llegan y la están pasando súper, comen la parrillada y todo va en “patines”. Se ponen alrededor de la piscina a charlar y bailar. En eso ella se te acerca y te dice que se tiene que ir, que se está poniendo mal, que el cuerpo le pica y que no sabe si es por el sol, la comida o algún bicho que la picó, pero que se está muriendo otra vez. Y agrega que, si no la acompañás se va sola, porque de esta no pasa… Hacés 50 kilómetros de vuelta por la vía rápida, vas a la guardia de la clínica a la que, desde su punto de vista, hay que ir y… ¿a qué no sabés que pasa? ¡No tiene nada! Te agradece por ser ¡tan buena amiga!

      Todo está preparado. Se van a pasar un fin de semana largo al mar. El solcito ya calienta y sabés que hay muchas posibilidades de “pique”. Te prometió portarse bien y confiás… Después de todo, es tu amiga de toda la vida. Llegan a la playa, tu look: mallita y pantalla solar. El suyo: sombrero, pantalones de algodón largos (eso sí, blancos), remera de mangas largas, pantalla solar en una mano y libro en la otra. Hacés como si nada pasara, tu compañera es sólo un poco excéntrica… Te metés al mar y ella lee, volvés, le charlás un rato y vas de nuevo al mar. En eso ves que un montón de gente se amontona en la playa, pero, claro, desde adentro del agua no podés ver bien, así que salís de puro “chismosa” y cuando llegás la ves tirada en el piso con la boca abierta y sacando espuma. Y sí, es tu amiga… Parece que el desayuno no le cayó bien con el sol y además algo la picó… Bueno, muy bien no te supieron decir en la guardia, pero, eso sí, tiene prohibido por los próximos 5 años pisar la playa.

      Última oportunidad, final de año, fiesta top, fiestón. Estás bailando con ese divino que te vuelve loca desde hace tres años. ¡Estás feliz! Este hombre te propone ir a un lugar más tranquilo y te la jugás, es “ahora o nunca…”, aceptás. Él te está abriendo la puerta del auto y por tu parte, como quien no quiere la cosa, te estás arreglando la ropa interior para la próxima situación. En eso llega tu amiga de toda la vida y te dice que no te podés ir. Le preguntás, “¡¿POR QUÉ?!”. Y te relata que algo extraño le está pasando, que supone que es una aneurisma o algo así… Tal vez un ACV, pero que tiene un cosquilleo en los brazos y que no los puede levantar bien. Bueno, te despedís de tu conquista y la acompañás hasta la guardia. Ahí, luego de tomografías y centellogramas computarizados, sólo le recomiendan un tranquilizante. La dejás en su casa y, después de que ella se deshace en disculpas, le decís: “Bueno, ¡está bien! Pero, por un buen rato, no me llamés más, ¿dale?”. Y enfatizás: “Pero por un buen rato, largo, largo…”.

      Ay, disculpen, ¡se me complicó!

      ¿Quién no ha tenido a esa amiga que sabe ser confidente y compañera en la intimidad, pero que en cuanto hay terceros involucrados se encarga de boicotear y dejarte mal parada en todo aquello que hayas organizado? A ver si te suena esta situación:

      Salen al cine, ella eligió la película, el complejo que le quedaba más cerca y el horario que más le gustaba. Pero cuando estás en la cola para entrar con los tickets en la mano, te manda mensaje diciendo: “Mejor lo dejamos para otro día; tengo problemas con Guille y no puedo salir. Mañana te cuento”. Con las entradas en la mano, tomás el teléfono y empezás a llamar al directorio entero a ver si alguien te quiere acompañar.

      Días después la invitás a ir, junto a un grupo grande de amigos, a conocer una disco nueva. Ella confirma su presencia. No estás muy segura de que ella vaya a asistir, pero hasta sumó a otra de sus amigas en común… La reserva se hace con tres semanas de anticipación. Cuando llega el día, unas horas antes, cambia de idea y te envía el siguiente mensaje: “No te enojes, pero: ¿por qué no vamos al bar al que vamos siempre? Me dijeron que hoy va a estar bueno”. La mandás a pasear y salís corriendo a buscar un reemplazo para las entradas que ya habían señado.

      Al tiempo, otra amiga intercede y te dice que no lo hace queriendo, que las “re quiere” y que hay que comprenderla. Te apiadás y pensás que sos terrible, así que decidís darle una nueva oportunidad. Entonces, armás un viaje de solteras y la invitás junto con otra amiga más (la que te convenció de que no lo hace a propósito). Averiguás todo, sacás presupuestos, conseguís las mejores condiciones, tenés todo, sólo falta dar el OK. Sacas tu ticket y tu otra amiga también. Cuando le toca a quien ya sabés, manda otro mensaje vía celular: “Chicas, disculpen, si puedo me sumo después… Vemos, pero tengo problemas con los chicos y no voy a poder. Además, me voy a Europa y creo que no me van a dar los tiempos. Pásenlo ‘re lindo’. ¡Las quiero!”.

      ¿Comentarios? Seguramente coincidirás en que, en el futuro, irás a lo que te proponga, pero por supuesto si no tenés nada más que hacer…

      Mi amiga, ¿mi mayor enemiga?

      Somos muy buenas compañeras, ella tiene muchas condiciones, es buena persona y, además, buena confidente. Sin embargo, hay un pequeño detalle: DUDA. Duda de todo. La acompañás a comprarse ropa (porque sola no se anima). Durante cinco horas entran aproximadamente en 25 negocios, se prueba 300 prendas, pero no sabe, no se decide y salen sólo con un pantalón. No importa, estás contenta, porque, ¡pudo elegir algo! Al día siguiente, te enterás que lo devolvió, porque no le terminó de “cerrar”.

      En otro momento, como es tu amiga de la vida, le confesás que vas a dejar a tu marido, con el cual hace rato ya no vas ni para atrás ni para adelante. Durante años, sutilmente te mostró que era un bueno para nada, pero lo disculpabas por los chicos, por tu familia y por el “qué dirán”. Cuando, decidida y entendiendo que no hay nada más qué hacer, le contás a tu amiga que te separás. Ella te empieza a explicar que “¡OJO!”; que no tenés idea lo que es criar a tus hijos sola porque “yo ya estuve ahí”, que al final de cuentas, él no es tan

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