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sí… Bueno, ¡por lo menos lo podés hablar!

      Nuestra amiga se va contenta y entonces, la mujer de mundo, la que sabe qué decir, cómo, dónde y a quién, me comenta:

      -Está muy mal esta pobre chica, ¿no?

      Le digo:

      -Sí, pero, la verdad, no supe cómo hacer para que no abra la boca.

      Ella, muy superada, me explica:

      -¡Es que eso ni con anestesia general lo hubieses logrado!

      Este relato se trata de un grupo de amigas que se reúnen a cenar una vez por semana. En uno de esos encuentros notan a una de ellas está un poco alicaída. Dice no querer hablar de lo que le pasa, pero insisten. Tiene a todo el auditorio a su merced, así que empieza a desembuchar…

      Que tiene a su mamá con una enfermedad terminal que la está dejando “piel y hueso”, que su papá (como todas saben) está con Alzheimer desde hace 5 años, que el “hijo de su buena madre” de su marido como se sentía “desatendido”, se enganchó con la personal trainner, pero afirma que sólo fue una aventura pasajera, que su hijo mayor la hizo abuela y que su hijo menor le acaba de confesar sus dudas sobre lo que estaba estudiando y que como no sabe qué hacer de su vida, se va a tomar un año sabático y ya sacó pasaje para Europa.

      En eso, en nuestra mesa, se escucha la típica frase que solemos odiar:

      -Bueno… ¡YA TODO VA A PASAR!

      ¡¿Qué va a pasar?¡ ¡Por Dios! El padre está perdido, la madre se está muriendo, el marido le fue infiel, su hijo mayor acaba de tirarle un balde de hielo encima y el menor tiene “un corso a contramano en la cabeza”.

      Pero, en fin, a veces las mujeres somos así. Cuando no sabemos qué decir, solemos recurrir a la frase con menos consuelo de la historia: “YA VA A PASAR”.

      Tal vez es lo que nos enseñaron nuestras madres, quizás es lo que vemos en tantas reuniones y relaciones entre mujeres o simplemente es la salida más fácil. Sea porque es una salida simplista o de compromiso, porque no queremos involucrarnos -dado que en muchas oportunidades la realidad de la otra nos hace espejo con nuestra propia realidad- las mujeres recurrimos a escapes superficiales para aligerar los momentos duros de la vida.

      Facebook, Instagram, Twitter… ¿Tejemos redes o telarañas?

      En el mundo que vivimos, no podemos dejar de hablar de amistad sin referirnos a aquellas que establecemos en las redes sociales. ¿Quién no participa de Facebook, Instagram, Twitter u otra de estas redes? Todas hemos hecho amigas allí, nos hemos reencontrado con compañeras de la escuela primaria, secundaria, de la universidad… Usamos estas herramientas para arreglar salidas, publicar fotos de nuestras vacaciones, cumpleaños, de aquellos momentos que consideramos extraordinarios. En estas redes solemos contar historias magníficas ¿Serán verdad? Supongamos que todas tenemos una vida así de buena: salimos, nos divertimos y hacemos cosas fantásticas. Parece que siempre tenemos situaciones insólitas que relatar y nuestras vidas son súper apasionadas. Hasta nuestras más grandes desdichas son deseables de ser vividas por cualquiera. ¡Qué suerte que tenemos las que estamos en las redes! Ahora, yo me pregunto, ¿por qué perdemos tantas horas, conectándonos, subiendo fotos y relatando nuestras vidas o estableciendo encuentros? Pensemos, por un momento, ¿qué pasaría si el tiempo que le dedicamos a contarlo lo usásemos en seguir pasándola bien? ¡Sería casi imposible de soportar! ¡Vamos! ¡A mamá mona con bananas verdes, no!

      Primero están las twitteras. Ellas están en todo. Es decir, Twitter es para decir “qué estás haciendo” o “qué estás pensando”. Ahí me maravillo cada día más: están las que hablan de la nada misma, las que critican todo, las que te relatan hechos indescifrables y las súper exitosas que sólo te comunican logros pluscuamperfectos.

      Varias veces me quedé pensando en el fantástico humor demostrado en Twitter, lo bien que nos va en la vida y, aún más, cómo entendemos los mensajes llenos de signos, emoticones, abreviaturas y cuanta información “fundamental” nos mandamos por este medio. ¡Qué solidarios podemos ser “los miembros del sexo débil” en muy pocos caracteres!! ¡Hasta los presidentes de todo el mundo, nos dan las buenas nuevas por este medio!

      No es por maldad, pero, leyendo lo que publicamos en las redes, parece que casi nunca nos duele un callo, jamás nos descomponemos y nunca, nunca lloramos. Nos acompañamos, eso sí, ¡en nuestros gloriosos éxitos! Nos contamos las buenas nuevas pero buenas y siempre estamos presentes, en reducida cantidad de caracteres.

      Twitter se ha convertido también en el lugar por excelencia en donde nos enteramos más rápido de las noticias. Todo se pone ahí, lo verdadero y lo falso. Un universo de verdades y una gran lupa de lo que ocurre en el mundo, tanto de las cosas más maravillosas como de las más terribles. Se la ha llegado a denominar hasta como “la cloaca” de las redes, porque cualquiera desde el anonimato puede decir lo que se le ocurra sobre cualquiera y cualquier cosa.

      Luego está Instagram, es visual, bella y siempre exitosa. En los últimos tiempos también se ha vuelto en una gran red para la venta y la comercialización de objetos y servicios porque todos están o quieren estar allí.

      Algo que siempre me genera mucha gracia dentro de esta red es la existencia de las “stories eternas” las personas sienten que los 15 segundos no les alcanzan para decir algo y entonces van sumando y sumando material hasta que casi convierten ese pequeño espacio en lugares de largas producciones casi cinematográficas.

      Por último, nos queda Facebook, tal vez la red más tradicional y antigua. De hecho, muchos analistas de redes la habían dado casi por extinguida, porque había quedado para un público más añoso y que sólo compartía eventos familiares. Estos últimos tiempos de la pandemia han vuelto a demostrar que Facebook sigue teniendo una enorme fuerza e importancia de comunicación y que continúa siendo la madre de todas las redes sociales.

      Tenemos que hacer una mención especial para Messenger y WhatsApp que permiten la mensajería instantánea uno a uno y grupales alrededor del mundo. Hoy por hoy son las más dinámicas y poderosas formas de comunicación entre las personas de todo el planeta. No solo eso, sino que nos permiten además establecer relaciones íntimas, compartir información política e ideológica y construir profundos vínculos humanos entre las personas, cosa que las otras redes no permiten.

      Un estudio reciente ha demostrado que 6 de cada 10 parejas construidas en la actualidad en el mundo se han iniciado de alguna forma a través de todas las redes sociales que existen.

      Por supuesto, en estas redes también tenemos usuarios extremos, hay personas que directamente ya no se comunican de otra manera que no sea a través de un mensaje escrito, para ellos mantener una comunicación verbal de interacción directa les parece estar perdiendo su tiempo. Tenemos a los que graban mensajes de audio larguísimos -que más que mensajes son monólogos, casi stand ups- que tenemos que parar hasta 3 ó 4 veces para poder terminar de escucharlo completo.

      Sabemos que existen también otras redes sociales como LinkedIn y Tik Tok pero sobre ellas no vamos a hacer un apartado en este momento. Por otro lado, sabemos que hay muchas más en otros lugares del mundo, especialmente en China, pero por ser occidentales carecemos de información suficiente para comentarlas.

      Las mujeres somos compañeras, solidarias y, además, nos necesitamos. Sí, nos necesitamos para reírnos de nosotras mismas, para comprendernos -aunque no siempre podamos ser 100% honestas-, para hacer las peores porquerías o para sentirnos acompañadas por otra que sea como nosotras y que nos entienda en lo más profundo de nuestra esencia.

      La amistad es un vínculo absolutamente único e irrepetible que significa compartir junto a otra persona las vivencias, los momentos, las experiencias y crear nuevas posibilidades o alternativas de estas. Esto implica, a su vez las corrientes afectivas cálidas, sensuales, de competencia, de envidia y de culpa que hacen que las amistades sean tan necesarias y vitales para la vida, como a veces conflictivas.

      Me

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