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Liverpool era el lugar y allí se hizo un nombre entre los grandes del fútbol internacional. En 2008, campeón de Europa con España; en 2010, campeón del mundo y en la 2011-12, tras ser traspasado al Chelsea en el mercado de invierno de la 2010-11 en la operación más cara entre dos clubes de la Premier, la conquista de la Copa de Europa con el club londinense en Múnich frente al Bayern. La temporada la redondearía con la Eurocopa de Ucrania y Polonia en 2012.

      Fernando vivía entonces los mejores años de su carrera.

      Es gracioso o irritante, según se mire, cómo se ha puesto en duda la calidad de Torres. Críticas que se agudizaron cuando tras unos meses en el Milan regresó al Atleti en las Navidades de 2014 y llenó el Calderón en su presentación. Algo increíble: más de 45.000 personas en enero llenaron un estadio para dar la bienvenida a alguien. Algo único. Que si esto que si lo otro. Que si le falta un gran título con el Atleti. Fernando es uno de los jugadores españoles que tiene mejor palmarés en la historia del fútbol.

      Y todavía le quedaba disputar otra final de la Liga de Campeones, la de Milán en mayo de 2016. Y todavía le quedaba estrenar y completar su palmarés vestido de rojo y blanco. Lo hizo el 16 de mayo de 2018 en su último encuentro internacional con el Atleti, en el que el club sumó su segunda Liga Europa, en Lyon, frente al Olympique de Marsella (3-0).

      En Neptuno, dos días después, Torres recordó emocionado y ante miles de colchoneros cuando de niño fue a esa plaza a celebrar el doblete de 1996 y las «muchas cosas» que había ganado, y dijo: «Sin duda esta es la mejor, sin duda. Para todos los niños que tengan sueños, nada es imposible y, si eres del Atleti, menos. ¡Forza Atleti!»

      PD: Rubén Díez (ver capítulo 81), un gran amigo y gran atlético, me ha hecho una apreciación sobre los años en los que Torres estuvo fuera del Atleti, de la que quiero dejar constancia: «En realidad todos nos fuimos con él para acompañarle. Pasamos a hacernos seguidores de los equipos para los que él jugó, en especial del Liverpool. Sus éxitos también lo fueron nuestros y sus fracasos, que fueron escasos, también. Porque si hay algo que diferencia al aficionado atlético es el estar con los suyos, más aún si cabe en las derrotas. Cada vez que Fernando cosechaba algún éxito con su club o con la Nacional, al día siguiente sacábamos pecho allá por donde fuésemos como lo hacen esos padres orgullosos de los éxitos que obtienen sus hijos. Verle celebrar un título ajeno portando la bandera del Atleti siempre nos provocó un sentimiento indescriptible, profundamente desgarrador y que a la vez nos enmudeció el corazón. Seguramente, Fernando disputó sus mejores minutos como futbolista lejos de la ribera del Manzanares, pero eso nunca importó. Fernando forma ya parte de ese Olimpo de leyendas rojiblancas, en un lugar privilegiado a la derecha de Don Luis, uno de sus “padres” futbolísticos y un mito para todos nosotros.»

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      PABLO BEDOYA: «CADA LUNES YO IBA AL COLEGIO CON LA CAMISETA DEL ATLETI»

      «El viaje a Londres (para la ida de la semifinal de la Liga Europa de 2018 frente al Arsenal) fue muy importante para mí porque me lo hice yo solo, me hice una hora y media en tren desde donde yo vivía en Alemania (Münster) hasta Dortmund, allí estuve esperando cinco horas para cogerme un bus que tardaba doce horas a la ida (tardó casi 24 horas en total) y luego estaba dispuesto a hacer lo mismo a la vuelta, pero me encontré con Carmen y Henrick (dos aficionados atléticos de Colonia, Alemania, que también fueron a Londres y que aparecen en el capítulo 26 de este libro) a la salida del estadio, y me llevaron ellos en su furgoneta. Fue un viaje de locura que hice solo, había veces que no tenía ni batería en el móvil ni un sitio para dormir. No sabía ni volver a la estación de autobuses y tenía que dormir allí. Supuso algo muy importante para mí tal y como se dio el partido. Estuve animando sin parar, con todas mis fuerzas, a más no poder, hasta que la voz no me salía por mucho que intentase seguir gritando. Venían los de seguridad de vez en cuando a pedirme tranquilidad. En el minuto 9, nos expulsaron a Vrsaljko y todo el partido que nos salvamos; que podíamos haber quedado 4-0 y cuando metió el gol Griezmann, me puse hasta a llorar.»

      Este relato, que podría parecer más o menos normal para cualquier buen aficionado, cobra su verdadera dimensión si tenemos en cuenta que Pablo va en una silla de ruedas.

      «Para mí es difícil explicar qué es ser del Atleti. Tú lo sientes o no lo sientes. Yo lo relaciono mucho con mi situación personal, con el tema de la silla de ruedas. Yo nací con una parálisis cerebral y desde pequeño he utilizado muchos aparatos en las piernas para poder andar lo poquito que podía, la silla de ruedas, operaciones, hospital. Para mí el Atleti es derrochar coraje y corazón, es que las cosas no son fáciles como sería ser del Madrid o del Barça. Que al final estás acostumbrado siempre a ganar, siempre a estar arriba y siempre a ser mejor que los demás. Pero el Atleti no es eso, es que las cosas no son fáciles, que nadie te va a dar nada hecho, que con fuerza de voluntad puedes llegar a donde te propongas y que hay veces que hay cosas que llegan más lejos que los millones. Hay más cosas: el orgullo de perder una final con el Madrid y salir a la calle con la camiseta. Yo hasta la final de la Copa del Rey (de 2013) no vi al Atleti ganar al Madrid y tenía 14 años. Esos 14 años, cada lunes yo iba al colegio con la camiseta del Atleti más orgulloso que nadie, cuando era el único de toda la clase y de los tres del colegio que eran del Atleti. Es sentirte orgulloso de lo que eres. Yo siempre lo comparo con un padre y sus hijos, yo quiero que el Atleti triunfe y gane siempre. Mis padres siempre quieren que saque sobresalientes, pero no me van a querer menos si no los saco. Me van a querer incluso más en la adversidad. Lo único que molesta es si los jugadores no se esfuerzan, si veo que no llevan la camiseta con orgullo, con coraje y con corazón, y eso también molestaría a los padres si no te esfuerzas.»

      Así me explica Pablo qué es ser colchonero para él y también me cuenta que tras una de las operaciones a las que se ha sometido se despertó de la anestesia cantando nuestras canciones del Atleti. «Yo te quiero Atleti, lo lololo…»

      PD: Bedoya es el aficionado que esperaba a Godín tras un entrenamiento después de que este anunciara el 7 de mayo de 2019 que dejaba el club. Diego cuando le vio detuvo su coche para abrazarle y darle las gracias.

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      ENRIQUE COLLAR, EL PRIMER «NIÑO»

      Antes que Fernando Torres jugó en el Atleti otro «niño», «el Niño Enriquito», es decir don Enrique Collar Monterrubio (San Juan de Aznalfarache, Sevilla, 2-11-1934), uno de los mejores zurdos que ha vestido la camiseta rojiblanca en la historia de este club centenario.

      «El joven extremo izquierdo Collar explica sin ninguna vacilación ni un fallo cómo hay que darle a la pelota para que le hagan a uno internacional. Veamos: se recibe la pelota del extremo derecha, se regatea al defensa por un lado, ahora por otro, chuta y ya está. ¡Gol!» Así narraba Matías Prats (padre, claro) un tanto del protagonista de este capítulo en la temporada 1955-56 en el Santiago Bernabéu, en el que el delantero colchonero volvía loca a la defensa blanca. Así de simple debía ser el fútbol en aquellos tiempos. Así de bonito.

      Collar fue un delantero de gran personalidad dentro y fuera del terreno de juego, y tuvo una de las carreras más longevas en el Atlético de Madrid, cuya plantilla integró desde la temporada 1953-54 hasta la 1968-69. Dieciséis cursos en los que, nada más y nada menos, disputó 339 encuentros de Liga, 80 de Copa y 51 partidos internacionales, además de ser 16 veces internacional (las cifras de encuentros y goles cambian según las fuentes en cuanto al número total debido, supongo, a los partidos amistosos). Marcó 71 goles en la Liga, 22 en la Copa, 12 en encuentros internacionales con la camiseta del Atleti y 5 con la de la selección nacional.

      De regate fácil y veloz, Enrique fue una de las estrellas de los últimos años en los que el equipo disputó sus encuentros en el Stadium del Metropolitano y de los primeros tras la mudanza al Vicente Calderón, denominado en aquellos años estadio del Manzanares.

      Collar formó junto con Joaquín Peiró, «el Galgo del Metropolitano», una pareja mítica en la banda izquierda del ataque rojiblanco que fue llamada el Ala Infernal —nombre en el que tuvieron que ver las alas del antiguo escudo de la entidad cuando el Atlético se fusionó en 1939 con el Aviación Nacional dando

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