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Estado liberal-democrático o de la universal? ¿Les cuadra ese calificativo a los criminales de guerra nazis refugiados en el Cono Sur americano tras la derrota del Tercer Reich? ¿Era un exiliado Ronald Biggs, el famoso ladrón del tren de Glasgow escapado con su botín al Brasil? ¿Y el general Pinochet, mientras se dirimía en Londres su extradición a España? ¿Y Josu Ternera?

      Con todo, también cabría un balance positivo a partir de los ejemplos recogidos en este volumen, que distan de ofrecer una panorámica completa de las muchas formas de exclusión y expulsión de las que adoleció España en los últimos dos siglos. Se podría concluir también que la marginación o la represión no comportaron ni el total exterminio ni el silencio permanente en la mayoría de los casos. Como si de un fenómeno físico se tratara, a menudo se produjo un efecto de reacción, en virtud del cual las víctimas resultaron reforzadas o resarcidas, a veces en períodos de tiempo sorprendentemente cortos, gracias a su perseverancia, empeño y firmeza. A pesar de todo, quizá se pueda seguir suscribiendo aquel fragmento del poema «El nuevo coloso», que escribió Emma Lazarus en 1883 y hoy sigue figurando en el pedestal de la Estatua de la Libertad neoyorquina: sin distinción de causa ni de lugar de origen.

      ¡Dadme a vuestros rendidos, a vuestros pobres

      Vuestras masas hacinadas anhelando respirar en libertad

      El desamparado desecho de vuestras rebosantes playas

      Enviadme a estos, los desamparados, sacudidos por las tempestades a mí!

      LOS EDITORES

      Notas

      1 Llamó la atención sobre esta realidad ineluctable Immanuel Wallerstein, «Citizens all? Citizens some! The Making of the Citizen», Comparative Studies in Society and History, vol. 45-4, 2003.

      2 Como señala Mary Nash en «Representaciones culturales y discurso de género, raza y clase en la construcción de la sociedad europea contemporánea», en Mary Nash y Diana Marre (coords.), El desafío de la diferencia: representaciones culturales e identidades de género, raza y clase, Bilbao, Publicaciones de la Universidad del País Vasco, 2003, págs. 21-36.

      3 Constituye una excepción a esta regla el excelente, aunque ya antiguo volumen colectivo coordinado por Teresa San Román, Entre la marginación y el racismo. Reflexiones sobre la vida de los gitanos, Madrid, Alianza Editorial, 1986.

      4 Valgan como ejemplos los dosieres «Homosexualidades», en la revista Ayer, núm. 87, 2012, y «El hombre español frente a sus otros: masculinidad, colonialidad y clase», de Rubrica Contemporanea, núm. 13, 2018.

      5 Sobre las antiguas y las nuevas funciones de la frontera pirenaica, puede leerse con provecho Benjamin Duinant, «Transgressions, perméabilité et construction de la frontière. Brigands, déserteurs et prêtres à travers les Pyrénées basques (1789-1802)», Histoire des Alpes-Storia delle Alpi-Geschichte der Alpen, núm. 23, 2018, págs. 89-106.

      6 Se hallará un inventario de urgencia en Juan Bautista Vilar, La España del exilio. Las emigraciones políticas españolas en los siglos XIX y XX, Madrid, Síntesis, 2006.

      7 Se encontrará una aproximación multidisciplinar a él en Francisco Durán Alcalá y Carmen Ruiz Barrientos (eds.), La España perdida. Los exiliados de la II República, Córdoba, Diputación de Córdoba/Patronato Niceto Alcalá-Zamora y Torres/Universidad de Córdoba, 2010.

      8 Los retrató con ternura no exenta de crítica Vicente Llorens, él mismo exiliado, en Liberales y románticos. Una emigración española en Inglaterra (1823-1834), Madrid, Castalia, 1968.

      ELENA FERNÁNDEZ GARCÍA

      Conseguida la victoria definitiva sobre las tropas francesas y el Gobierno del rey intruso José I, Fernando VII recuperaba en diciembre de 1813 la corona de España. En aquel momento tenía dos opciones como rey legítimo: volver al statu quo anterior a 1808 o jurar la Constitución de 1812. Eligió lo primero. Se reveló como un soberano absolutista, cuya política se centraría en preservar su trono aplastando con mano de hierro cualquier brote de oposición.

      Con la restitución del absolutismo a partir del decreto del 4 de mayo de 1814 y hasta su muerte en 1833, el monarca desató una lucha sistemática y tenaz contra los hombres y mujeres del bando liberal y afrancesado.1 Suerte variada tuvieron aquellos que, en función de su trayectoria política o militancia liberal, sufrieron los efectos del absolutismo fernandino. Mientras que unas quince mil personas acabarían huyendo hacia el exilio, la gran mayoría permanecieron en España integradas, en mayor o menor medida, en la lucha clandestina contra el absolutismo.2 Muestra de lo dicho es que, hasta el triunfo de Riego en 1820, el despliegue del sistema represivo no pudo evitar la sucesión de conspiraciones por parte de aquellos que, a pesar de la violencia, mantuvieron el anhelo por el retorno del sistema constitucional. Pero de nuevo, tras la experiencia del Trienio y la derrota de las tropas españolas a manos de los invasores en 1823, muchos de los partidarios y combatientes del ejército vencido fueron apresados u obligados a huir a los países vecinos.

      Sin duda, las mujeres también experimentaron las vicisitudes que acompañaron al desarrollo del primer liberalismo en España. Entre el Sexenio Absolutista (1814-1820) y la Década Ominosa (1823-1833), alrededor de mil quinientas mujeres padecieron el exilio, principalmente en Francia e Inglaterra.3 Por supuesto, la situación no fue fácil para aquellas que, siendo esposas o hijas de políticos y militares liberales, no pudieron seguirles en su huida. Su relación de parentesco las convirtió directamente en sospechosas y las condenó a una situación de vigilancia y vejación constantes.

      En otras pocas ocasiones, la causa proscrita pudo contar con la entrega de algunas mujeres que, insertas en el clima de la época, participaron directamente en la gran conspiración liberal. Por lo común, hubo mujeres que cooperaron en tareas clandestinas contra el rey absoluto de forma anónima y valiéndose de la coartada que le otorgaba su domesticidad, operando como mensajeras, auxiliando a presos u ocultando a sospechosos, por citar algunas actividades.

      La implicación femenina en favor de la causa liberal no pasó desapercibida. Precisamente por su nutrida presencia en el exilio y como consecuencia de sus acciones y compromiso en el interior no es extraño que estas mujeres acabaran llamando la atención de las autoridades.4 Esta circunstancia resulta interesante por dos aspectos: el primero, que la vigilancia y el castigo sufridos por algunas mujeres durante esta época prueba la existencia de un contingente significativo de ellas vinculadas con la resistencia liberal;5 y el segundo, que dicha represión supuso un reconocimiento incómodo de la capacidad política del sexo femenino, pues, a fin de cuentas, una parte de aquellos liberales a los que el absolutismo castigaba y acusaba de insurrección eran en realidad miembros del llamado sexo débil.

      Las preguntas que en este punto se nos plantean son: ¿de dónde proviene esta militancia de las mujeres?; ¿cuál es el origen y la durabilidad del liberalismo femenino? La principal intención de las páginas que siguen es señalar que la restauración del absolutismo, lejos de suponer un retroceso del liberalismo femenino iniciado en el contexto de la guerra de Independencia, fue una etapa decisiva para la incorporación definitiva de las mujeres al proceso de la revolución liberal. Así pues, la primera pretensión de este texto es ofrecer luz sobre la contribución de las mujeres al liberalismo. Ahora bien, el objetivo de este trabajo no es establecer una relación cuantitativa de la implicación femenina en el proceso liberal, ni tampoco está encaminado a ofrecer al lector una compilación exhaustiva de nombres de conspiradoras y exiliadas. Mi propósito es ofrecer una visión de conjunto que permita decidir si hubo una forma específicamente femenina de entender el liberalismo y de contribuir a su consecución.

      El influjo de las revoluciones y la guerra continuada en la Europa de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX puso de manifiesto

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