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provisional de las bases de apoyo, se entrevistó con Mao Tse-tung, Chou En-lai, Chu Teh, Peng Te-huai y otros líderes comunistas. Reunió materia­les de primera mano sobre la gran Marcha. Visitó el sur de Ningxia, en donde se encontraban enfrentadas las fuer­zas comunistas y kuomintanistas y el combate era recio.

      Snow regresó a Pekín con una abundante colección de apuntes y rollos de película y empezó a escribir reportajes para periódicos de EE.UU. y gran Bretaña. Sus artículos ofrecieron al mundo la primera impresión completa sobre los dirigentes del Partido Comunista de China, sus logros en las bases de apoyo y sus propósitos en el futuro. Estos reportajes suscitaron gran interés y se convirtieron en el fundamento de Estrella roja sobre China.

      Teng Ying-chao, viuda del Primer Ministro Chou En-lai, recordaba recientemente: “Nuestro amigo nor­teamericano Edgar Snow dio a conocer a todo el mun­do, e incluso al pueblo chino de las regiones controladas por el Kuomintang, la situación en la base de apoyo. Les ayudó a comprender la naturaleza, principios y prác­ticas del Partido y los objetivos de la lucha del Ejército Rojo. Informó fiel y objetivamente de todo lo que había visto. Fue uno de nuestros mejores amigos y amaba pro­fundamente a China”.

      La primera edición de Estrella roja sobre China fue publicada por Gollancz, Londres, en 1937, y tuvo inme­diatamente una gran resonancia en el mundo. En el breve lapso de un mes se reeditó cinco veces y se ven­dieron más de 100.000 ejemplares en pocas semanas. Hubo comentaristas que lo calificaron “obra de verda­dero significado histórico y político”. En EE.uu., este libro, impreso por Random House, se convirtió en un best-seller, el trabajo no novelístico más popular sobre el Lejano oriente en muchos años.

      En Shanghai, asediada por los agresores japoneses, el veterano traductor hu Yuzhi organizó de inmediato a un grupo de colegas para financiar, traducir, impri­mir y publicar de manera colectiva este libro. Para la versión china Snow escribió un prefacio. El libro causó gran impacto en China y también en Hong Kong, y en comunidades de chinos de ultramar en todo el mundo.

      Para Edgar Snow, la publicación de Estrella roja so­bre China fue un logro imprevisto. Cuando vino por pri­mera vez al Lejano oriente en 1928, era un joven lleno de ilusiones románticas acerca del “exótico” oriente.

      Pensaba no estar mucho tiempo en China, pero perma­neció 13 años. Vio cómo el pueblo chino sufría calami­dades naturales, guerras entre los caudillos militares y la agresión extranjera. Se preguntó: ¿por qué el pue­blo no opone resistencia? Al enterarse de que la lucha del pueblo existía en diversas formas, decidió pasar de la zona controlada por el Kuomintang a la dirigida por el Partido Comunista, involucrándose sin darse cuenta en la corriente de la revolución.

      China es un tema predominante en los trabajos de Snow. Sin embargo, según la opinión pública aplastan­te, ningún otro de sus escritos sobrepasó a Estrella roja sobre China en circulación e influencia. En una obra es­crita más tarde, Snow señaló que algunas de las perso­nas mencionadas en el libro arriesgarían probablemente sus vidas. Los hechos de su vida posterior probaron que él mismo era incapaz de cambiar tal situación.

      Estrella roja sobre China tiene una influencia mun­dial comparable a la de Diez días que estremecieron al mundo de John Reed. Ambos son reportajes objetivos sobre grandes revoluciones del siglo XX. La diferencia reside en que el libro de Reed se refiere a la ya exitosa revolución de octubre de Rusia, mientras el de Snow describe una revolución aún en marcha.

      Cuando Snow la describió, la naturaleza de esa revo­lución era desconocida o mal interpretada por mucha gente, incluso en la misma China. Su libro rompió la cor­tina de rumores, mentiras y calumnias del Kuomintang, permitiendo a los pueblos del mundo conocer la verdad de la revolución china. Indicó que la revolución era justa y lograría inevitablemente la victoria. Esto impresionó profundamente a muchas personas. No es difícil enton­ces entender porqué el libro ha sido reimpreso una y otra vez en los últimos decenios. Aun hoy, cuando la estre­lla roja ya ha estado brillando sobre toda China durante más de 30 años, este libro es indispensable para quienes deseen conocer el pasado, presente y futuro de China. Desde 1979, se han impreso 1,65 millones de ejemplares de mi versión china y jóvenes lectores están descubrien­do a través de este libro los comienzos de las activida­des revolucionarias que terminaron en la fundación de la república Popular.

      SIguIENDo SuS paSoS CamINo a yENaN

      Zhao Rongsheng

      En una hermosa tarde de marzo de 1937, veinte estu­diantes progresistas chinos se reunieron en el cuarto de estar de un profesor norteamericano en Pekín. Habían venido a escuchar a Edgar Snow sobre su viaje a Yenan, base de apoyo del Ejército Rojo. Yo estaba entre ellos y presencié por primera vez un verdadero cuadro de una nueva sociedad en China.

      Edgar Snow nos enseñó unas 200 fotografías del ta­maño de una tarjeta postal y varios originales meca­nografiados de Estrella roja sobre China. Los hicimos circular de mano en mano con gran interés. Nos sen­timos muy afortunados por estar entre los primeros lectores de este libro, que hoy es internacionalmente co­nocido. Con la ayuda de su entonces esposa Nym Wales, Edgar Snow proyectó la película que había rodado en Yenan. Nos impresionaron el espíritu prevaleciente en la base de apoyo, el Ejército Rojo bien entrenado y podero­so, y las vigorosas imágenes de Mao Tsetung, Chou En­lai, Chu Teh y otros dirigentes revolucionarios pasando revista al ejército y, espontáneamente, aplaudimos.

      Snow manipulaba el proyector a mano y explicaba cada escena mientras pasaba la imagen. Al final había algunos metros en que aparecía Chou En-lai estrechan­do la mano a un hombre que cultivaba una barba tu­pida. Edgar Snow preguntó en chino: “¿Saben ustedes quién es este hombre barbudo? un ‘imperialista’”. Nos miramos, caímos en la cuenta de que era el propio Edgar Snow y reímos a carcajadas. Las últimas secuencias, to­madas por otra persona, mostraban a Snow, fatigado y sin afeitar, y comprendimos cuán duro había trabajado durante su viaje.

      Después de la película, Snow nos refirió brevemen­te los puntos esenciales de su conversación con el Presidente Mao y habló de lo que había observado du­rante los cuatro meses que estuvo con el Ejército Rojo, y de las historias que había escuchado de la gran Marcha. Nos informó también de los soldados del Ejército Rojo. Estos eran todavía jóvenes, pero habían caminado 12.500 kilómetros en la gran Marcha y habían sido partícipes de muchas batallas, lo cual nos parecía in­verosímil. En respuesta a sus relatos y fotografías, ex­clamamos: “¡Milagroso!”

      Cuando la tarde tocaba a su fin, Edgar Snow nos en­señó una copia del poema del Presidente Mao La Gran Marcha. Inmediatamente sentí que era muy diferente de mis poemas clásicos favoritos. El lirismo de Mao en­trañaba el espíritu revolucionario de la época. Me apre­suré a tomar mi libreta de notas para copiar el poema y guardarlo como un tesoro.

      Antes de nuestra despedida, Snow añadió: “Sólo co­nozco algo de ellos. Si desean saber más, mejor será que ustedes mismos vayan allí a echar una mirada”. Estas palabras me impactaron fuertemente. Yo pensa­ba: Si un periodista extranjero pudo arriesgar la vida yendo a la zona de los soviets. ¿por qué no puedo yo presentarme en esa tierra? Entonces resolví ir también. Subsiguientemente, hablé con Snow en privado y le pre­gunté cómo poder llegar allí, los obstáculos que podrían sobrevenir y las precauciones que debería tener. A cada pregunta me contestó con detalles.

      Posteriormente, diez estudiantes, entre ellos yo, pretextamos una excursión de vacaciones primavera­les para abandonar Pekín rumbo a Yenan. Nos guiamos por el mapa que había dibujado Snow llegamos a Yenan, centro revolucionario.

      Al día siguiente, se nos llevó a la casa-cueva del Presidente Mao, quien conversó con nosotros largamen­te hasta la noche y respondió a nuestras preguntas, inclu­yendo las de si podría estallar una guerra de resistencia antijaponesa, si China podría ganar, cómo se haría la guerra, y por qué el Partido Comunista debía coope­rar con un Kuomintang tan corrupto. Encontramos sus explicaciones muy exhaustivas. Varios días más tarde, asistimos a una reunión y escuchamos su informe so­bre el frente único.

      También fuimos recibidos por Chu Teh y Tung Pi Wu, cada uno de los cuales dedicó un considerable tiempo

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