Скачать книгу

para mantenerlo escondido de la policía.

      Entramos en la caja metálica y presiona el botón del menos dos.

      —Eres muy buena deduciendo. Ahora prepárate, espero que no te moleste la música alta.

      Apenas termina de hablar, se abren las puertas del elevador. La melodía y el ritmo de la música me golpean de lleno.

      Caminamos por un pasillo hasta el final de la puerta y con cada paso la música electrónica se hace más intensa. Al llegar donde el guardia, este nos detiene. Floyd alza su muñeca mostrando la bandana y yo me doy vuelta demostrando que me hice un moño con ella, seguido de eso mi amigo le muestra una tarjeta y el señor se hace a un lado, abre la puerta y la fiesta se despliega ante mis ojos.

      Comienzo a caminar detrás del moreno por un pasillo que desemboca en una estancia gigante, una estancia de celebraciones.

      Llegar a la barra fue todo un desafío. El lugar está repleto de gente, los rayos de luz de colores se reflejan tenuemente en el rostro de las personas que bailan, beben, juegan sin parar, disfrutando como si fuera la mejor noche de sus vidas.

      Con cada segundo que pasa me calmo un poco más, comienzo a pensar que algo bueno puede salir de esta noche. La música electrónica suena a gran volumen por los altavoces con un ritmo audaz y bailable, la pista de baile es el alma de la fiesta.

      —Este lugar es increíble —le comento a mi amigo casi gritando para que me escuche. Me tiende la bebida y le doy un sorbo al vaso, un sabor amargo inunda mi boca, pero me fascina el sentimiento que me abruma, me hace sentir libre, imparable.

      —Sabía que te gustaría —dice él, sorbiendo de su propio refresco—. Sígueme, vamos a conocer a mi grupo.

      Hace un gesto con la cabeza y nuevamente comenzamos a movernos uno detrás del otro, empujando a la gente para abrirnos paso hasta las mesas de juego. Al llegar a las de billar, noto un grupo de chicos riéndose y charlando, otros jugando e, incluso, apostando por el ganador.

      Entre el gentío, noto un rostro familiar, que muy pronto se convierte en dos rostros. Al llegar a ese círculo mi amigo comienza a saludarse con los chicos y chicas mientras yo me acerco directamente a Mila.

      —Mírate, encajas a la perfección —dice mi amiga, dándome un abrazo, a pesar de que la vi hace solo una hora.

      —Vaya, si me hubieran dicho que ustedes dos forman parte de algo así me hubiera reído en sus caras —digo, sonriendo asombrada—. No me creo que tu hermano haya sido el creador de todo esto.

      —Pues créelo, porque tus ojos no te engañan —afirma la voz de Morris desde entre el gentío—. Mila me comentó que quizás venías y no daba crédito a lo que decía. Espero que lo disfrutes.

      —¿Bromeas? No puedo ni pensar en la idea de que me perdí esto. ¿Cuántas veces a la semana vienen aquí? —les pregunto ahora a la rubia y a Floyd, quien acaba de regresar de su ronda de saludos.

      —Vengo cuando puedo —responde mi amigo—. Ahora te tengo que presentar a los demás.

      Me rodea la espalda con el brazo y me empuja hacia los chicos. Logro captar los nombres de casi todos; Sam, Rudy, Ralf, Dan y Mona. Quedan unos cuantos chicos que no alcanza a presentarme ya que se cambian de grupo a cada rato, van y vienen.

      —No puedo creer que Mila y Floyd te hayan escondido de nosotros todo este tiempo —dice Sam, sacando el triángulo que ordena las pelotas de la mesa de billar.

      —Mi amiga aquí no acostumbra a salir mucho —dice Floyd, rodeándome los hombros. Se echa un sorbo del vaso y me lo da para ir en busca de un taco.

      —¿Y por qué es eso, cariño? —pregunta Rudy acercándose a mí.

      —Porque es rara, solo mírenla —contesta mi amiga, riéndose a mi costa.

      —Está en lo cierto, pero lo aprendí de ella.

      Consigo que los chicos se rían con ese comentario. Justo cuando Mila iba a defenderse, una voz conocida resuena a mis espaldas.

      —Que alguien me diga que estoy soñando. La única e inigualable Verónica Boltron aquí mismo, en una fiesta del Club Colors.

      —Louis Tomarelli. No pensaba encontrarte aquí —digo, acercándome a él—. Color rosado—comento al verle la bandana que le cruza la frente.

      —¿Tú no esperabas verme a mí? Créeme que yo estoy más sorprendió de verte a ti aquí. Y mucho más de verte con Rudy Desmond.

      —Cállate, Louis —le ordena ella.

      ¿Me perdí algo? Porque creo no estar siguiéndole el hilo a esta conversación.

      —¿Se conocen? —pregunto, incrédula.

      La chica asiente y luego con un movimiento rápido y una mirada dura se interna entre el gentío. Louis la mira alejarse y luego se vuelve a mí tendiéndome una mano.

      —¿Bailamos? —pregunta, con una sonrisa.

      Para ser honesta estoy a punto de negarme, pero luego recuerdo las palabras de Charles y como sonaba urgido porque me diera la oportunidad de conocer gente, de vivir. Un solo baile no le haría daño a nadie y de seguro a mi amigo fantasmal le hará gracia cuando se lo cuente.

      Así que, sin más, dejo el vaso en la mesa de billar y acepto su mano. Caminamos hasta la pista de baile y al volverme me encuentro con la mirada pícara de Floyd, quien me alienta a aprovechar la noche.

      Bailo casi toda la noche, moviendo mis caderas al ritmo de la música, cantando y riendo. Es una de las mejores noches de mi vida y, a pesar de que Louis no es de mis personas preferidas, ni a la que más cariño le tengo, lo he pasado de fábula.

      Sentada en una esquina de la mesa de billar espero a que mi amigo termine de hacer la jugada para arrastrarlo a casa. Le pega a la bola blanca, haciendo que la azul caiga en un agujero y me bajo de un salto del mueble.

      —Floyd, creo que ya es hora de irnos —digo, acercándome a él y llamando su atención con los dedos—. Teníamos un acuerdo, ¿recuerdas?

      —¡Que eres pesada! Está bien, vamos.

      Me agarra por los hombros, empujándome hacia el círculo para despedirse.

      —Iugh, estás pegote —se queja, al hacer contacto con mi piel.

      —Obvio que sí, estuve bailando casi todo el rato —me defiendo—. Ahora despídete rápido, quiero llegar a casa.

      —¿Cómo? ¿Se van tan temprano? —pregunta Sam, interrumpiendo su conversación con el grupo y acomodándose las gafas. Los demás se dan vuelta al darse cuenta de lo que estamos hablando.

      —Si son apenas las doce y media, quédense un rato más —objeta Dan, bebiendo de un vaso con un brillo malicioso en sus ojos oscuros como la noche.

      —Lo sé, pero tengo que...

      Justo en ese momento mi mente piensa que es el indicado para quedarse en blanco.

      —Ayudar a su madre, con unas cosas, muy cososas —dice Floyd, tratando de rescatarme. Me golpeo la frente con la palma extendida y esta vez soy yo la que lo comienza a empujar a él.

      —Adiós, chicos, me la pasé excelente. Pero, ¿“cosas muy cososas”? Floyd está realmente borracho, parece.

      En ese momento mi amigo capta lo que estoy haciendo y comienza a actuar como que hubiera bebido demasiado para salir de ahí sin dar muchas explicaciones. No somos los seres más ingeniosos que existen, pero esto es suficiente.

      Nos despedimos lo más rápido posible y con dificultad caminamos entre la gente hasta llegar a la puerta por la que ingresamos. El moreno está a punto de abrirla, pero una voz gritando mi nombre nos detiene antes de dejar el lugar.

      —Verónica —dice Louis, jadeando por el esfuerzo—. ¿Vendrás mañana? —pregunta, nervioso. No puedo evitar sonreír y echarle una mirada a Floyd,

Скачать книгу