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plena.

      Los grandes Estados de la periferia, que son provincias subdesarrolladas, tienen una mayor posibilidad de expandir su soberanía y para hacerlo deben desarrollar, con prudencia y firmeza, una estrategia basada en el desarrollo y la industrialización de sus recursos naturales, y en la reducción de sus vulnerabilidades, a saber:

       En lo económico, deben buscar la diversificación de sus exportaciones, en términos de productos y destinos, e importaciones, en términos de origen, y reducción del endeudamiento externo.

       En lo tecnológico, deben procurar el desarrollo de su fuerza de trabajo científica y tecnológica orientada a la investigación sobre su industrialización.

       En lo político, deben coordinar su política exterior con otros Estados grandes de la periferia, principalmente con los vecinos.

       En lo militar, deben tender a la construcción gradual de la industria de guerra.

       En lo ideológico, deben diversificar la capacitación de civiles y militares en el extranjero y crear centros de capacitación en el país.

      Si no hay una ejecución sistemática y persistente de una estrategia con estos objetivos, cualquier ejercicio de soberanía está destinado a fracasar.

      * * *

      Para terminar este prólogo, vuelvo a ratificar lo dicho al principio: este libro analiza de una manera muy original y actual en el campo de las relaciones internacionales el “mundo real”, sin quedar prisionero del “mundo ideal”, por eso su lectura se vuelve imprescindible para conocer cuáles son las estrategias y nuestras posibilidades concretas de soberanía en el sistema internacional.

      Los autores describen como nadie el “mundo real” de la política internacional con sus estrategias públicas y secretas, sin desconectarla del “mundo ideal”, por lo que su lectura y estudio se vuelve imprescindible para desentrañar las telarañas de un “orden mundial” en mutación, donde nuestras soberanías entran en juego. Un libro vital para una época histórica como la nuestra.

      Introducción

      Érase una vez la historia, ese ámbito de las ciencias sociales donde se estudia el pasado, ese lugar en que siempre se mira hacia atrás y en el cual quién podría decir que no le hubiera gustado vivir tal o cual momento histórico. En ocasiones, a los más estudiosos de la historia les gustaría vivir un episodio histórico en el presente, que es el único tiempo posible. Y, por sorpresa, vivimos actualmente un episodio histórico cuya importancia futura ya podemos comenzar a valorar. Sin embargo, cada mes, incluso cada semana que pasa en este crucial 2020, nos muestra que estamos atravesando un hito cuyas consecuencias apenas comenzaron a desenvolverse ante nuestros ojos. Cabe señalar que este momento histórico no se limita a un solo país, sino a todo el mundo. Las consecuencias que se están desenvolviendo en la Argentina solo son una pequeña parte de todos los acontecimientos mundiales.

      El origen de este momento histórico se encuentra en la pandemia global que estalló entre diciembre de 2019 y enero de 2020 en la ciudad china de Wuhan, y que en febrero y marzo de 2020 se extendió por gran parte del mundo. Las consecuencias de esta pandemia no solo son los muertos y contagiados por la Covid-19 (la enfermedad respiratoria causada por el virus SARS-CoV-2), sino también las cuarentenas decretadas en los países afectados y lo que ello significa: reclusión social en los hogares y paralización económica. De manera resumida, para prevenir la transmisión del virus, se decretó la antigua medida de cuarentena, es decir, encierro social por al menos cuarenta días para que la pandemia desaparezca por sí sola al no encontrar nuevos huéspedes humanos a los que afectar. Como consecuencia, el mundo se paralizó. Cualquier proyecto o actividad presencial, tanto nacional como internacional, quedaron interrumpidos. El ciberespacio se ha convertido en el único mundo libre de la cuarentena, y esto también significa un incremento en su importancia y utilidad. En paralelo, desde varios países del mundo diversos laboratorios se lanzaron a la carrera por encontrar la vacuna antes que el resto.

      Además de la pandemia, también presenciamos la disputa global por la responsabilidad del origen y la transmisión global de este virus. En primer lugar, debemos señalar que este no será el lugar para abordar esa discusión global sobre quién ha sido responsable o culpable del origen, ya que en este caso la pandemia surgió en China, y otras anteriores han surgido en otros países que en su momento no fueron culpados por su difusión al resto del mundo. Pero ahora vivimos en una situación mundial distinta de otros momentos históricos, puesto que venimos de una competencia global cada vez más evidente y tensa entre China y Estados Unidos.

      Para acercarnos un poco más a la importancia de la discusión global, debemos mencionar que durante marzo, abril y mayo de 2020, en el pico de la expansión del virus por Asia, Europa y América, China envió suministros médicos a los países afectados por la pandemia a modo de auxilio, lo cual se puede ver como una actitud desinteresada para mostrar quién se está preocupando realmente por ayudar contra un virus que se originó en China, y que desde el principio ha estado envuelto en sospechas sobre la falta de información veraz en un principio por parte del gobierno de ese país.

      Mientras tanto, en Europa, la Unión Europea y sus Estados miembros fueron incapaces de vertebrar una respuesta común y solidaria a la pandemia. Se vio a una Europa septentrional desentendiéndose de la meridional, más afectada en primer lugar por el coronavirus. La primera ayuda que recibieron en Italia y España fue de China, mientras que desde Alemania y los Países Bajos se negaban a ofrecer ningún auxilio económico para sus vecinos del sur. Esto desembocó en una gran crisis interna debido a fuertes juicios sobre la falsa solidaridad existente en la Unión Europea, y se elevaron las voces más críticas a la pertenencia a dicha organización internacional.

      Aún más, desde Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) Europa no recibió ninguna ayuda. La superpotencia global estadounidense, que salva al mundo en todas sus películas, se negó a proporcionar ningún auxilio a sus aliados más directos. Este es fue un golpe descomunal a la imagen de Estados Unidos en el planeta. Por su parte, el presidente de este país llamó a la pandemia virus chino y centró su relato en que toda la situación es culpa única y exclusiva de China. Sin embargo, ¿dónde está todo ese poderío mundial estadounidense que no es capaz de cuidar, no ya a sus aliados, sino a sus mismos ciudadanos? El hegemón globalista hecho añicos por un virus microscópico que destruyó su credibilidad interna y externa. ¿La primera potencia mundial es ahora China? ¿Cuál es la nueva posición de Estados Unidos y sus aliados mundiales? ¿Será China el nuevo hegemón globalista y Estados Unidos se reducirá a una gran potencia proteccionista? ¿El “orden” multipolar será multicivilizacional y desoccidental? Estas son las preguntas clave que verdaderamente están en juego dentro de la discusión global.

      Debemos mencionar dos palabras muy repetidas en numerosos países, “nueva normalidad”, aunque sabemos que todavía estamos en el transcurso pleno de los acontecimientos y nada ha terminado. Estas dos palabras pretenden resumir la situación pospandemia, una vez que terminen las medidas de confinamiento social y los ciudadanos de todos los países afectados deban tomar ciertas medidas de seguridad individual (uso de mascarillas, guantes y alcohol en gel) y mantener el distanciamiento social. El objetivo esgrimido es evitar un segundo brote; no obstante, esta nueva normalidad también contiene otros elementos que suscitan peligrosidad por lo descomunal de su control social. Antes hablamos de la importancia del ciberespacio como espacio sin Covid-19, pero también vemos con suspicacia la existencia de ciertas aplicaciones e incluso requerimientos de algunos gobiernos en el mundo por monitorear en tiempo real a sus ciudadanos a través de aplicaciones en el teléfono móvil supuestamente con fines sanitarios, para controlar quiénes están infectados y quiénes no. Los partidarios de estas medidas argumentan que con ellas se trata de cuidar a los ciudadanos y que debería aplicarse incluso en contra de la voluntad individual, porque estamos ante una cuestión global. Sin embargo, ¿dónde estaban esos partidarios a la hora de exigir tests masivos, así como equipos de protección individual adecuados para todos?

      Por nuestra parte, tal escenario suena a una manera de normalizar

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