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de las tropas soviéticas de Europa del Este en 1985.

       La desintegración territorial de la Unión Soviética en 1991.

       La adhesión de Rusia al capitalismo a través del Programa de Choque del Fondo Monetario Internacional (FMI) en 1995.

       El ingreso de China y Rusia en el FMI, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio (OMC).

       La adhesión al capitalismo y a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) de los países excomunistas de Europa del Este.

       La inclusión de los países de Europa del Este en la OTAN y la expansión de su capacidad para actuar más allá de la zona definida en el Tratado.

       La participación de Vietnam en las negociaciones de la TPP (2015) y la apertura de su economía a las megaempresas estadounidenses.

      Difícilmente el imperio americano –cuya dinámica se encuentra en su complejo militar-industrial, en su red mundial de megaempresas, en su posición de comando en organizaciones internacionales, en sus alianzas con las clases hegemónicas de sus “provincias”, en su voluntad de usar la fuerza, de la cual el asesinato del general iraní Qasem Soleimani fue un episodio– observará con resignación y calma su propia decadencia y reemplazo por un mundo multipolar que surgiría de una nueva solidaridad humana creada por la pandemia o por un proceso histórico. Como dijimos, el final de la pandemia vendrá con el descubrimiento de la vacuna y entonces se disolverá la tenue solidaridad obtenida. No debe compararse lo que sucedió con los imperios en el pasado, en tiempos tecnológicos tan diferentes, con la situación especial de Estados Unidos actualmente.

      Es en este contexto donde la política exterior de la Argentina y Brasil, unida como Juan Domingo Perón y Getúlio Vargas, Néstor Kirchner e Luiz Inácio Lula da Silva deseaban, debe actuar con prudencia y firmeza para lograr, en función de su desarrollo y la reducción de sus vulnerabilidades, la capacidad de ejercer su soberanía.

      * * *

      El tratamiento que el imperio americano otorga a los Estados a los que llama aliados (“provincias”) depende de los diferentes grados de importancia de estos.

      En un primer grupo de “provincias” se encuentran Reino Unido y Francia, que son potencias nucleares, miembros permanentes del Consejo de Seguridad y que participan en mecanismos de coordinación política y económica como el G7. Este grupo también incluye a Alemania y Japón, las principales potencias industriales y tecnológicas. Este primer grupo se considera digno de especial atención por parte de la metrópoli y se “resiente” cuando el imperio toma iniciativas sin consultarlas, pero se conforman y alinean rápidamente. En cuanto a Canadá, con grandes recursos naturales, tiene su economía profundamente integrada en la economía estadounidense y es parte del sistema de defensa americano.

      Hay una “provincia” que debe colocarse en una clase especial, ya que tiene una gran influencia en la política interna y externa del imperio: el Estado de Israel. Es el Estado del pueblo judío, que se considera el único pueblo elegido por Dios, Jehová. El pueblo y los líderes estadounidenses se identificaron históricamente, mucho antes de la creación del Estado de Israel, con el pueblo judío, ya que a los peregrinos se les habría encomendado la tarea de crear una Nueva Jerusalén, la Ciudad en la Colina. Las sectas neopentecostales estadounidenses tienen estrechos vínculos con Israel.

      El Estado de Israel se considera merecedor de un trato especial porque su pueblo fue perseguido durante siglos, víctima de pogromos y de la “solución final” nazi que mató a unos seis millones de judíos durante el Holocausto. Considera que sus fronteras –justas y otorgadas por Jehová– son las definidas en el Antiguo Testamento y no las establecidas por las Naciones Unidas, por lo que no se retira de los territorios ocupados ilegalmente, en desobediencia a la decisión del Consejo de Seguridad. Israel tiene alrededor de ochenta ojivas nucleares, sin ninguna protesta de parte del imperio; Israel recibe una subvención anual de 3.000 millones de dólares otorgada por Estados Unidos; además, cuenta con el firme apoyo de la ONU y la colaboración de su inteligencia militar.

      El segundo grupo está compuesto por los países nórdicos: Dinamarca, los Países Bajos, Suecia, Noruega, Finlandia; quizá Bélgica debería incluirse allí. Estos Estados son de origen étnico protestante, no latino, tienen altos niveles de ingresos y de desarrollo humano, y en sus políticas exteriores buscan alentar a los países subdesarrollados a comportarse “respetablemente” en cuestiones ambientales y de derechos humanos.

      El tercer grupo, compuesto por España, Portugal, Italia y Grecia, es mayormente latino y católico. Con la excepción de Grecia, llevan el estigma de haber sido “papistas”. Durante la crisis de 2008, fueron nombrados con el acrónimo PIGS (Portugal, Italy, Greece, Spain), cuyo significado (“cerdos”) revela el poco oculto desprecio de los países anglosajones a los países europeos latinos. Sin embargo, este grupo recibe atención especial del imperio debido a las comunidades existentes de inmigrantes y descendientes de estos países en Estados Unidos.

      El cuarto grupo está formado por países de Europa del Este, excomunistas y, en general, proamericanos, antirrusos, xenófobos, antisemitas y con regímenes políticos de derecha. En todos los Estados miembros de la OTAN (“provincias”) hay bases con soldados estadounidenses, armas nucleares y misiles, que forman un cinturón militar alrededor de Rusia.

      El quinto grupo está compuesto por Estados árabes y musulmanes, y se divide en “provincias” en la región del Mahgreb y en el Cercano Oriente. Estos Estados poseen las principales reservas de petróleo en el mundo y son los principales exportadores a Europa y Estados Unidos, así como los principales compradores de armas estadounidenses de última generación. Entre ellos hay enemigos acérrimos de Israel y, al mismo tiempo, monarquías absolutas, enemigos de Estados seculares y financistas de actividades terroristas. Existe una profunda división entre la mayoría musulmana chiita y la mayoría de los Estados sunitas. Turquía ocupa una posición especial en este grupo, un candidato permanente para ser miembro de la Unión Europea y un miembro importante de la OTAN.

      Hay un sexto grupo formado por Estados latinoamericanos, antiguas colonias, subdesarrolladas, desarmadas, que constantemente se quejan de que Estados Unidos no les presta atención, no comprende sus preocupaciones y no responde a las solicitudes de recursos para financiar su desarrollo. Los centroamericanos y el Caribe se distinguen de los sudamericanos por su tamaño y su gran población de inmigrantes en Estados Unidos. México, como miembro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), pensó que había alcanzado un estatus especial, algo que no sucedió, como lo revela el persistente intento de levantar un muro en su frontera con Estados Unidos.

      El séptimo grupo de “provincias”, generalmente objeto de aún menos atención y respeto por parte de la metrópoli, está compuesto por Estados africanos.

      Los Estados asiáticos forman un octavo grupo (especial) de “provincias” que han tenido relativamente éxito en su desarrollo e inserción en la economía mundial. Muchos de ellos tienen vínculos particulares con el imperio estadounidense, como Corea del Sur, Filipinas e Indonesia, y tienen acuerdos militares. La creciente influencia económica y política china en la región los convierte en un objeto de atención y preocupación para Estados Unidos, pero no los elimina del estado de provincia. Catorce de los países asiáticos son vecinos de China y entre ellos hay tres poseedores de armas nucleares. India es miembro de este grupo.

      La importancia de una “provincia” para el imperio varía según su proximidad e importancia en relación con los conflictos, las tensiones y las situaciones políticas regionales. Esta importancia puede crecer mucho y luego, si la situación política cambia, declinar y desaparecer.

      Soberanía

      La soberanía, en palabras de Alberto Fernández, presidente de la Nación Argentina, es multidimensional. El concepto se aplica a la Argentina, pero también a Brasil y a todos los países periféricos.

      La soberanía, cuyo titular es el pueblo, constituye el derecho de un pueblo a organizar social, política,

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