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ella os pateará el trasero —la miró—. ¿Te parece bien?

      —Puedo patear traseros —respondió con firmeza.

      La edad de los obreros oscilaba entre los veinte y los cuarenta y muchos. Los veteranos eran los primeros a los que se tenía que ganar, pensó, porque les importaría menos que ella fuera mujer y estarían más interesados en sus aptitudes. Los más jóvenes tendrían el inconveniente de unos egos más altos.

      Will hizo las presentaciones, ella les estrechó la mano a todos e hizo lo posible por recordar sus nombres. Le llevaría un poco más de tiempo conocer sus personalidades, pero disponía de ese tiempo.

      El equipo de topografía llegaría en una hora y Will propuso a los chicos que echaran una mano con eso. Ella se mostró de acuerdo y puso a los demás a trabajar en el desmonte del terreno. Durante un segundo, miró con envidia la maquinaria, pero supo que tenía mucho tiempo para poder usar la excavadora.

      La mañana pasó volando y Nevada solo dejó de trabajar el tiempo necesario para dirigirse a los aseos portátiles, donde vio que a uno le habían puesto un lazo rojo. Miró dentro, se aseguró de que estaba libre de roedores y bichos, y después lo utilizó. Tras lavarse las manos, volvió a la oficina, hizo un cartel que decía «Solo chicas», y lo pegó en la puerta del aseo. A continuación, fue a unirse con el equipo de topografía.

      Will llegó al mediodía para decirles que podían parar a almorzar. Nevada había pensado en comer con los chicos, pero Will la llevó a un lado antes de que pudiera sentarse.

      —¿Lo llevas bien? —le preguntó mientras se dirigían al tráiler.

      —Claro.

      —Me gusta lo que has hecho con el aseo.

      —Gracias. Me gusta el rosa.

      Él se rio. Entraron en el tráiler y sacaron el almuerzo de la pequeña nevera. Will se sentó en el borde del escritorio.

      —¿Qué sabes sobre Jo Trellis?

      Nevada se quedó mirándolo.

      —Vas directo al grano. ¿He de dar por hecho que te interesa?

      —Podría ser.

      Nevada pensó en la pregunta. Jo había llegado a Fool’s Gold hacía unos años y había comprado el bar. Era una persona simpática que participaba de manera habitual en «la noche solo para chicas» y que siempre estaba ahí cuando alguien tenía un problema. Pero desde que la conocía, nunca había visto a Jo tener una cita ni la había oído hablar sobre ningún hombre.

      —Jo es amiga mía.

      —No me interesa acostarme con ella y luego largarme. Ya soy demasiado viejo para eso. Me gustaría llegar a conocerla bien, pero ella parece resistirse.

      Nevada sonrió.

      —No me sorprende. Jo es muy reservada. Es mi amiga, pero ni siquiera yo sé nada sobre su pasado. Nunca habla de ello.

      —¿Hay algún hombre?

      —No. Ha tenido ofertas, pero siempre los rechaza.

      —¿Sabes por qué?

      Nevada negó con la cabeza.

      —Hay decenas de teorías, desde que Jo es una princesa de la Mafia que ha huido de su padre hasta que ha escapado de un marido maltratador. Dudo que alguna sea verdad.

      La alcaldesa Marsha seguramente lo sabía todo sobre el pasado de Jo, al igual que parecía saberlo todo sobre todo el mundo. Nevada nunca había llegado a descubrir de dónde sacaba la información, pero incluso aunque la alcaldesa lo supiera, ella sabía que jamás compartiría la información con Will.

      —No puedo darte ningún consejo en lo que respecta a Jo, pero sí que te advertiré que no le hagas daño. Es una de nosotras y nosotras nos protegemos entre sí —Will era un buen tipo y le caía bien, pero la familia era lo primero.

      —Me alegra que tenga amigas que cuidan de ella.

      —Es una de las ventajas de vivir en un pueblo pequeño. ¿Vas a pasarlo bien aquí o se te van a caer las paredes encima?

      —Me gusta. He oído que pronto celebrareis un festival y lo estoy deseando.

      —No te preocupes. Si te pierdes este, habrá otro en las semanas siguientes. Somos famosos por nuestros festivales.

      Oyó pisadas en los escalones del tráiler y al instante la puerta se abrió. Se esperaba que fuera uno de los chicos, pero fue Tucker el que cruzó el umbral.

      Will miró el reloj.

      —Ya es casi mediodía.

      —Estaba haciendo papeleo en el Ayuntamiento. Fool’s Gold no se ha acogido a la era digital —miró a Nevada—. Lo siento. Tenía intención de haber estado aquí esta mañana a primera hora. ¿Ya te ha puesto al día Will?

      —Sí, todo va bien. No te preocupes.

      Logró responder y actuar con normalidad, pero su mirada no pudo evitar posarse en el ligero moretón de su mandíbula.

      La noticia de que Ethan había golpeado a Tucker había corrido como la pólvora y ya que solo su familia más cercana conocía el motivo, la gente había empezado a especular.

      Will se disculpó diciendo que tenía que hablar con el topógrafo y, durante un segundo, Nevada pensó en ir con él, pero sabía que tarde o temprano tendría que hablar con Tucker.

      —Siento lo que ha pasado con mi hermano —dijo en cuanto Will cerró la puerta al salir.

      Tucker se tocó la mandíbula.

      —Él está bien.

      Nevada hizo lo posible por recordarse que no había motivos para sentirse avergonzada, que su hermano solo había querido protegerla y que no había nada de malo en ello, pero era la idea de imaginarlos pegándose en público lo que hacía que se retorciera por dentro. Eso... y el hecho de que todo el mundo se enterara de los motivos.

      —No debería haberte pegado.

      —Si hubiera sido al revés, yo habría hecho lo mismo.

      Ella puso los ojos en blanco.

      —¿Y todo porque no podíais simplemente mantener una conversación? No lamento que me haya defendido, pero había modos mucho mejores de hacerlo.

      —No opino lo mismo, pero de acuerdo —fue hacia la pequeña nevera y sacó una botella de agua—. Ethan ha dicho algo interesante —le dijo antes de pararse a beber.

      A ella la invadió el pánico y eso hizo que se le encogiera el pecho. Esperaba que no fuera algo como «Nevada no te ha olvidado nunca» o «Es curioso lo muy enamorada que estaba de ti mientras que tú solo tenías ojos para Cat». Aunque no era muy probable, ya que Ethan no sabía nada de eso, pero aun así tuvo miedo...

      Tucker bajó la botella y la miró.

      —Me ha dicho que fue tu primera vez.

      Sintió cómo un rubor ardía en sus mejillas e intentó ignorar esa sensación agarrando su sándwich y alzándolo como si fuera un escudo protector.

      —No te lo creas tanto, tuve un novio en el instituto.

      Tucker la miró un segundo mientras el alivio se debatía con la preocupación.

      —¿Seguro?

      —Es algo que recordaría —le dio un mordisco al sándwich y se forzó a masticar. Después de tragar, soltó una ligera carcajada—. No fuiste mi primera vez, no sufras.

      —Bien, porque eso habría cambiado mucho las cosas.

      —Estabas muy borracho, así que no creo que esa información hubiera podido cambiar anda.

      —Probablemente no —sacudió la cabeza—. Entonces, ¿ya hemos zanjado el tema?

      —Eres

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